Un flujo de situaciones, promesas, nostalgias revividas, objetos y estilos nuevos, nos seducen en el gran hipermercado de la realidad, y nos mantienen en un estado de cambio constante, buscado con ahínco para sentirnos vivos.
Nuestra máquina se parará algún día, es absurdo pensar en un movimiento infinito. No lo veremos todo, ni lo sabremos todo ¿pero a quién le preocupa eso? El hiperconsumo es una fuente continua de juventud. No es un presente perpetuo, sino del deseo de renovación constante de uno mismo y de la realidad. El pasado interesa, pero nunca repetido, fosilizado, no sentido.
Las tradiciones ya no invitan a su repetición ritual, se venden como objeto nostálgico, avaladas por un valor pretérito, ya no compartido.
La hipermodernidad es integradora: recicla tradiciones, integra vivencias y culturas; todo lo necesario para conseguir la ductilidad necesaria para adaptarse al cambio continuo.
Afortunadamente, según Lipovestky, nuestro patrimonio ético-político se mantiene, y perduran mecanismos de seguridad axiológicos, que impiden una interpretación radical del nihilismo hipermoderno. Sin embargo, es difícil evitar la sensación de no poder nunca escapar de Matrix
Los tiempos hipermodernos / Gilles Lipovetsky y Sébastien Charles ; traducción de Antonio-Prometeo Moya
Susana Corullón