La correspondencia de Julián Marías nos proporciona fugaces encuentros con destacados personajes de la vida política y cultural del siglo XX; María Rosa Alonso, Enrique Lafuente Ferrari, Gilberto Freyre, Heliodoro Carpintero Moreno, Fernando Chueca Goitia, José Manuel Blecua, Pedro Ortiz Armengol, Mario Parajón, Harold Raley, Salvador de Madariaga o Enrique González Fernández son algunos de ellos. Con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento y los veinticinco años de su muerte, nos detenemos hoy en una nota de Carmen Martín Gaite (1925-2000), fechada en abril de 1967, y en la que da cuenta al pensador de sus trabajos de investigación.
La amistad entre Julián Marías y Carmen Martín Gaite se remonta a principios de los años sesenta en el contexto del Seminario de Humanidades, con el que Marías quería revivir el espíritu del suprimido Instituto de Humanidades, fundado por Ortega y por él mismo en 1948 y que solo alcanzaría a cumplir dos años de vida. Escuchamos al propio pensador, recordando el Seminario en sus memorias:
Se reunieron unos cuantos miembros jóvenes, a los que se consideró prometedores, con sólida formación y vocación intelectual. Algunos permanecieron en el Seminario bastantes años; otros trabajaron en él solamente algún curso; otros, finalmente, se incorporaron cuando ya llevaba largo tiempo de existencia. Entre ellos quiero recordar a Miguel Martínez Cuadrado, Helio Carpintero, Gonzalo Anes, Carmen Martín Gaite, Jorge Campos, María Cruz Seoane, Joaquín de la Puente, María Riaza, José María López Piñero, Francisco Aguilar Piñal, entre otros...
El Seminario funcionó entre 1960 y 1969 bajo la dirección de Marías. Dedicado al estudio de la sociedad española de la modernidad, en él colaboraron notables intelectuales como Fernández Almagro, Lafuente Ferrari, Rafael Lapesa, Laín Entralgo o José Luis L. Aranguren. Precisamente es su ausencia en uno de estos cursos el motivo de la nota; Carmen pide disculpas por hallarse en París, investigando en el archivo de Affaires Etrangères sobre el político y pensador Melchor de Macanaz (1670-1760).
Es conocido que Carmen Martín Gaite, además de novelista, fue una entusiasta de la historia y de los documentos. En varias de sus novelas aparecen los archivos y la protagonista de alguna de ellas es archivera. Su afición, según cuenta ella misma, comenzó con la investigación histórica que dedicó al pensador ilustrado: El proceso de Macanaz: historia de un empapelamiento. Carmen narra así su entrada por primera vez en el Archivo Histórico Nacional:
... recuerdo el recogimiento con que entré por primera vez en aquel local silencioso y amplio, de cómo levantaron los ojos de sus respectivos cartapacios los seis o siete investigadores diseminados por las mesas. Yo no había manejado legajos en toda mi vida no tenía la menor idea de cómo se trabaja en un archivo; soy licenciada en Filología románica y mis intereses habían ido siempre por el ramo de la literatura. Pero pensaba que aquello era un incidente pasajero, que es posible meterse en un archivo y luego salir de él cuando se quiere, que uno mismo y nadie más es quien elige y acota lo que va a ir diciendo allí, quien lo busca y manda en ello. O, para ser más exactos, ni siquiera pensaba deliberadamente en esto, aunque lo diese por supuesto. Lo único que sabía es que tenía muchas ganas de ver la letra de Macanaz. [...]
Tanto en aquel archivo como en los demás que visité a lo largo de cinco años, su caligrafía que ha llegado a serme tan familiar y reconocible como la de mis mejores amigos, esa letra suya menuda, rápida y enmarañada de bucles, dispuesta en renglones algo torcidos y muy cercanos los unos a los otros, me salió al paso generosamente.
Ahora es la letra de Carmiña la que nos sale al paso. A diferencia de la de Macanaz, no es una letra menuda, pero tampoco excesivamente grande; es rápida, clara, de renglones equidistantes, de pluma cuidada: la letra de alguien que escribe sin alteración y sin urgencia.
Quizás la celebración de esta doble efeméride sea un buen momento para leer algunos de los ensayos de Carmen, para asomarnos de su mano a otras épocas, ya sea al siglo XVIII (El proceso Macanaz o Usos amorosos del dieciocho en España) o a periodos más recientes de nuestra historia (El conde de Guadalhorce, su época y su labor; Usos amorosos de la posguerra en España).