Estos días ha dado que hablar un post en el que se cuestionaban las bondades de la revolución 2.0. Cuando pensamos en la Web 2.0, tendemos a ver dos conceptos muy claros: la posibilidad de acceder a las aplicaciones desde cualquier ordenador, sin necesidad de descargar un software especial y la facilidad para convertirnos en creadores de contenidos. Para el autor del post antes citado: "lo bonito de los blogs es que una persona sin grandes conocimientos de Internet puede tener su propia página y los demás comentar en allí. Y punto." Después vinieron otros vehículos de expresión menos ambiciosos, como los microblogs y las redes sociales, en los que el internauta puede ir dejando miguitas de su vida que otros pueden recoger. Pero además de estos gorjeos creativos, también confiamos a la nube nuestros enlaces favoritos o incluso documentos importantes. ¿Esperamos demasiado de algo tan etéreo? Seguramente sí. La nube es insoportablemente frágil por muchos motivos:
- Las aplicaciones nunca son perfectas y nunca están terminadas. Se mejoran casi a diario y eso ocasiona desajustes o problemas imprevistos.
- Hay servicios que crecen de forma tan inesperada, que pueden morir de un éxito para el que no están preparados.
- Detrás de las aplicaciones gratuitas hay empresas privadas, cuyo principal interés no es ofrecer un servicio esmerado con garantías de excelencia y calidad.
Lo mejor es tomarse las cosas con calma: las nubes siempre han sido nubes, y de eso sabe mucho la gente del campo. Si pese a todo no queremos renunciar a la comodidad de tener nuestras cosas disponibles desde cualquier lugar, existe la posibilidad de sacar una copia de seguridad de nuestra producción en la nube, a través de Backupify. Se trata de un servicio que permite hacer copias de nuestras cuentas en Twitter, Flickr, Delicious, Google Docs y Wordpress, en otra nube, la de Amazon S3, que al parecer sí que es una nube de confianza. Y si tampoco nos convence esta solución, siempre cabe recurrir al pendrive.