En aquella jornada con cuya crónica abríamos este blog, dos profesores de la facultad nos dejaron entrar en su clase, para explicar a los alumnos lo que la biblioteca podía aportar a la actual visión de la enseñanza universitaria. Allí veíamos como aprender a reunir, interpretar y utilizar la información de forma correcta, se consideraban competencias clave para la obtención del título de grado. Se nos podría decir que siempre ha sido así. Pero no es cierto, algo ha cambiado y mucho. En palabras de Erich Schmidt, director general mundial de Google :
“Con un gesto tan sencillo como teclear un par de palabras clave, podemos obtener información prácticamente sobre cualquier tema”. Todos conocemos las limitaciones de internet: demasiada información que a veces no es de fiar.
La biblioteca gasta importantes sumas de dinero en suscripciones a recursos electrónicos : bases de datos y revistas de reconocido prestigio, que pone al servicio de la comunidad universitaria, y tiene el deber de difundir, para que se aprovechen de la mejor manera posible. Hasta aquí reproducimos el mismo esquema de siempre: la biblioteca colecciona recursos, físicos o electrónicos.
Pero hay algo más. Las nuevas tecnologías permiten que publicar la información sea sumamente fácil. Ya no es necesario recurrir al escaparate de las editoriales de prestigio, cualquier autor puede poner en la red su trabajo y difundirlo. La biblioteca moderna es también editora. Permite a los autores publicar sus obras a través de repositorios institucionales, que garantizan la calidad de lo publicado. Y además la biblioteca moderna digitaliza.
Digitaliza su preciosa colección fruto de los siglos de actividad universitaria. Se digitaliza para que los libros puedan ser usados por todos, dentro y fuera de la biblioteca y de la universidad. Y cuando un libro se digitaliza, y se pone en internet, todo su contenido es susceptible de ser buscado y encontrado.
En un artículo titulado Scan this book, Kevin Kelly, antiguo jefe de redacción de la revista Wire, llama a escanear todos los libros existentes, para que su contenido pueda ser accesible a todo el mundo. Para este autor, la biblioteca universal carecería de libros. Según Kelly, un libro digital es un libro “líquido”, que puede fragmentarse y mezclarse como una pieza de música. Además, los libros de la biblioteca digital ya no estarían aislados como islas en las estanterías. Se podrían crear enlaces entre ellos, y añadir etiquetas que permitieran su clasificación y ayudaran a descubrirlos. Los motores de búsqueda harían posible localizar la información y recuperarla.
Pero aún se puede ir más allá, Para Bob Stein, director del Instituto para el futuro del libro, la biblioteca digital nos abre al nuevo concepto de “libro en red”. Las grandes obras siempre han susctitado debates y comentarios, pero en este caso, las aportaciones de los lectores, podrían estar al mismo nivel que la obra original. El autor tendría que reconocer la participación creativa de los lectores, no sólo como receptores pasivos. La principal riqueza de internet, es en definitiva, permitir a cada usuario la posibilidad de expresarse, y de crear contenidos.
Como vemos, estamos ante un horizonte nuevo, todavía lejano, pero que invitamos a otear. De momento se nos ocurren inconvenientes de todo tipo para que esta utopía se llevara a la práctica, pero como dice Eric Schmidt, en el artículo citado, internet es prácticamente un bebé, que intenta, como cualquier niño, ampliar los límites establecidos por el sistema, sean éstos legales, de control político, o aquellos establecidos por un modelo de negocio propio del siglo pasado. Algo se mueve, y nos irá arrastrando poco a poco.
El futuro del libro: “líquido” o “en red”…” En Theoresis [blog en internet]. http://theoresis.emuseo.org/?p=33
http://www.nytimes.com/2006/05/14/magazine/14publishing.html
The Institute for the Future of the Book
http://www.futureofthebook.org/
Susana Corullón