Hoy sería posible hacer realidad un viejo sueño de los bibliotecarios: el acceso universal a la información. Sólo hay un obstáculo para conseguirlo: las reglas de la economía de mercado aplicadas a la propiedad de la información.
Los elevados precios de las suscripciones a las revistas científicas impiden a veces la difusión de materiales que serían de interés fundamental para los investigadores. Como reacción a ello, diversas iniciativas defendidas por bibliotecarios y documentalistas, tienen como objetivo “liberar la información”.
Además de salvaguardar la autoría moral (derecho de divulgación, al nombre y la paternidad de la obra, a mantener la integridad de ésta, etc.), la ley reconoce a los autores unos derechos económicos, que pueden ser cedidos, y que caducan con el paso del tiempo: derecho de reproducción, de distribución, etc.
El marco jurídico defiende el derecho del autor sobre su obra, pero nada impide que como propietario haga con ella el uso que quiera, siempre que no haya cedido parte de los derechos de explotación económica.
Esta idea ha permitido el desarrollo del movimiento Open Access, cuyo principal propósito es conseguir que los artículos científicos en todos los campos del saber estén disponibles en internet.
El citado movimiento está generalizando la utilización de licencias Creative Commons, basadas en el movimiento Copyleft, que permiten poner la información al servicio de la comunidad internacional, sin las habituales trabas impuestas por la legislación de propiedad intelectual.
El autor tiene así en sus manos decidir si su obra se va a publicar en formato tradicional, con las consiguientes limitaciones para su difusión, o bien experimentar con las nuevas posibilidades que ofrece internet.
En esta línea, el pasado día 17, el diario El País publicaba un artículo títulado: La era de los escritores fantasma, en el que se hablaba de la crisis de la autoría en las obras de ficción: “las historias interesan más que las firmas que las crean”.
Lo que llamamos la web social: wikis, blogs, etc., permiten el intercambio de opiniones e ideas, y en suma, la participación en el proceso creativo. Para los autores puede ser un reto elaborar obras vivas, en las que se permita participar al lector.
Hernán Casiari, conocido autor de blognovelas, decía en un artículo publicado el mismo día en El País: se trata de hacer un “espectáculo en vivo”, “La blogonovela es mientras ocurre, y en tanto un grupo humano compacto le esté prestando atención”. El autor vaticina que este tipo de relatos cada vez alcanzará más seguidores, porque el contacto directo con los lectores es una fuente inagotable de inspiración. Y el escritor no puede permanecer ajeno a “la más antigua manía del hombre: narrar historias alrededor de la fogata. En la oscuridad fantasmal. Sin rostros, ni nombres, ni apellidos”.
Sobre el Copyleft en la biblioteca: Copyleft : Manual de uso / [Jesús M. González Barahona...et al.]
Susana Corullón