El Alphabetum Tibetanum de Antonio Agostino Giorgi (1711-1797) es un compendio del conocimiento que se tenía en occidente en el siglo XVIII, de la cultura, la lengua y la religión tibetana (Alphabetum Tibetanum missionum apostolicarum commodo editum. Romae : typis Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, 1762. BH DER 14467). Fue una obra auspiciada por el Vaticano y publicada a través del organismo encargado de la propagación de la fe católica, la Sacra Congregatio de Propaganda Fide (fundada en 1622), con el objetivo de servir de instrumento auxiliar para los misioneros que viajaban a Oriente. El resultado final es un magnífico in-folio de más de 800 páginas, en cuya confección se tuvieron que abrir tipos con letras tibetanas y algunos grabados de imágenes que nunca hasta entonces se habían visto en Europa. No hay que olvidar que la actividad impresora de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide había comenzado en 1626 y llego a adquirir una calidad admirable en la impresión de tipografías de diferentes lenguas, creando más de 50 alfabetos tanto de escrituras latinas como no latinas.
El autor de la obra, Agostino Antonio Giorgi, fue un brillante erudito agustino, especialista en lenguas antiguas y orientales que desde el año 1752, y durante 45 años hasta su muerte, ocupó el cargo de director de la Bibliotheca Angelica de la orden de los agustinos, una de las grandes bibliotecas de su época. En 1764 fue, además, nombrado Procurador general de la Orden.
Para escribir el Alphabetum Tibetanum Giorgi se basó en alguna de las fuentes que sobre el Tíbet se podían encontrar en la Roma de mediados del siglo XVIII. Por un lado, los archivos de los misioneros capuchinos que fueron enviados al Tíbet por la Sacra Congregatio de Propaganda Fide en 1703 y cuya misión fue prohibida en 1745. Los primeros misioneros que fueron al Tíbet en el siglo XVII habían sido jesuitas, dirigidos por el padre Andrade, y parte de la información que trajeron apareció en las cartas apostólicas de los jesuitas y en alguna obra recopilatoria como la China monumentis de Athanasius Kircher. Pero en el siglo XVIII los capuchinos, protegidos por los aires antijesuitas que se vivían en la jerarquía romana, consiguieron ganarle la partida misionera en esta zona a los jesuitas, y el último de ellos, Hipolito Desideri, tuvo que salir de Lhasa en 1721. Al parecer, Giorgi utilizó para su obra especialmente los diarios y relaciones de los capuchinos Cassiano da Macerata y de Orazio da Pennabilli, que vivieron varios años en Lhasa, y aprendieron tibetano con el abad del monasterio de Sera. El nombre del jesuita Hipolito Desideri no aparece en toda la obra lo que es señal de exclusión intencionada puesto que él fue el mayor conocedor de la cultura tibetana de su tiempo. A pesar de esta ausencia, parte de su obra aparece en el Alphabetum Tibetanum a través de la información que de Desideri incluyeron en sus respectivas obras tanto Macerata como Pennabilli.
La primera y más extensa parte de la obra trata de la religión budista, de la historia y de la cultura del Tíbet. El argumento principal de Giorgi es intentar demostrar que la religión tibetana deriva de la herejía maniquea que llegó al Tíbet en el primer siglo del cristianismo y que se fusionó con otras creencias más antiguas dando lugar al actual budismo. Para Giorgi, la figura de Buda es una fusión de dos budas, uno "viejo" creado a partir del Osiris egipcio y otros mitos griegos antiguos que hablan de un dios nacido de una virgen, y otro Buda "nuevo" que es, realmente, la figura de Cristo distorsionada por los primeros cristianos heterodoxos, gnósticos y maniqueos. Con estas teorías y a pesar de todos sus errores conceptuales, Giorgio anticipó, de alguna manera, la existencia de elementos iranios (zoroástricos), egipcios y maniqueos en el budismo tibetano que luego han argumentado otros tibetólogos contemporáneos como el alemán Siegbert Hummel o el italiano Giuseppe Tucci. Incluye un breve estudio del mantra «om ma-ni pad-me hum».
La segunda parte de la obra trata de la lengua, comenzando con un interesante capítulo sobre los instrumentos escriptorios tibetanos, el arte tipográfico a partir de planchas de madera, y la forma de los libros, de tipo pothi. A continuación sigue con la ortografía y el alfabeto propiamente dicho (consonantes, vocales, acentos, etc.).
Son muy interesantes el resto de las ilustraciones incluidas en el Alphabetum tibetanum y tienen un enorme valor puesto que se convierten en testimonios de un mundo, el tibetano y budista, que se veía casi por primera vez en Europa. Se incluyen grabados xilográficos insertados en el texto como una flor de loto (p. 193), un laberinto (p. 431), una stupa túmulo con sentido funerario (p. 437) o la planta de un templo de Lhasa (pudiera ser el Jhokang). Además, en grandes grabados calcográficos aparecen otras ilustraciones con mucho detalle como una procesión religiosa con motivo de las fiestas del año nuevo en Gyantse, un mandala con el Cosmograma, la Rueda de la existencia que ilustra el apartado dedicado al Cyclus Transmigrationum o Ciclo de la Reeencarnación, objetos rituales, divinidades del panteón budistas con lamas y laicos, etc. Algunos de los grabados aparecen firmados por un pintor tibetano, Yontén Lharipà, algo muy infrecuente dado el anonimato de este tipo de obras en las que el arte se supedita a la religión y no suele conocerse los nombres de los artistas. El diseño de algunos grabados es de Paolo Antonio Ciccolini, y el grabador fue Alessio Giardoni. La mayoría se debieron grabar basándose en los dibujos previos o las descripciones que hicieron los misioneros, pero otros claramente están copiados a la perfección de algún original tibetano que, quizás, los misioneros llevaron consigo, como la Rueda de la Vida.
Fue el primer libro impreso en el que aparecieron caracteres tibetanos impresos con tipos móviles, abiertos en 1738 por Antonio Fantauzzi, siguiendo los dibujos de Orazio da Pennabilli. Se caracteriza por ser una tipografía algo desproporcionada y su originalidad estriba en que nunca en la historia del Tíbet se habían usado, ni se usarían en los siglos siguientes los tipos móviles, pues la tipografía se ha basado siempre en la utilización de planchas xilográficas (conocidas al menos desde el siglo XIII) y la siguiente fase en el desarrollo ha sido ya la tipografía digital. AF1 es el nombre por el que se conoce a la tipografía tibetana de la imprenta de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide en su propio catálogo y todavía hoy se conservan algunos tipos en la Imprimerie Nationale in Paris (Imprenta Nacional de Francia), a donde fueron llevados en la época napoleónica. No se descarta que en la estampación de esta obra hubiese participado de alguna manera Giambattista Bodoni, en esos años trabajando en la imprenta de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide. Se sabe que fue una persona cercana a Giordi y sus iniciales aparecen en algunos grabados de inicio de capítulo.
El ejemplar de la Biblioteca Histórica procede de la Biblioteca Complutense, como indica el exlibris impreso pegado en la hoja de guarda, y ha tenido varias localizaciones en la Biblioteca, según muestran las diversas signaturas que aparecen (E.16 C.2 N.2; 19-1; (DERECHO) 31-9-13; BH DER 14467). Está encuadernado en piel, con hierros dorados en lomo y cortes teñidos en rojo. Se conservan al menos siete ejemplares en España (Datos del CCPB).
Hubo una edición abreviada anterior, publicada en 1759. Más tarde, en 1773, la propia tipografía de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide publicó la gramática original escrita por Cassiano da Macerata con el título de Alphabetum tangutanum sive tibetanum.
En la imagen seleccionada para ilustrar esta nota se pueden apreciar diferentes elementos representativos de la cultura tibetana. Por un lado los molinos de oración, instrumentos de devoción en forma de estructura cilíndrica que contienen mantras (oraciones, la más conocida es la de "om mani padme hum"), bien papeles en su interior, bien oraciones grabadas en su cara externa y que, son girados para esparcir dichas oraciones al viento, acumular sabiduría y anular la negatividad. Los hay de diversos tamaños, desde los más pequeños, portátiles y fácilmente manejables hasta medianos o enormes que deben ser movidos por varias personas. El otro elemento es la bandera de plegaria, que de diversos colores y con mantras impresos ("Caballos del viento" y otros) se colocan en lugares estratégicos, las esquinas en el tejado de las casas, colinas, en forma de mástil, sobre montículos de piedra, para que el viento las mueva y disperse al mundo los buenos deseos que ellas simbolizan.
Bibliografía:
BAERDEMAEKER, Jo A. J. de, Tibetan typeforms: an historical and visual analysis of Tibetan typefaces from their inception in 1738 to 2009, Thesis of University of Reading, 2009
BELLINI, Chiara, Svelare il paese delle nevi: l'Alphabetum tibetanum di Agostino Antonio Giorgio, uno studio prelimirare, Pier Giorgio Pazzini Stampatores Editore, 2011.
GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO, José Luis, Leyendo en Edo o Breve guía sobre el libro antiguo japonés, Madrid CIS, 2013.
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