Parece que las editoriales españolas empiezan a tomarse en serio publicación de sus fondos en formato digital. Gabriel Celaya en la revista Dosdoce Enumera una serie de cuestiones previas sobre las que los editores tendrían que reflexionar antes de comenzar a hacerlo:
Canales de venta, política de precios, gestión de derechos de autor... En los últimos años internet ha transformado el modelo de negocio de muchas empresas, y las del sector del libro no iban a ser una excepción.
A la hora de lanzar una oferta de libros digitales, las editoriales, especialmente aquellas que editan libros universitarios, deberían contar con sus clientes más fieles: las bibliotecas.
Lo que puede parecer más cómodo para un comprador convencional: adquirir la descarga de un archivo en pdf a través de una página Web, mediante el pago de una cantidad con tarjeta de crédito, para una biblioteca es casi tan difícil como escalar un 8.000. En primer lugar, porque no disponemos de tarjeta de crédito.
Normalmente, cuando se adquiere un libro electrónico, para proteger los derechos de autor, la descarga sólo puede efectuarse en un ordenador. Si la biblioteca lo comprara, el libro sólo se podría leer en un ordenador que estuviera dentro de ésta. Sería como si de repente elimináramos el préstamo a domicilio, y obligáramos a los lectores a venir a leer a la biblioteca. Creo que no era eso.
La mayor parte de los libros electrónicos de la Biblioteca Complutense, pertenecen a la plataforma Ebrary .
Ebrary permite suscribirse a una colección de libros pertenecientes a importantes editoriales, que utilizan la plataforma para distribuir sus textos electrónicos, y ofrece licencias de acceso adaptadas a las necesidades de una biblioteca.
Para leer los libros, es preciso descargar un programa: ebrary Reader, que permite buscar información en el texto completo, además de subrayar, copiar o imprimir fragmentos... y todo, tras identificarnos como usuarios de la UCM, lo podemos hacer desde el ordenador del cuarto de estar.
Estaría muy bien que las editoriales españolas se unieran en un proyecto parecido, empezando por las editoriales universitarias, esas primas lejanas con las que compartimos institución.
Susana Corullón