Acabamos de incorporar a las estanterías de la Biblioteca Histórica un libro más sobre mujeres, de Jacobo Sanz Hermida Mujeres en la imprenta madrileña (ss.XVI-XVIII). Tras su lectura nos hacemos una idea de lo que se cocinaba en aquellos talleres, la mayoría establecimientos modestos y de estructura familiar, donde la mujer no fue una simple observadora.
Este pequeño libro pretende introducirse en los talleres tipográficos de la Villa y Corte para conocer algunos de sus aspectos más desconocidos, el de las mujeres impresoras que con galana invención y en destacados casos sin saber escribir, alumbraron las obras más notables de nuestra historia literaria en el sentido etimológico del término.
A pesar de los numerosos estudios que han venido despejando aspectos de las tipografía matritense, se detecta cierto hermetismo sobre la actividad que ejercieron las mujeres (viudas, hijas, y hermanas de impresores) en los talleres de imprenta. Su formación en un ámbito tan específico como el de la imprenta, debió realizarse de forma autodidacta y medio instruida dentro del taller, donde compatibilizaban las labores domésticas con las tipográficas. Si bien el autor va más allá, haciendo una diferenciación de los primeros centros empresariales de época moderna (imprenta, taller de encuadernación y librería), desde donde la mujer dirige su negocio familiar, de complejo entramado y corta periodicidad.
Pero en esta historia del arte tipográfico madrileño nos topamos con impresoras de muy diverso calado y formación intelectual. Isabel de Basilea, "la triste viuda" es acusada de manipular sustancias tóxicas que ponen en peligro la salubridad del vecindario donde se halla su taller salmantino. Pese a la posible pena que conlleva el no cumplir la sentencia, Isabel no se rinde y seguirá cocinando la tinta en su casa.
Se presentan cuatro ejemplos de mujeres que no saben escribir (María de Quiñones, María Rodríguez Rivalde, Catalina del Barrio y Angulo y Serafina Ezpeleta), pero que a raíz de enviudar se convierten en mujeres de negocios, aplicando las prácticas tipográficas y preservando la cohesión del patrimonio familiar. Ante este panorama, no se puede obviar la participación de la mujer en la actividad tipográfica, aunque con diferentes grados de implicación. La mayoría, fundidoras de tipos, cajistas, correctoras, entintadoras...escapan a la jurisdicción contrayendo matrimonios de conveniencia con oficiales y operarios para perpetuar más tiempo estos talleres. Sin duda, la predisposición longeva ayudó a prolongar durante décadas estos negocios, considerados por algunos impresores "competencia amenazadora".
Como broche final a esta presentación de las mujeres impresoras en Madrid, se añaden diferentes añexos que ponen en valor esta obra; Impresoras que trabajaron para Instituciones; Cuadro de Impresoras; Impresoras por siglos; Impresoras activas por decenios; Responsabilidad de la producción; Producción de la imprenta madrileña (1626-1650); y años de actividad de las Impresoras.
Este libro destila una verdad poco habitual, ya que la historiografía tradicional no ha contribuido mucho a impulsar esta línea de investigación, ignorada en parte por la ausencia de documentación en los archivos.