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Monstruos y maravillas del mar en los fondos de la Biblioteca Histórica

10 de Agosto de 2023 a las 13:44 h

Durante siglos, los mares, los océanos, así como los seres que los pueblan, han constituido para el hombre universos aparte, inquietantes, fascinantes e ignotos.  Gracias a esta fuente de un imaginario desenfrenado, el ingenio humano ha dado rienda suelta a las construcciones más fantasiosas, así como a complejos pensamientos sobre la relación con el mundo y el más allá, aspecto que se materializa en la infinitud marina. Todo parecía posible si provenía de la masa enorme y generosa de las aguas marinas, y así es como surgió un elenco de seres extraños, cambiantes, híbridos para bien o para mal ligados al mar y sus orillas.

Un patrimonio sumergido, pero todavía vivo, que deja en cada época con cada marea, un conjunto de seres imaginarios, pulidos, modelados y desgastados.

Ballena que mana y resopla, ballena dentada que devora a un hombre, rinoceronte marino a ataca a un cangrejo gigante, caballito de mar, diablo marino, serpierte marina, sirena... Estos monstruos forman parte del serio inventario que elaboraron los europeos del siglo XVI.

¿Qué es un monstruo marino en la época del Renacimiento, ese ser sujeto a transformaciones incesantes, imposible de atrapar pero siempre presente en las conciencias?

En la fase inicial del Renacimiento, a pesar del descubrimiento progresivo del continente americano a partir de 1492, y la verificación material de la redondez de la tierra en 1522, la parte norte del océano Atlántico continúa asustando a los marineros, que imaginan que sus navíos van a sufrir ataques de ballenas monstruosas y caballos de mar de tamaño gigantesco. Un grabado de la Cosmografía de Sebastian Münster muestra a una tripulación aterrorizada que intenta aplacar a los monstruos tocándoles la trompeta, al tiempo que les arrojan agua con las barricas vacías para incitarlos a alejarse del navío mientras los marineros se ahogan.

Los monstruos marinos en la Cosmografía de Sebastian Münster.

A partir de 1544, Sebastian Münster, monje franciscano alemán convertido a la Reforma tras conocer a Lutero, lleva hasta su culminación el género descriptivo de la cosmografía y sitúa los monstruos marinos en las regiones septentrionales de Europa. En la Cosmografía, que describe el mundo de 1550 y tuvo una amplia difusión en Europa, las regiones nórdicas inexploradas están repletas de monstruos "prodigios marinos" (ballenas monstruosas, caballos de mar de tamaño gigantesco).

De un modo más general, el medio marino es muy poco conocido en la época. No se sabe casi nada de los fondos (algunos piensan que en alta mar no hay fondo), las corrientes marinas o la diversidad de densidades oceánicas. Se desconocen los secretos del volcanismo marino. Además los fenómenos marinos son, si cabe, más temibles a causa de la imposibilidad de explicarlos. El consejero y primer cirujano del rey de Francia, Ambroise Paré, en su obra Les oeuvres d'Ambroise Paré ...  se hace eco de estos miedos que tuvieron su origen en el Mediterráneo y se amplificaron en el Atlántico. En alusión  a un terremoto acaecido en toda la isla de Sicilia, escribió lo siguiente: "Asimismo surgen cosas admirables de las aguas. Pues se han visto salir del mar abismos y remolinos, cosas demasiado monstruosas, como si gran cantidad de agua no sofocase el fuego. En estas cosas Dios se muestra tan incomprensible como en todas sus obras [...] De manera semejante, en un instante se han visto hundirse buques en la mar calma, debido a que pasan por ciertos abismos donde el agua está muerta y no tiene fuerza para sostener la carga".

El monje André Thevet (1516-1592) realizó dos viajes marítimos, uno por el Mediterráneo oriental, que le llevó a Palestina, y el otro por el océano Atlántico, que le permitió llegar a Brasil (1555-1556). Tras partir de Dieppe como capellán del comandante en jefe, Nicolas Duran de Villegagnon, arribó a las costas americanas en la bahía de Río de Janeiro. Ya de regreso a Francia, a partir de 1560 fue cosmógrafo de la corte de los Valois. Entre las sorprendentes singularidades que presenta, algunos animales son desconocidos, como el vlétif, una especie de licornio de mar, cuyo apéndice frontal, según precisa, aterroriza a los marineros europeos, porque puede provocar el naufragio si se sitúa en la carena de un barco. Dos mundos imaginarios confluyen aquí en los confines del Nuevo Mundo: el bestiario medieval y el imaginario que nace del descubrimiento de civilizaciones hasta entonces insospechadas.

Los hombres renacentistas conceden más crédito a los escritos antiguos que a los nuevos datos derivados de la experiencia, que son más objetos de curiosidad que de ciencia. 

Fuente:

El mar: terror y fascinación / bajo la dirección de Alain Corbin y de Hélène Richard. Barcelona: Paidós, 2005

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