Dentro del ciclo de conferencias de la Facultad y con el título "Los retos de la transición energética" tuvo lugar, el pasado 20 de febrero, la intervención del profesor Diego Rodríguez Rodríguez, catedrático de nuestra Facultad, que ha sido consejero de la CNMC y miembro de la Comisión de Expertos sobre Escenarios de Transición Energética entre otras muchas actividades.
Comenzó su intervención señalando que los retos de esta transición, a diario en los medios de comunicación, son complejos por la cantidad de factores que hay que analizar, entre los cuales él se centró en lo siguiente: el porqué de la transición energética, la regulación de la energía en la UE, el papel de la tecnología, la fiscalidad, el papel de los mercados, la demanda y el transporte.
En primer lugar conocemos exactamente el porqué, cuál es el problema, que no es otro que el cambio climático, motivo reconocido por toda la comunidad científica, ya que se ha observado que desde el periodo preindustrial la temperatura media global se ha incrementado en 1°C.
Esto es lo ocurrido hasta ahora, pero se trata de ver que va a pasar a futuro puesto que hay una evidencia sólida que prevé, con una elevada probabilidad, un incremento de medio grado en la próxima década. El origen está identificado en la emisión de gases de efecto invernadero, CO2 entre otros, cuyas emisiones tienen efectos acumulativos e incrementos persistentes. Además, con el Protocolo de Kyoto, a partir del cual se han adoptado estándares mundiales para recoger las mediciones usando la misma metodología, se ha previsto un escenario de incremento de 1°C de temperatura media incluso en el caso de que se paralizaran por completo las emisiones.
El CO2 que se emite a la atmosfera se puede medir por la identidad de Kaya, expresión matemática en la que intervienen cuatro variables: población, PIB, intensidad energética e intensidad de emisiones. En concordancia con esta fórmula vemos que la situación de Europa frente a países de otras regiones del mundo es completamente divergente. Para amortiguar los efectos a futuro habrá pues que intervenir sobre las dos últimas variables de la identidad que son aquellas que realmente podemos modificar.
En la Unión Europea y España tenemos datos sólidos que indican que desde los años 90 hemos reducido las emisiones en más de 1.000 millones de toneladas, pero para cumplir el Acuerdo de Paris hará falta reducir las emisiones un 85%, objetivo exigente y difícil de cumplir aun contando con una fuerte intervención de las administraciones públicas.
La regulación de la UE en los últimos veinte años ha cubierto los tres aspectos que afectan al sector: los mercados (en lo que se refiere a liberalización e incrementos de eficiencia), la seguridad de suministro (con diversificación de fuentes de generación, capacidad y calidad), y el cambio climático, elemento que ha tenido más peso en los últimos tiempos, tras unas décadas de estar claramente subordinado a los otros dos. Ahora con el informe "Energía limpia para todos los europeos" se ha añadido un paquete de medidas contra el cambio climático que prácticamente ya se ha cumplido en su totalidad.
Dentro de estas medidas hay un compromiso de reducción de emisiones en un 40% para 2030, el 32% de la energía deberá provenir de energías renovables, se refuerzan nuevas figuras como los agregadores energéticos y se añaden también medidas más exigentes para el transporte y la calefacción.
Los agentes de generación compiten entre sí y todo lo que se vaya a hacer a partir de ahora estará vinculado a la descarbonización, lo que conlleva de forma natural la electrificación, aunque en la actualidad la electricidad solo represente la cuarta parte del consumo energético. Además a partir de ahora va a tener un mayor peso la gestión de la demanda y se introducirá cada vez más la generación distribuida. El mix energético es diferente según países y por tanto son también diferentes los objetivos nacionales, así en España se reducirá el carbón, pero el ciclo de gas se deberá mantener y la generación nuclear cerrará de forma ordenada. Conforme a todo ello el próximo viernes se presentará en Consejo de Ministros la Propuesta de Ley de cambio climático.
En todos estos procesos la tecnología va a influir mucho y bien, las instalaciones serán eléctricas y provenientes de renovables, a lo que ha de contribuir el desplome de precios de las tecnologías (paneles solares, etc.). Por ello se puede considerar que las renovables van a entrar solas, el problema será como gestionar el flujo de entrada ya que las oscilaciones se deberán cubrir con otras energías de fuentes no renovables. Las consecuencias van a ser importantes y afectaran a las dinámicas empresariales, mientras que la actuación pública planificada afectará solo a la red de transporte y a corregir los propios fallos del regulador.
La fiscalidad es un factor clave para la transición, pero complicado de regular. Su situación actual es desordenada y algunos sectores están tratados de forma discriminatoria. Se trata además de un aspecto acerca del que existe una enorme sensiblidad social, como lo han demostrado las últimas movilizaciones en contra de la subida del precio de los combustibles fósiles.
En lo referente a los mercados, no existe un mercado puramente español, el mercado es europeo y EUPHEMIA es el algoritmo común que determina los precios diarios de energía para toda Europa.
La situación de la demanda en Europa está desacoplada del PIB, decreciendo gracias a la eficiencia energética y a las mejoras tecnológicas. Será muy importante a futuro la gestión de la demanda efectiva y una regulación que tenga en cuenta el principio de equidad y el impacto social.
El transporte, por último, es actualmente el principal agente emisor y ha tenido peor evolución. Sin embargo, también el desplome de los precios de las nuevas tecnologías, como está ocurriendo en el caso de las baterías, hará que la transición se produzca de forma natural, lo que va a suponer nuevos retos regulatorios.
En resumen, se trata de una transición complicada, con importantes costes, en la que será prioritario minimizar el impacto social y que, ante todo, exige prudencia.
Una vez terminada la intervención del prof. Rodríguez se abrió un turno de preguntas en el que se plantearon diferentes cuestiones relativas a la gestión de residuos y emisiones del transporte.