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Mujeres en la Biblioteca Histórica: Charlotte Guillard (1485?-1557), impresora en el París del siglo XVI

Maite Rodríguez Muriedas 8 de Marzo de 2021 a las 12:27 h

En el Día Internacional de la Mujer, nos acercamos a la obra de Charlotte Guillard, dos veces viuda de impresores, primero de Berthold Rembolt y, más tarde, de Claude Chevallon, el célebre editor patrístico. Su carrera despegó a raíz del fallecimiento de su último marido, y se convirtió en la patrona y heredera del taller, con la enseña distintiva del sol de oro. Sus impresiones son famosas por el cuidado con el que se hicieron  y, frente a la competencia, emprendió toda una revolución tipográfica a la conquista de un mercado emergente. Esta figura excepcional del Renacimiento francés permitió a su empresa acaparar el mercado de la edición jurídica y de los Padres de la Iglesia. Asociando en un mismo proyecto intelectual a teólogos conservadores y eruditos seducidos por las novedades, su producción testimonia la vitalidad de los debates que agitan los medios intelectuales y humanistas en el siglo de las Reformas.

 

Charlotte Guilard fue una provinciana llegada a París que, en el intervalo de tiempo desde el fallecimiento de su segundo marido, en 1537, hasta su muerte, a comienzos de 1557, dirigió una de las más potentes empresas de la edición parisina en el segundo tercio del siglo XVI. En una época en la que las actividades del impresor y el del editor no estaban diferenciadas, funcionaban en el taller del Sol de Oro de Charlotte Guillard seis prensas, que daban trabajo a 40 operarios. En 20 años publica 181 ediciones, que han sido meticulamente identificadas, descritas y estudiadas por Rémi Jimenes. Algunas de ellas son impresionantes, con cinco, siete e incluso diez volúmenes, como les Oeuvres de Saint Jérôme, publicadas en 1546 o las de san Augustin, editadas en 1541 y en 1556. Todo parece indicar que estamos ante el mito de una viuda erudita, elogiada por algunos prologuistas de sus ediciones y más tarde por los historiadores del libro.

 

Viuda y solitaria, Charlotte Guillard permaneció al lado de los suyos, ligada a su entorno familiar más estrecho, y en particular a la actividad de sus sobrinos, como lo atestigua el gran número de ediciones compartidas que publica en colaboración con alguno de ellos. Pero si algo se desprende de sus producción es que la política editorial del Sol de Oro no puede atribuirse a sus únicas decisiones e iniciativas; la selección de los títulos que engrosan el catálogo de sus ediciones fueron el resultado de un proceso colectivo, en el que intervinieron los correctores y el praefectus (que en el siglo XVIII será designado como protector), y fuera de la imprenta, los eruditos que actuaban de consejeros editoriales, como los teólogos del Collège de Navarre, los helenistas en el Collège royal, o los juristas.

 

Son ellos quienes definieron las orientaciones fundamentales del programa editorial de Charlotte Guillard, dominado por obras de carácter jurídico -derecho romano y derecho canónico- y por las ediciones de los Padres de la Iglesia. En total, estos dos ámbitos constituyen el 65% de la producción del taller, e incluso las tres cuartas partes si se les añade los textos y comentarios bíblicos. Comprender las razones de estas preferencias, a distancia de las obras filosóficas y literarias, conduce a situar la actividad de Charlotte Guillard en un periodo más prolongado de tiempo: el de la persistencia editorial del Sol de Oro, centrada en los textos jurídicos por Berthold Rembolt y en la patrística por Claude Chevallon, decidido a competir con editores basilienses Amerbach y Froben. Y así la actividad de Charlotte se alargó como la de su taller. Los editores de las obras publicadas por Charlotte Guillard no son ignorantes embaucados por sus adversarios, sino eruditos deseosos de corregir o completar las ediciones precedentes de los textos que ellos mismos publicaban. Y para ello, se opta por continuar utilizando las mismas técnicas de edición y la misma retórica en las presentaciones, como se constata en sus obras.



No podemos olvidar las particularidades del momento histórico que le tocó vivir a Charlotte Guillard, si bien no fueron las fracturas irremediables entre protestantes y católicos o entre humanistas y teólogos. Al adentrarnos en su producción editorial , vemos las fuertes conexiones intelectuales que comparten opciones religiosas bien diferentes y disciplinas universitarias bien distintas. El respeto que muestra por la tradición no es contradictorio con su sensibilidad reformista. Como testimonio se apunta que el testamento de Charlotte es claramente ortodoxo, así como sus ediciones, aunque también está marcado por cierta espiritualidad evangélica. No invoca a ningún santo, sino sólamente a la Virgen, no hace ninguna donación a instituciones religiosas y por supuesto, no menciona a cofradía alguna.



Este mismo deseo de anacronismo invita a no interpretar el mundo de la imprenta y de la librería de la primera mitad del siglo XVI con categorías que le son posteriores. Y así, aunque los privilegios aún no eran la norma, el 13% de las ediciones de Charlotte Guillard los adoptan, concedidos por el Parlamento o por el rey. Por otro lado, el abandono de las fuentes góticas en beneficio de la romana o de la itálica, se sucede progresivamente, junto con algunas innovaciones tipográficas que tenían por objetivo reducir el precio de las obras. Con este fin se incrementa el número de líneas en las páginas en folio de las ediciones patrísticas, como puso en práctica Chevallon; y más tarde, al igual que los editores venecianos,  se da prioridad a los formatos en cuarto y en octavo.


Charlotte Guillard y sus maridos imprimieron y publicaron durante decenios decisivos, cuando el libro impreso se emancipa definitivamente de las formas de los manuscritos y adquiere una identidad propia.
A la conquista de un mercado para estas ediciones majestuosas, el éxito estaba asegurado a través de las colaboraciones del taller del Sol de Oro con libreros que abastecen el mercado ibérico, como lo prueba la presencia de ejemplares en las bibliotecas de instituciones religiosas y universitarias, que nos ayudan a entender mejor el triunfo consolidado pero lento de estas obras monumentales y costosas.


Aunque Charlotte Guillard no fue la única viuda impresora, sí fue una excepción en la edición parisina, dominada por figuras masculinas en los talleres tipográficos. Pero su condición de mujer explica algunos rasgos particulares de su empresa, por ejemplo el fuerte vínculo duradero establecido entre las relaciones familiares y las colaboraciones comerciales. Además, compartió con todos sus colegas y rivales las mismas dificultades técnicas, las mismas prácticas del taller, las mismas reglas del comercio del libro y los mismos mercados del libro e, incluso, las mismas oportunidades editoriales que ofrecía la producción impresa.

En la Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla" de la Universidad Complutense de Madrid se encuentran muchos ejemplares de esta excepcional impresora. A modo de homenaje a este "Clan Guillard", os invitamos a sumergiros en algunas de sus obras.

 

Más información:

Jimenes, Remi. Charlotte Guillard, Une femme imprimeur à la Renaissance. Tours, Presses Universitaires François Rabelais, 1917

 

 

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