Agradecemos a Juan Ignacio Palacio Morena, economista que ha estado vinculado a esta Facultad como docente, su colaboración en nuestro blog. Este artículo se publicó originalmente en el blog Entreparéntesis
Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el paro es el problema que más preocupa a los españoles. Le siguen la corrupción y el fraude, y los problemas de índole económica. Cuando se pregunta cuál es el problema que más afecta personalmente, el paro sigue siendo el más importante, aunque se reduce el porcentaje en 34 puntos. Como ocurre con otros problemas sociales, la inquietud y la implicación de cada uno varían enormemente según la situación personal y las circunstancias del país y del mundo en cada momento. Hemos asociado el desempleo a la crisis actual. Sin embargo, España ha tenido siempre una tasa de paro superior a la media europea, si tomamos como referencia el momento de instauración del sistema democrático, que a su vez ha estado por encima de la de Estados Unidos. En veinte de esos treinta y seis años ha oscilado en torno al doble de dicha media (gráfico). Y con la excepción de los dos últimos años, en que Grecia nos ha superado, España ha sido el país con la tasa de paro más elevada de Europa y la OCDE.
El paro se ha hecho más dramático con la crisis no sólo porque afecta a un mayor porcentaje de la población, sino porque hay más familias con problemas económicos, y al mismo tiempo sale a la luz el enriquecimiento de muchos asociado a la corrupción. En cualquier caso, situaciones como la de Grecia nos llevan a considerar que ahora no somos los que peor estamos. Por otro lado, el desempleo masivo ha favorecido que se reduzcan los salarios y las rentas de muchos pequeños empresarios, y que aumenten los beneficios de numerosas empresas, especialmente de las de mayor tamaño. Esto nos indica claramente que el paro no afecta a todos por igual y que hay incluso quien se beneficia de ello. El repunte en el empleo del último año va asociado a un aumento de la proporción de puestos de trabajo de carácter precario, temporales, a tiempo parcial y de bajos salarios.
Esta recuperación del empleo no cabe duda de que a corto plazo supone una mejora. Incluso a pesar de que persiste una gran desigualdad con todavía un elevado desempleo y una tendencia a que crezcan las diferencias en las remuneraciones. La duda que surge es si este tipo de crecimiento es sostenible durante un tiempo prolongado. La experiencia demuestra que en las fases de expansión anteriores se ha creado empleo a costa de un freno en la progresión de la productividad. Cuando aumenta el desfase en la evolución de la productividad respecto a otros países la competitividad se deteriora. De ahí que vuelva a aparecer una tendencia al aumento del déficit exterior y el endeudamiento externo
Se reproduce así un modelo de crecimiento que se apoya en la reducción de costes laborales como forma de intentar frenar la caída del empleo y su posterior recuperación, en vez de en el fomento de la innovación propia mediante una mayor competencia y una mejora de la cualificación y las condiciones de trabajo que estimulen la productividad. Un modelo diferente requiere introducir mayor competencia en los mercados, mediante una adecuada regulación de los mismos, como forma de aumentar la demanda de trabajo; y una reforma del sistema educativo que ayude, entre otras cosas, a ajustar la oferta de trabajo a dicha demanda. Así lo he escrito hace poco con más detalle en Áreas y más brevemente en Argumentos Socialistas. Ambas cuestiones requieren un mayor desarrollo que será el objeto de próximas aportaciones.