Parece que a pesar de la crisis, el libro sigue siendo un valor en alza. Leer se vive como un refugio individual desde el que combatir la inestabilidad del presente. Una alternativa privada y barata al ocio compartido y multitudinario, la posibilidad de robar unos minutos para nosotros a la vorágine mediática y ruidosa en la que nos movemos.
Pero a pesar de la soledad de nuestro rincón de lectura, leer es básicamente un ejercicio social. Además de entretener, los autores encandilan al lector, fecundan su imaginación y su conciencia con ideas e imágenes que lo sitúan en un escenario vital colectivo sin necesidad de salir de casa.
De hecho, el lado social de la lectura ha empezado mucho antes, en el momento en que el lector ha elegido un libro en vez de otro para ocupar su tiempo, cuando las voces de los clásicos, u otras mil voces le han susurrado al oído que allí podría encontrar lo que buscaba. Y la verdadera novedad, es que el universo se ha abierto a todo un torrente de voces que no serán académicas ni contrastadas, pero que tienen la frescura de lo que pasa por la calle.
Que es bueno leer lo sabemos todos, lo hemos oído mil veces y ya suena vacío. Leer por leer no es suficiente, hay que amar los libros, valorarlos, movernos entre ellos, buscarnos en ellos. Y es por eso que los bibliotecarios nos hemos hecho blogueros.
Desde un conocido blog nos llegaba hace poco este grito de guerra: "No le digas a mi madre que soy blogger". El autor del post se hacía eco de las palabras de Juan Luis Cebrián en una conferencia: los que escriben blogs cuentan "la primera cosa que se les pasa por la cabeza, sin contrastarla". Es verdad que en Internet hay mucha basura, pero también hay buenos blogueros, que ha leído mucho antes de escribir sobre algo, y lo que da valor y frescura a su aportación es precisamente que su esfuerzo sea libre y desinteresado.
La información de los periódicos, como los blogs corporativos, tiene algo de estándar y unidireccional. En palabras de nuestro bloguero, en los medios tradicionales: "El Conocimiento le habla a la Ignorancia. Y, ¿a quién diablos le puede importar la opinión que tenga la Ignorancia sobre nada? Lejos de este concepto, muchos blogs crean comunidad y se perfeccionan a través de las aportaciones de los paseantes que los visitan."
En este mundo académico de lenguaje cuidado y de meticulosos argumentos contrastados, el bibliotecario-bloguero ofrece la humildad de la ocurrencia del aficionado de la que hablaba Max Weber, la intuición del lector apasionado, y a veces la inspiración del buscador de tesoros.
Susana Corullón