Nuestra biblioteca cuenta con un fondo importante sobre terrorismo. Durante el pasado mes, para conmemorar los atentados del 11 de Septiembre, se nos ocurrió hacer una pequeña exposición para dar a conocer mejor todos esos libros.
Con el curso aún sin comenzar y parte de nosotros aún de vacaciones, aquella exposición no tuvo mucha repercusión y nos quedó pendiente publicar en el blog una entrada sobre el tema.
Hace pocos días, Isaac Rosa hacía notar en un artículo, la escasa repercusión que en los ciudadanos europeos habían tenido las alertas terroristas de hace varias semanas. Ahora tememos otras amenazas más tangibles y cercanas, en forma de recortes sociales, ajustes presupuestarios, y en suma, el peligro del Estado del Bienestar.
Como preconizaba José Manuel Lechado en su libro: La globalización del miedo: la otra cara del terrorismo, no deberíamos extrañarnos de que en un futuro el terrorismo "desapareciera". No en un sentido literal, pues por desgracia, seguirá habiendo grupos de personas que pretendan liberar a sus colectivos de la tiranía, mediante actos violentos perpetrados al amparo de la oscuridad y de la sorpresa. El terrorismo desaparecerá de nuestra realidad cotidiana, porque cada vez se hablará menos de él.
El terrorismo ha venido a representar en los últimos diez años el papel del malo de la película, un papel fundamental, cuya utilidad se conoce desde antiguo. El poder tiende a crear un miedo constante con innumerables caras: paro, hambre, guerra... Los informativos son un catálogo de horrores, y "las noticias, más que tales, parecen amenazas". Nadie se manifestará ni se quejará, si el miedo al paro supera el miedo a la explotación, y cualquier medida antidemocrática quedará justificada con la disculpa de evitar males peores.
Pero ¿hay algo peor que perder conquistas sociales que nos ha llevado siglos conseguir, y renunciar a la posibilidad de exportar el modelo de justicia social occidental al resto del mundo?