La aparición del papel como soporte para la escritura propició que el pergamino, soporte por excelencia hasta el momento, comenzara a ser utilizado como material para las encuadernaciones a partir de los siglos XII y XIII en la península. Su elevada resistencia, flexibilidad y sencillez a la hora de trabajarlo lo hicieron el material ideal para el recubrimiento de libros manuscritos sobre papel y, con el paso de los años y la aparición de la imprenta, también de libros impresos.

El uso masivo del papel como soporte se debió, entre otros factores, a que su fabricación era más económica que la del pergamino cuya producción costosa contribuyó a que muchos talleres de encuadernación compraran y reutilizaran pergaminos que, anteriormente, habían formado parte de otros libros.

Estos pergaminos reutilizados pertenecían a encuadernaciones anteriores y se adaptaban para formar nuevas cubiertas y en algunas ocasiones eran pergaminos manuscritos, pertenecientes a documentos u obras anteriores, los que se empleaban para la nueva encuadernación. En estos casos, el texto podía ser parcial o totalmente eliminado, pero es común que el texto se haya conservado gracias a que pasó a formar parte de la encuadernación de un documento posterior con el que, a priori, nada tiene que ver en cuanto a contenido.

El ejemplo anteriormente citado se encuentra en el manuscrito con signatura BH MSS 612. Se trata de una encuadernación de cartera flexible con solapa delantera y cierre de botón que aún se conserva. Este cierre y el hecho de que la costura siga cumpliendo su función, mantienen la estructura de la encuadernación plegada y cerrada.

En el interior de esta encuadernación puede apreciarse un documento manuscrito cuyo encabezamiento se encuentra en la cara interna de la cubierta delantera. El final del texto, localizado en el pliegue de la solapa, ha sido cortado, lo que demuestra que el tamaño del pergamino original fue modificado para adaptarse a las necesidades de la encuadernación de la que iba a formar parte.

Los deterioros de la encuadernación y la flexibilidad del pergamino han permitido la visualización parcial del texto que, aunque se ha mantenido oculto durante años y ha visto modificada la naturaleza para la que fue creado, probablemente deba agradecer a su reutilización como cubierta el haber llegado hasta nuestros días.

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