El miércoles 2 de abril a las 17:00 h. el profesor Enrique Rodríguez Pereda de la Universidad de Cantabria. Grupo HCESAL - Historia y Cultura Contemporánea de Europa del Sur y América Latina" impartirá en el salón de actos de la Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla" la conferencia Una biblioteca puntera para una educación moderna: la filantropía de Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla y la Universidad Central de Madrid".
Sus líneas de investigación son la historia política y cultural de los indianos, la construcción de los imaginarios regionales en la contemporaneidad y la biografía de Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla.
Enrique Rodríguez Pereda colaboró en la revista Pecia Complutense con la publicación del artículo: Regeneracionismo, filantropía y modernización en la España del primer tercio del siglo XX: el Pabellón Valdecilla de la Universidad Central de Madrid
En este artículo nos acercaremos a la figura de Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla, y a una de sus obras filantrópicas que, dentro de las decenas que realizó en casi todos los campos de la vida española, destaca por ser poco conocida pero de gran impacto para el desarrollo científico y universitario de la España del primer tercio del siglo XX. Nos referimos al conocido como "Pabellón Valdecilla" de la Universidad Central de Madrid, un edificio destinado a biblioteca que financió en su totalidad el indiano cántabro como parte del proyecto de desarrollo universitario de la Dictadura de Primo de Rivera y que permitió dotar a la principal institución universitaria de la España de la época de un depósito de libros y unos espacios universitarios modernos en el centro de la capital.
El filántropo gracias al cual hoy en día existe el Pabellón Valdecilla fue Ramón Pelayo de la Torriente (Valdecilla, 1850‐1932), comerciante, hacendado y hombre de negocios español que acumuló una considerable fortuna en la Cuba del último tercio del siglo XIX y primero del XX. Ramón Pelayo fue uno de los muchos cántabros que emigró a Cuba y, como tantos otros, consiguió afianzarse en la élite isleña. No obstante, su caso fue particular en tanto que dedicó buena parte de sus esfuerzos y fortuna a las labores filantrópicas que le hicieron famoso y, a diferencia de otros indianos coetáneos, rechazó ejercer cargos políticos, prefiriendo ejercer su poder desde un discreto segundo plano.
Ramón Pelayo emigró a Cuba en 1864 y se asentó cerca de su familia en la ciudad de Matanzas, donde también se inició en el comercio y comenzó a mostrar cierta habilidad para los negocios. . En 1889 se casó con María Teresa Piedra Pérez‐Abreu, de una familia de hacendados, y gracias a su matrimonio y a la fortuna de sus suegros pudo adquirir el ingenio Rosario de la pequeña localidad de Aguacate en 1892 . Su matrimonio no llegó a consumarse a causa de una enfermedad mental que atacó a María Teresa en el mismo viaje de novios y, aunque nunca se rompió el vínculo de manera formal, la realidad es que no se volvieron a ver. Será su sobrina, María Luisa Gómez‐Pelayo, quien le acompañe durante el resto de su vida y se convierta en su sucesora.
La creciente fortuna de Ramón Pelayo no se debió solamente a su talento para los negocios, sino que se apoyó en la tupida red de montañeses establecidos en la isla y en el entablamiento de relaciones más que cordiales con las autoridades políticas y militares de una isla que durante la estancia de Ramón Pelayo fue un territorio español más, un espacio bajo ocupación militar norteamericana y una república independiente.
Emulando a los filántropos norteamericanos que conoció por su obra o personalmente, como Rockefeller, Carnegie o Ford, invirtió enormes cantidades de dinero en la construcción de escuelas, dotaciones culturales, servicios sanitarios y obras públicas, así como financió las principales obras que convirtieron Santander en la capital del veraneo regio (Rodríguez Alcalde, 1991).
Siguiendo la idea regeneracionista de "escuela y despensa", Ramón Pelayo consideró que la mejor manera de engrandecer a España era a través del desarrollo de sus habitantes y de la aplicación de ese capital humano en la innovación, siendo su obra cumbre la Casa de Salud Valdecilla, actual Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, pionero en España del modelo hospitalario y considerado en su momento como uno de los hospitales más modernos de Europa.