Siguiendo con nuestra tarea de dar a conocer las personalidades que nutren el portal de procedencias de la Biblioteca Histórica, hoy queremos reseñar a Elinor Glyn (1864-1943).
De ascendencia aristocrática francesa, aunque nacida en Jersey (Inglaterra), Elinor desempeñó una prolija carrera profesional como escritora y guionista de cine, e influyó en muchos de los cambios en las pautas culturales de las mujeres jóvenes de la época. De temática romántica, las tramas noveladas por nuestra protagonista responden al desafío que la herida de la Primera Guerra Mundial infligió sobre los valores en los que se sustentaba Europa. El conflicto bélico disolvió los rescoldos de las señas de identidad aristocratizantes forjadas en la herencia cultural decimonónica que se extendía por el continente a la entrada del siglo XX. Como la misma autora afirma, la atracción hacia nuestro país se debía al reconocimiento de éste como una suerte de refugio para la nostalgia en el mundo de posguerra: "Ahora que por Europa reyes y reinas se hallan en minoría, bueno es rendir a los que todavía nos quedan el homenaje que merecen. En España se goza de continuo la sensación de volver a otro siglo, en el que no hay que vivir atosigado por ideologías radicales, pretendiendo que a una le gusta la democracia". En esa España construida por el mito romántico, su folklore y sus costumbres Elinor encontró los paisajes y los mimbres para el florecimiento de su universo literario. Como así lo demuestra la donación de la obra: "Historia de los templos de España. Toledo " a la Residencia de Señoritas y a través de la cual hemos entrado en contacto con la autora.
Su atracción hacía España le permitió convertir su obra en un fenómeno de masas que llegó a amplios sectores de mujeres jóvenes moldeando su imaginario. No solamente por la traducción de más de una veintena de sus obras al castellano, en las que, si bien sus personajes femeninos estaban confinados en un arquetipo de género tradicional, también es cierto que se las situaba como protagonistas audaces de los conflictos pasionales en las que andaban envueltas, otorgándoles un espacio para su propia acción y autonomía. Pero fue de especial relevancia el prototipo de figura femenina que Elinor construyó en el cine de la época. Fue propulsora del concepto de "chica It", cuya máxima representación encarnó la actriz Clara Brown, interprete de multitud de guiones de Glyn, y posteriormente popularizada por el escritor F. Scott Fitzgerald en su serie "Flappers y filósofos" que bebía fielmente de la influencia de Elinor.
La alegría de vivir o del disfrute de la feminidad sin ulteriores consecuencias fue uno de los rasgos que emanaban de estas figuras del cine. De esta manera, se trató de un impacto cultural que chocaba con el convencionalismo imperante en la mayoría de la sociedad española. En un país en el que la falta de escolarización y las altas tasas de analfabetismo caminaban de la mano del atraso y de una mentalidad nada receptiva a los cambios, se convivía con otra realidad. La enseñanza femenina empezó a emerger en las primeras décadas del siglo al confluir la demanda de desarrollo industrial y técnico. La creciente capacidad económica de las clases medias con la demanda de una incorporación paulatina de las mujeres de estos estratos sociales a la educación y al trabajo, fueron una grieta sobre la que empezaron a vislumbrar estos cambios. En la década de los veinte la mitad de las españolas no sabían leer ni escribir. Pero empezaron a aparecer escritoras, intelectuales, artistas, asociaciones femeninas que rompieron con el pasado. Lograban independencia económica, y algo de libertad, en la España de Alfonso XIII. Y en la pantalla, Hollywood remarcaba el mismo mensaje. Las nociones estéticas de la época tuvieron que adaptarse a la luz de estas nuevas concepciones. La inserción de las mujeres al mercado laboral conjuró un cambio en el estilo recargado que dominaba la moda, en la que este modelo de "chica It" propuso otra forma de asumir la femineidad.
Los colores brillantes frente al blanco y negro, o los estilos del corte en las vestimentas, más ligeros, reflejaban una nueva conciencia colectiva de estas mujeres que empezaban a tener más peso en la vida pública. Las rupturas en su estética personal fueron símbolos que expresaban sus inconformismos y que representaban sus ambiciones. Un nuevo estilo en la moda, que también podemos ver en las estudiantes de la Residencia de Señoritas influenciadas por estas corrientes del mundo anglosajón, en el que depositaban también sus aspiraciones de cambio.