Cádiz y Saint-Malo son ciudades muy parecidas, las dos son islas rodeadas de una muralla, unidas al continente por un estrecho istmo. Saint-Malo fue muy castigada en la II Guerra mundial, pero sus casas reconstruidas reproducen con fidelidad las tradicionales. Como en el caso de Cádiz, se trata de construcciones altas, edificadas con regularidad y simetría en calles estrechas. Nos dice Théophile Gautier en su Viaje a España: "Las casas de Cádiz son mucho más altas que las de las otras ciudades de España, cosa que se explica por la configuración del terreno, estrecho islote unido al continente por una estrecha franja de terreno, y por el deseo de tener una perspectiva sobre el mar. Cada casa parece elevarse curiosamente sobre la punta del pie para mirar por encima del hombro de su vecina, y pasar la cabeza por encima del espeso cinturón de las murallas".
Además de estas similitudes geográficas, los puertos de Cádiz y Saint-Malo tuvieron estrechas relaciones en el siglo XVIII para el control del comercio colonial. Llegó a haber una colonia gaditana en Saint-Malo, y un núcleo de marineros malvinos en Cádiz. Pero además de todas estas coincidencias, si hoy hablamos de Cádiz y Saint-Malo es por la figura de Chateaubriand, oriundo de esta ciudad bretona, que tuvo una especial relación con Cádiz y con los acontecimientos que se desarrollaron en España durante el primer tercio del siglo XIX.
Chateaubriand había pasado por España en 1807 a su regreso de un viaje a Tierra Santa. Podemos considerarle un pionero de los numerosos viajeros europeos que se sintieron atraídos por España durante el siglo XIX: Mérimée, Gautier, George Borrow...La visita a Granada le inspiró la novela "Las aventuras del último Abencerraje". El relato se escribió en 1810, pero no pudo publicarse hasta 1826, porque, según explica el autor en sus Obras Completas, la resistencia del pueblo español a Napoleón era entonces motivo de entusiasmo para muchos en Europa, y no habría sido bien visto publicarlo la Francia de Bonaparte.
Nuestro autor fue distanciándose progresivamente de Napoleón, hasta convertirse en ferviente defensor de la Restauración borbónica. Su idea no era resucitar el despotismo, sino conciliar el antiguo régimen con el espíritu liberal de la Revolución. ¿Cómo explicar entonces su activa participación en el envío a España de los Cien mil hijos de San Luis? «El gran acontecimiento de mi carrera política fue la guerra de España», en palabras del autor.
La Constitución de Cádiz, cuyo bicentenario conmemoramos ahora, reconocía a Fernando VII como rey legítimo, pero pretendía establecer un régimen constitucional basado en los principios liberales. La intervención militar europea fue la consecuencia de los acuerdos entre las potencias para imponer una homogeneidad ideológica en Europa, pero además, desde Francia se vivió como una especie de contrapartida por la invasión napoleónica. Si entonces se había intentado imponer un rey extranjero, ahora se justificaba defender al rey legítimo de sus enemigos liberales. Pero además estaba el interés por mostrar al mundo la recuperación del poderío militar de la Francia de la Restauración, en el mismo escenario en el que los ejércitos napoleónicos habían fracasado.
Más tarde el mismo Chateaubriand lamentaría las consecuencias de esta empresa; "¡Cuántas maldiciones han caído sobre mi cabeza en la mesa de juego en que la Restauración me había colocado! [...] No transcurría día sin que recibiese cartas donde me anunciaban una catástrofe, porque la guerra con España no era popular en Francia ni en Europa. En efecto, no tardó en verificarse mi caída después de mi triunfo en la península"
Tendríamos motivos para ver con malos ojos la figura histórica de Chateaubriand, y sin embargo, su obra y su vida rezuman romanticismo, hasta su tumba en el islote de Saint-Bé, en la bahía de Saint-Malo, un lugar impresionante azotado por las olas del Atlántico.
Las Memorias de ultratumba son la crónica de un siglo, pero no son el testimonio de un vizconde nostálgico de sus privilegios, Chateaubriand es consciente de que la Revolución fue una conquista necesaria.
Como escribe Alfred de Musset en "La confesión de un hijo del siglo": "La enfermedad toda del presente siglo proviene de dos causas: el pueblo que ha pasado por 1793 y por 1815 lleva dos heridas en el corazón. Todo lo que existía ya no existe, lo que existirá no ha llegado aún. No busquéis en otra parte el secreto de nuestros males"
Leer estas palabras doscientos años después, cuando la crisis va minando todo lo que hasta ahora consideramos seguro, no deja de estremecernos.
Para conmemorar el aniversario de la Constitución de 1812, invitamos a todos a visitar la exposición bibliográfica que puede verse estos días en la biblioteca.