La escritura es un fármaco, que deja las palabras prendidas con alfileres como en una colección de mariposas.
La lengua que usamos viene de un lugar colectivo que los hablantes comparten de forma inconsciente.
¿Y qué pasa con lo que decimos?.
Con las palabras designamos objetos o situaciones que nos llegan a través de los sentidos.
Pero las cosas no son lo que parecen: la materia está formada por átomos y campos magnéticos, tan alejados de lo que vemos como lo pudiera estar cualquier teoría metafísica, y los sentidos están supeditados a la naturaleza de nuestros ojos y oídos.
Además, cada persona tiene unas vivencias distintas, y según éstas interpreta los estímulos que recibe.
El lenguaje tiene que ser ambiguo para que cada uno pueda entender lo que dicen las palabras, según sus recuerdos y sus experiencias. Si las palabras tuvieran que significar lo mismo siempre, la comunicación sería imposible, porque las personas somos diferentes.
¿No es mágico que después de todo nos entendamos?
Un poco de Filosofía del lenguaje en la biblioteca.
También recomendamos leer a Bertrand Russell (pinchar enlaces)
Susana Corullón