Harold Bloom en "The Western canon", trataba de establecer la lista de libros imprescindibles, que el lector de nuestra época no se podía perder. Es evidente que en una sola vida, es imposible leer todas las obras importantes no sólo de la tradición occidental, sino como apunta Umberto Eco, sino de todas las culturas del planeta.
A la hora de elaborar los programas de estudios, el posible canon debería ser tenido en cuenta, para garantizar una cultura media aceptable en los ciudadanos. Pero existe la limitación temporal a la que antes nos referíamos y además ahora se cuenta con una herramienta de la que se carecía en otras épocas de la humanidad: Internet.
En su libro: Como hablar de libros que no ha leído, Pierre Bayard señalaba, que no es necesario leer un libro en su totalidad para comprender su importancia y citarlo con propiedad, si tenemos datos suficientes sobre su contexto e implicaciones. No es necesario haber leído entero el Eclesiastés para utilizar con propiedad la frase: "Vanidad de vanidades".
En el contexto actual, todos hemos recurrido a Internet alguna vez para refrescar alguna lectura, o reforzar el conocimiento de algún autor al que sólo conocíamos por referencias.
Los adolescentes de esta generación han crecido con Internet, como nosotros lo hicimos con la televisión, y su comportamiento ante la lectura, nos puede dar algunas pistas sobre el futuro al que nos encaminamos.
Frente a datos alarmantes, como que sólo un 8,9 % de alumnos de la ESO utilizan la biblioteca escolar (A parte del cambio en las costumbres, sabida es la escasez de medios que caracteriza las bibliotecas escolares de nuestro país: cuando hay buenas infraestructuras no hay bibliotecario, y muchas veces no hay ninguna de las dos cosas), existen otros más esperanzadores, como los que revela el último informe PISA, sobre el aumento de la comprensión lectora en los alumnos que más utilizan la Red.
Lejos de ser una amenaza para nuestra capacidad de concentración, como sostenía hace no mucho Nicholas G. Carr, las nuevas tecnologías favorecen la capacidad lectora, entendiendo por ésta, la comprensión de lo que se lee, la capacidad para evaluarlo, y las destrezas para encontrar la información que se necesita.
Es cierto que ha descendido el número de adolescentes que leen libros por placer, pero la Red ha introducido en nuestras vidas nuevas costumbres, y para moverse en ella es imprescindible disponer de un aceptable manejo de la lectoescritura. Según el informe PISA, los lectores más eficientes son los que entienden el significado de todo tipo de textos, los que se saben mover en una gran variedad de registros.
El canon de los internautas está fragmentado en la red: allí podemos encontrar los mejores productos de la humanidad, quizás no sea necesario leerlo todo, pero sí haber aprendido a leer en los mapas, para desplazarnos por este universo de la forma más provechosa.