La poesía, como otras manifestaciones culturales, no es inmune a los cambios que Internet ha introducido en nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Un breve poema, un aforismo o un microrrelato caben perfectamente en el formato reducido al que nos están acostumbrando los sms, los tweets, o el "¿Qué estás pensando? de Facebook. Incluso las entradas de los blogs resultan demasiado largas cuando no vemos el final de la flecha en la barra lateral del navegador. La poesía, tan minoritaria como siempre, se adapta bien a la costumbre cada vez más arraigada de leer a saltos un texto con suficiente contenido para hacernos pensar un momento y después pasar a otra cosa.
Hace una semana, leíamos en El País, un reportaje sobre la joven poesía española, que venía a ser continuación de otro publicado sobre el mismo tema, hace algunas semanas: El siglo XX, mejor en verso. En los dos artículos, nos sorprende la incredulidad hacia Internet, que profesan los gurús de la cultura con mayúsculas:
"Internet para ellos [los nuevos poetas] es como los cafés para las generaciones del XIX o principios del XX. Pero a la hora de expandir o ampliar el campo, según los propios editores, no tiene ningún efecto. La poesía sigue siendo minoritaria [...] No me da la sensación de que eso les haga vender más".
No vamos a entrar en la polémica de lo amateur frente a la cultura tradicional, avalada por la crítica y la industria cultural, pero es obvio que estamos ante una nueva realidad que se escapa de los canales clásicos de transmisión de la cultura. Es cierto que en Internet hay mucha basura, pero también las redes sociales ejercen de filtro del conocimiento colectivo, y sobre todo, ofrecen una posibilidad de difusión que supera con creces las posibilidades de la edición en papel.
Encontramos pocos poetas encontramos en las listas de Best Sellers, pero es verdad que asistimos a un rebrote de la actividad poética, con Internet como marco y escaparate.
Quizás sea necesario cuestionar el papel tradicional del autor en la cultura, o mejor dicho, en la industria cultural. El artista sólo es aquel que consigue por un momento atraer la perfección, que en palabras de Saramago: "Viaja en el tiempo, vacía, transparente, luminosa y que a veces (raras veces) viene en nuestra dirección, nos rodea durante breves instantes y continúa hacia otros parajes y otras gentes".
Como pequeño homenaje a José Saramago, copiamos a continuación la traducción de uno de sus poemas encontrada en un blog, en Internet:
En la isla a veces habitada de lo que somos, hay noches, mañanas y madrugadas en que no necesitamos morir.
En ese momento sabemos todo lo que fue y será.
El mundo se nos aparece explicado definitivamente y entra en nosotros una gran serenidad, y se dicen las palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y la apretamos en las manos. Con dulzura.
Allí está toda la verdad soportable: el contorno, la voluntad y los límites.
Podemos en ese momento decir que somos libres, con la paz y con la sonrisa de quien se reconoce y viajó alrededor del mundo infatigable, porque mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos sin apuro la tierra donde ocurren milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es en este momento la vida.
Que eso nos baste.