Este último mes de octubre ha celebrado Alemania el vigésimo aniversario de su reunificación. Menos de un año antes, cayó el muro de Berlín (Videocollage con ocasión de la conmemoración de los 20 años de la caída del Muro de Berlín )y, con él, se vino abajo todo el universo de la Unión soviética y sus satélites, en un movimiento tan asombroso y con unas consecuencias tan inmensas para millones de personas que podemos decir, sin exageración, que una nueva era daba comienzo en la historia.
Veinte años después, Alemania ha logrado fagocitar a su mitad oriental y, con ella, a los dieciséis millones de sus habitantes.
Todo el proceso de la reunificación era conocido en sus grandes líneas, pero con la desclasificación, por parte del Ministerio de Asuntos exteriores de Alemania, de miles de documentos diplomáticos de la época, se tiene ahora una visión mucho más exacta de aquél año que cambió la historia. A estos documentos tuvo acceso la revista alemana Der Spiegel, y su consulta dio lugar, entre otras publicaciones, a la serie de artículos titulada, en su versión inglesa. (Wiegrefe , Klaus "Germany unlikely diplomatic triumph: An inside look at the reunification negotiations". Spiegel On line, 29-09-2010)
Los antecedentes son de sobra conocidos, el sindicato polaco Solidaridad, las reformas -o tentativas de reformas- de Gorbachev, las dificultades económicas de la URSS y la imposibilidad de esta última de seguir el ritmo armamentístico de los Estados Unidos. En realidad, la URSS entera estaba al borde de la bancarrota y vio en la reunificación la posibilidad de salir del aprieto.
Vistas las cosas "a toro pasado", parece que, con la caída del muro, la eventual reunificación alemana caía por su propio peso, pero el hecho es que nadie creía en ella y, sobre todo, nadie la deseaba. Nadie, salvo los alemanes.
Larga es la lista de mandatarios que no le pusieron buena cara a la idea, empezando por Thatcher -que había recibido en Londres las bombas alemanas-, Mitterrand -que desconfiaba del poder de una Alemania unida-, Giulio Andreotti, Ruud Lubers, etc. En realidad, casi nadie se alegraba con el asunto. Una excepción notable fue la de Felipe González, que llamó personalmente a Helmut Kohl para apoyarle.
El caso es que la reunificación de Alemania afectaba a demasiados intereses y desequilibraba demasiadas fuerzas. Porque no era sólo Alemania, era la OTAN. Alemania era la zona cero de la Guerra fría; a cada lado del muro se enfrentaban las dos grandes potencias, con enormes fuerzas de ambos lados, incluidas armas nucleares.
Durante todo el año transcurrido desde la caída del muro hasta la firma del tratado de acceso de la Alemania del Este a la República Federal, el 3 de octubre de 1990, se sucedieron las reuniones entre los mandatarios y ministros de las potencias aliadas y de las dos Alemanias. Poco a poco, tanto Gorbachev como los representantes de las otras tres potencias fueron resignándose a lo inevitable. Realmente, Gorbachev, con el abandono de la política de injerencia en los países del pacto de Varsovia, había firmado, en la práctica, el decreto de su disolución. ABC Internacional. 2010, 3 diciembre.)
Las manifestaciones tras el telón de acero se sucedían, las fronteras se iban abriendo y en Alemania oriental, particularmente, empezaron las manifestaciones de los lunes en Leipzig, ejemplo de voluntad pacífica y de contención.
Finalmente, el principio de la reunificación fue aceptado por Gorbachev en mayo de 1990 y dieron entonces comienzo las conversaciones, de carácter económico y político, que acabarían con el tratado de reunificación del 3 de octubre.
Después de la euforia, naturalmente, vino la realidad, esa que las películas de antes con "happy end" no nos mostraban. El coste de la reunificación fue colosal, con esas cifras tan mareantes que resulta facilísimo ponerles o quitarles ceros de tan ajenas que nos parecen.
La tarea con la que se encontró Kohl en 1990 superó lo imaginable. Aunque Alemania del Este estuvo siempre por encima de sus vecinos orientales en productividad e infraestructuras, la comparación con uno de los países más desarrollados del mundo no podía ofrecer una imagen más lamentable. Por otra parte, la labor, sin precedente en la historia, se tuvo que hacer respetando unas prioridades que no siempre pudieron ser únicamente económicas (Zschiesche Sánchez, Juan. Reunificación Alemana: aproximación a las consecuencias económicas y sociales para los Länder Orientales. Papeles del Este. 5(2003): 1-24)
Se introdujo el marco occidental aún antes de la reunificación. En un principio, el cambio no fue a la paridad con el marco oriental, pero como ello producía enormes desigualdades con el Oeste, se acabó aceptando la paridad de ambas monedas. Ello dio enormes posibilidades de consumo a los alemanes del Este pero, mismo tiempo, destruyó completamente la competitividad de sus empresas, con unos costos laborales enormes para una productividad baja. Ello desanimó a los posibles inversores extranjeros -que tampoco eran vistos con buenos ojos-, pues Alemania quería conservar el control económico de sus nuevos territorios.
Toda la reconversión, las nuevas infraestructuras, la absorción por la Seguridad Social de todos los nuevos ciudadanos, todo ello supuso unos enormes gastos, y los resultados no se dejaron ver en muchos años. Las cifras macroeconómicas doblaron en los primeros cinco años, pero luego se estancaron, arrastrando al Oeste a una crisis importante en los años 90. Sin embargo, las cifras volvieron a mejorar a partir del 2000 llegándose, en 2008, a unos niveles que ponen a la Alemania del Este en unos valores similares a los del Oeste en 1991, o, lo que es lo mismo, que los Länder del Este tienen ahora un PIB per capita del 70% del de los Länder occidentales y una productividad del 75%. Según la OCDE, Alemania del Este habrá alcanzado el 80% del PIB per capita del Oeste en 2020 ("The east German economy 20 years after the fall of the Wall", in OECD Economic Surveys : Germany 2010, pp. 25-27.)
En Europa se está ya saliendo de la crisis, salvo el caso de España, como es bien sabido. Alemania, sin embargo, salió antes, ya en 2009. En 2010 rondará el 2% de crecimiento y, lo que es infinitamente más importante, ha recobrado ya e incluso superado su nivel de empleo anterior a la crisis ("Glänzender Arbeitsmarkt Deutschanland feiert sein Jobwunder". Spiegel On line. 03-11-2010.)
Este último dato asombra por lo positivo y por la rapidez en alcanzarlo. Ha sido posible gracias en parte a una reforma laboral iniciada por el anterior ejecutivo socialista (la llamada "Agenda 2010" de Schröder) pero también, y quizá principalmente, por una gestión conservadora que hizo que las empresas redujeran al mínimo los despidos disminuyendo las capacidades sin sacrificar mano de obra. La reforma laboral, por su parte, amplió los empleos de jornada reducida, mejoró las agencias de empleo estatales y permitió las agencias privadas.
Sea como fuere, los alemanes nos han vuelto a obsequiar con uno de sus "milagros". Bien haríamos en imitarles.