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Hasta que la muerte nos separe

Susana Corullón 4 de Octubre de 2012 a las 10:42 h

Hace unas semanas, leíamos en la prensa,  que el actor Bruce Willis pensaba demandar a Apple, porque no iba a poder dejar a sus hijas su colección digital de música cuando falleciera. Parece que la noticia no era del todo cierta, pero el asunto despertó bastante revuelo durante unos días.

Los intelectuales empezaron a citar a Bauman y a Rifkin, y a hablar de un nuevo modelo de adquisición: en el mundo digital no se paga por poseer, sino por usar. Adquirimos contenidos, no soportes, pero tan etéreo material no flota en el aire para todos, como lo hacían las antiguas tradiciones orales. Para Antonio Rodríguez de las Heras, lo digital es una especie de cuña entra la palabra oral y la escritura. Debido a  sus posibilidades casi infinitas para burlar el tiempo y el espacio, lo digital ejerce una influencia perturbadora sobre el mundo analógico, que en palabras del autor se reblandece y cede ante su hechizo.

Pero aunque nos pese, como apunta José Luis Pardo, "aún no nos hemos convertido en páginas de Facebook", y nuestros ordenadores siguen conectados a una impresora "esa cosa mecánica, ruidosa y terrible que siempre se estropea cuando lo virtual se dispone a desembocar en lo real".

Todo sueño tiene su contrapartida, y aquí nada es gratis. Está claro que Appel y Amazon piensan en su negocio, pero incluso cualquier iniciativa desinteresada en la red necesita de una infraestructura externa: proveedores de servicios, empresas de telecomunicaciones... por más que queramos, el ciberespacio no es nuestro espacio. Cualquier utopía de ciencia ficción pasa por la tecnología y la manipulación de lo natural, y nadie garantiza que vayan a estar al alcance de todos.

Pero no se trata de ser apocalípticos, ni de añorar el reino de los objetos. La sociedad que por un lado nos inunda de objetos de usar y tirar, por otro lado, nos vende una vida futura en escenarios asépticos para los que Ikea ya está diseñando estanterías sin profundidad. Seguramente, muchos herederos verían como una liberación no tener que lidiar con el resultado material de la vida de su padre. Según las nuevas reglas del mercado, con él se irá toda su identidad digital en la que estarán incluidas sus posesiones. Ni siquiera cenizas deja la tecla delete, después de suprimir cualquier cantidad de bytes.

Prometimos no ser apocalípticos, pero tampoco entusiastas, porque hay algo en ese modelo que tampoco convence. Machado se marchó ligero de equipaje, porque son pocas las cosas que realmente se necesitan para vivir. Tal vez fuera mejor poder restaurar el diálogo con los objetos: tener poco y saberlo apreciar, y por supuesto, poder dejar a los que nos sigan, algún objeto en el que quede algo de nosotros.

Imagen de la 8ª Liberación Masiva Vallisoletana de Libros (Tomada de la Web de IU de Valladolid)

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