En unos días, se clausura la exposición de la Biblioteca Histórica El vuelo del Alción: el fondo personal de Julián Marías en la Universidad Complutense, comisariada por Rogelio Rovira, Juan Manuel Lizarraga e Isabel García Vázquez, y financiada en el marco uno de los proyectos de investigación de la Facultad de Filosofía.
Nos despedimos de la muestra con una carta del fondo personal de Marías (1914-2005). Se trata de la que dirige Mariana García Guerrero a Julián a principios de los años setenta. Mariana había sido compañera suya en la Facultad. Tras más de cuarenta años, se reencuentran en la presentación del libro de Marías Nuestra Andalucía y, con ese motivo, le recuerda en la nota los años universitarios compartidos
Mariana García, catedrática de instituto, había comenzado los estudios en la Facultad de Filosofía antes de la Guerra Civil, donde fue alumna de Zubiri, García Morente y Lafuente Ferrari; también de Marías, a quien sigue en el curso de filosofía, impartido en la Residencia de Señoritas a instancias de María de Maeztu. Como tantas otras, la vida académica de Mariana se vio interrumpida por la Guerra. Tras el conflicto, retoma sus estudios en una Facultad muy distinta a la que había conocido: los magníficos profesores habían volado, los compañeros también, muchos desaparecidos trágicamente; las clases volvieron a impartirse en el caserón de San Bernardo donde se pasaba hambre y frío entre los lóbregos muros, y las carencias eran tales que no había textos, ni incluso papel blanco. Con el tiempo, las clases vuelven a la Ciudad Universitaria ya reconstruida; todo pasó, afirma Mariana, menos el recuerdo de aquellos felices días de antes de la Guerra.
Sus palabras se asemejan bastante a las del propio Marías, que describe así en sus memorias el ambiente universitario de posguerra:
El panorama intelectual y literario no era alentador. Todo estaba politizado. Se hizo la depuración de las Universidades, Institutos, escuelas, lo mismo que de los demás cuerpos. Muchos profesores habían muerto desde 1936; otros habían llegado a la edad de jubilación; un gran número se habían exiliado, parte en 1936, otra fracción en 1939; muchos fueron destituidos por los tribunales depuradores; los que quedaron se sentían inseguros, y si no manifestaban entusiasmo por el régimen corrían peligro. Paralelamente empezaron los nombramientos; en algunos casos correspondían a méritos reales, a veces muy altos; pero lo que contaba era la «adhesión al régimen» (que había que probar documentalmente para aspirar a las cátedras).
[...]
Por supuesto, se perdió la libertad de cátedra, y los obispos estaban autorizados a la inspección de cursos y libros. En Filosofía imperó el más estrecho escolasticismo, casi siempre de segunda mano; lo que había sido lo que he tratado de mostrar antes, desapareció y fue sustituido por la casi nulidad.
Ese ambiente fue decisivo en la vida del pensador, pues le obligó a renunciar a su vocación docente en la universidad española (su tesis fue rechazada, y con ella la posibilidad de obtener el título de doctor) y a dedicarse fundamentalmente a la escritura. De ese temprano giro nace su primer libro: Historia de la Filosofía, construido sobre los apuntes tomados por su mujer, Lolita, en el curso de la Residencia de Señoritas y que recuerda Mariana García en su carta. Luego vendrían muchos más, así como artículos de prensa y de revistas académicas.
Además de escritor, Marías fue conferenciante en numerosos países de Europa y América y profesor temporal en varias universidades de Estados Unidos, también miembro de la Real Academia Española desde 1964 y senador por designación real entre 1977 y 1979. Investido doctor honoris causa por varias Universidades: Buenos Aires, Tucumán (tanto de la Universidad Nacional como de la Católica) o Montevideo, en España, sin embargo, no obtiene esa mención hasta que en 1996 le sea concedida por la Universidad Pontificia de Salamanca, junto a Pedro Laín Entralgo. Ese mismo año recibe Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, compartido con Indro Montanelli.
Tras seis meses, la exposición llega a su fin. Nos ha ofrecido un recorrido por la biografía y la obra del pensador, y por la de nuestra historia más reciente: la República, la Guerra Civil y la Dictadura; los primeros intentos de apertura, el cambio de régimen y la consolidación de la democracia. Un siglo resumido en la vida de un observador agudo, cuya obra, siempre desde la templanza, nos permite encaramarnos a las preocupaciones y logros de su tiempo.
Quizás pudiera interpretarse también esta muestra, en última instancia, como un acto de desagravio, un intento de su Universidad por restañar errores de pasado, una forma distinta de acoger la vivísima e irrenunciable vocación de Marías hacia la docencia.