Para empezar el año 2013, la revista Quercus nos ofrece un excelente reportaje sobre la presencia de la naturaleza en general y los animales en particular en la pintura europea  desde el siglo XV.

El autor del artículo, Arturo Valedor de Lozoya, inicia su recorrido aludiendo a la presencia animal en los artistas del Paleolítico, Roma o los monjes medievales, entre otros.

Pero es a partir del Quatrocento, de la mano de Giovannino de Grassi y su "cuaderno de apuntes -taccuino- de la Historia Natural", cuando los animales empiezan a representarse profusamente en la pintura europea. Destaca Grassi por sus imágenes de mamíferos salvajes y domésticos, entre ellos el guepardo, así como diversas aves, aunque no debe olvidarse a Antonio Pisano o Japoco Bellini.

Sin embargo, hay grandes pintores que, por su calidad y belleza, merecen una mención aparte: el gran Leonardo y Alberto Durero. Tuvieron una enorme curiosidad por conocer la naturaleza como fuente inagotable de belleza. Nos dice el autor que "ambos creían que el estudio de sus criaturas era un paso obligado para comprender lo universal y consideraban a la pintura como un instrumento para ello".

Asombrosos son los estudios anatómicos de Leonardo, los estudios de pájaros en vuelo, sus miles de anotaciones sobre nubes, plantas, efectos del agua, etc. Misteriosa, al menos, la aparición de un buitre en su pintura La Sagrada Familia -Museo del Louvre- (descubierta hace pocas décadas, la silueta del buitre se percibe en el manto azul de la Virgen).

Asimismo, Durero es una enciclopedia visual de la naturaleza: paisajes, rocas, plantas y muchos animales. Siguiendo la costumbre del gótico tardío, Durero suele incluir la figura de una animal en las imágenes de la Virgen. Su pasión por la naturaleza le llevó a viajar para descubrir nuevos paisajes. En cierta ocasión se desplazó a las costas de Zelanda al enterarse de que una ballena había varado allí. En pleno invierno viajó primero en caballo y luego en barco para retratarla. Su famoso grabado a pluma del rinoceronte indio tiene la curiosa peculiaridad de que Durero nunca vio ninguno.

Basta observar la tabla central del tríptico El Jardín de las Delicias para darse cuenta de que El Bosco fue también un pionero en el retrato de animales. Con un poco de detenimiento, podemos descubrir una enorme colección de aves europeas en ella: martín pescador, petirrojo, jilguero, abubilla, críalo, pito real, cárabo, azulones, búho chico, carbonero común, arrendajo, garza real... La tabla de la izquierda está repleta de mamíferos exóticos. El Bosco es el pintor más simbólico. Cada animal representa algo; nada carece de sentido.

Explica el autor del artículo que los monstruos zoomórficos que El Bosco pintaba tuvieron su origen en las alucinaciones producidas por una enfermedad que padeció el pintor (ignis sacer o fuego sagrado); hoy esa enfermedad es llamada ergotismo y sabemos que está producida por un hongo, el cornezuelo del centeno. Hubo auténticas epidemias de esta enfermedad en la época. En París, en 1418, la enfermedad mató a 50.000 personas. Muchas imágenes de El Bosco se explican por  la probable afección de una forma menor de ergotismo.

El artículo habla también de Lucas Crancah, Bassano (uno de los pocos pintores católicos que incluyeron algún animal en sus obras), de los pintores de la corte del peculiar emperador Rodolfo II, de Jan Brueghel, Savery y otros.

Fuente: Quercus. Cuaderno 323/Enero 2013

En el Museo Nacional del Prado es posible contemplar algunas de las obras que cita el autor del artículo. Os invitamos a leer el artículo y os animamos a ver con detalle las figuras zoomórficas de El Bosco, el Concierto de aves de Snyders, o Los cuatro elementos  de Brueghel (entre muchas otras) en el Prado.