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Funcionarios

Susana Corullón 11 de Mayo de 2009 a las 11:38 h

Ya sé que últimamente no se oye hablar muy bien de ellos , pero a los antiguos chinos les encantaban los funcionarios.

Los numerosos dioses taoístas tenían cada uno un palacio con numerosas oficinas donde  dioses y funcionarios divinos trabajaban codo con codo. Sólo en el primer palacio celeste, el de la Tenuidad Púrpura había 55.555 miríadas de funcionarios. Si una miríada equivale a 10.000, produce vértigo imaginar la cantidad de funcionarios que trabajarían en cada uno de los palacios distribuidos en los 81 niveles de los cielos. Estos dioses no gobernaban el mundo propiamente, sólo eran los empleados de una inmensa administración. Su trabajo consistía nada más sólo en mover el engranaje de una maquinaria colosal que funcionaba sola. Las cosas iban bien por sí mismas, y si alguna vez ocurría una catástrofe la culpa era toda de los hombres, que son los únicos con la competencia de meter la pata.

 Semejantes a los divinos, también los funcionarios del mundo real tenían una importancia clave en la sociedad, aunque por supuesto, no eran tan numerosos. La sociedad china antigua se estructuraba alrededor de los señoríos, muy parecidos a las polis griegas, con unas creencias religiosas basadas en la estrecha solidaridad entre los súbditos y el señor, que actuaba como intermediario entre el pueblo y los asuntos divinos.

Con el tiempo los pequeños señoríos se fundieron en otros más grandes y estos en principados, para terminar uniéndose todos en un inmenso imperio. La sociedad se volvió más compleja y entre los patricios y los plebeyos surgió una nueva clase, la de los escribas, nobles en origen pero pobres.

 En un principio, la administración de los territorios se entregaba a familiares de los príncipes, pero los resultados no eran buenos y además siempre es un peligro alimentar la ambición de los parientes. Se empezó entonces a buscar empleados dóciles, fiables, dignos de confianza y que fueran capaces de redactar documentos administrativos en una lengua extremadamente difícil. En la China de los siglos XI al V a.d.C. cada palabra se escribía con un signo especial. Los antiguos diccionarios llegan a  recoger hasta 10.000 caracteres diferentes.

Los administradores funcionarios se reclutaban entre descendientes lejanos de los señores, ahora empobrecidos, demasiado humildes para aspirar a ocupar cargos en la corte y hacer sombra a los príncipes. A esta clase pertenecieron sabios de la talla de Confucio, Mencio, Xun Zi, Mozi o Zuang Zi.

Algunos de ellos, obligados a ocuparse de asuntos administrativos, teorizaron sobre las doctrinas del buen gobierno. Los que no conseguían hacer una carrera administrativa, como fue el caso de Confucio, fundaron escuelas para enseñar a las nuevas generaciones como convertirse en consejeros del soberano mediante el cultivo de las virtudes. Soñaban con una sociedad en la que los consejeros de los soberanos fueran elegidos por sus propios méritos. El rey tenía que elegir a sus ministros mediante la prueba de las nueve virtudes: Quien practica 3 es capaz de organizar su familia, 6 el estado y 9 el mundo en su totalidad. Y para hacernos una idea de lo que entendían por virtud. El carácter que representa la palabra significa algo así como "caminar con el corazón como si diez ojos te observaran".

Susana Corullón

El taoísmo y las religiones chinas / Henri Maspero ; prefacio de Max Kaltenmark ; tradución de Pilar González España y Rosa María López

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