Empezaré con una opinión controvertida: la estructura narrativa de "Viaje al final de la noche", la obra cumbre de Louis-Ferdinand Céline, me parece defectuosa. Tras la primera mitad del libro hubo momentos en los que casi se me cayó de las manos. Lo que me contuvo fue el lenguaje del autor y las reflexiones tan lúcidas como crueles que hace sobre la condición humana. He entresacado algunas de ellas:
"Mientras no mata, el militar es un niño. Se le distrae con facilidad. No estando acostumbrado a pensar, en cuanto se le habla se ve forzado a realizar esfuerzos abrumadores para intentar entenderte."
"Durante la juventud, a las indiferencias más áridas, a los desprecios más cínicos, se llega a encontrarles excusas de caprichos pasionales y después no sé qué señales de un romanticismo inexperto. Pero más tarde, cuando la vida te ha mostrado todo lo que puede requerir de cautela, de crueldad, de malicia simplemente para ser mantenida a 37 grados, te das cuenta, estás bien situado, para comprender todas las canalladas que contiene un pasado…"
"Dado que no somos más que receptáculos de tripas tibias y mal podridas siempre tendremos problemas con los sentimientos (…) La basura no trata de perdurar ni de crecer. En eso somos mucho más desgraciados que la mierda, este encarnizamiento por perseverar en nuestro estado constituye una tortura increíble.
Decididamente no adoramos nada más divino que nuestro olor. Toda nuestra desgracia viene de que tenemos que seguir siendo Jean, Pierre o Gaston a toda costa, durante años. Nuestro cuerpo, compuesto por moléculas agitadas y banales, se revuelve todo el tiempo contra esta farsa atroz de perdurar. Nuestras moléculas quieren ir a perderse lo más rápido posible en el universo, las pobrecitas. Sufren por ser solamente "nosotros", cornudos del infinito…"
"La gran fatiga de la existencia no es tal vez, en resumen, más que este esfuerzo tremendo por permanecer veinte, cuarenta años, más, razonable, por no ser uno mismo simple, profundamente, es decir, inmundo, atroz, absurdo. La pesadilla de tener que presentar siempre como una especie de pequeño ideal universal, superhombre de la mañana a la noche, el infrahombre claudicante que se nos ha dado."
En resumen, somos colecciones de moléculas, que sólo desean abandonar la promiscuidad impuesta por el epitelio. Somos miserables, interesados sólo en perdurar y tenemos el poco envidiable trabajo de procurar que no se nos note la miseria en nuestra vida cotidiana. Entrañable, ¿verdad?
Tiburcio Samsa