Ayer tuvimos nuestra cita con la poesía sonriente. Se habló sobre el humor, se leyeron poemas y sobre todo, pasamos un rato muy agradable.
Queremos expresar nuestro agradecimiento al profesor José María Prieto, por haber sido el artífice de la idea y organizador del acto, y a los poetas Luis Suarez, Antonio Capilla, Alex Prada y Pepe Ramos, que nos acompañaron y nos alegraron con sus poemas.
Y estos son los poemas más sonrientes que fueron elegidos en las cuatro categorías:
Francisco de Quevedo (1580-1645)
A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ
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Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísmo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
Alfonso Sastre
Al retrete de mi celda
203
Tú, desnudo retrete, retreteas
la poca habitación en que ahora habito.
Por más que me separo no la evito
y si yo en ti me cago tú la meas.
Me molestas y no por lo que hagas
más tu loza en mi gozo se entromete.
¡Ay por tu culpa vivo en un retrete!
(Puedo orinar en ti mas tú la cagas).
Yo quisiera tenerte y no tenerte:
tenerte para encima no cagarme
y no tenerte, o sea, haber la suerte
de, al ser esto un retrete, yo ausentarme.
Pero la sola forma de no verte
es sobre ti, con decisión, sentarme
Bill Collins, 1941, norteamericano - 301
Otra razón del porqué no tengo pistola en casa
No cesará de ladrar el perro de los vecinos,
rítmico ladrido, el mismo agudo ladra
el que ladra cada vez que ellos salen
de casa, de seguro lo enchufan al salir.
No dejará de ladrar el perro de los vecinos.
Cierro todas y cada una de las ventanas de la casa
y pongo una sinfonía de Beethoven a todo volumen
pero no puedo dejar de oírlo en sordina bajo la música,
ladrando, ladrando, ladrando,
y puedo verlo ahora sentado entre la orquesta,
su cabeza levantada, hay confianza, como si Beethoven
hubiera incluido una parte para perro ladrando.
Cuando el disco finalmente acaba él
sigue todavía ladrando, sentado allí
en la sección de oboes ladrando,
sus ojos fijos en el director
que lo entretiene con su batuta
mientras tanto los otros músicos escuchan
con respetuoso silencio el afamado "solo
para perro ladrando", esa coda sin fin
que dejó consagrado a Beethoven
como un genio grande e innovador.
(Versión de Luis González de Alba y José M. Prieto)
Pepe Ramos
Ausencia de ti
409
Que se te muera el perro.
Que te deje de hablar la peña
y que tu hermana
vuelva a la secta.
Que te despidan.
Que te escriban puta en el coche,
que tu madre se haga ludópata,
que te fallen los frenos y la píldora,
que tengas resaca siempre
y que no me olvides nunca.