Se acaba de publicar, en la sección de Documentos de Trabajo de la Biblioteca Histórica de la UCM, el proyecto de exposición titulado Asia en las imprentas de Europa: la producción y circulación global de saberes inaugurada por los imperios ibéricos, realizado por Ángel García Rubio como memoria de prácticas en el Máster en Historia de la Monarquía Hispánica de la Facultad de Geografía e Historia.
En los albores del siglo XVI, Portugal y Castilla comenzaron la primera «mundialización», conectando, por primera vez, el globo en su totalidad. Ambas monarquías comenzaron su expansión en diferentes direcciones, Portugal hacia el sur y el este, encontrando la circunnavegación de África, pasando a explorar el Índico y, tras la toma de Malaca en 1511, las Molucas y el mar de la China meridional. Castilla, en cambio, confió en la apuesta de Colón de encontrar el camino hacia las Indias hacia el occidente. Colón conectó así dos partes del mundo que habían permanecido ajenas desde hacía milenios. En cualquier caso, la exploración, conquista y colonización del Nuevo Mundo, no hizo olvidar a los castellanos el objetivo original del viaje, alcanzar las Indias navegando hacia el oeste. Por ello, la expedición de Magallanes partía de la Península en 1519 para alcanzar, ahora sí, los mares de la China meridional donde volvieron a encontrarse con sus vecinos lusos. Dos monarquías vecinas en el extremo del continente europeo habían navegado en direcciones opuestas para encontrarse, de nuevo, en las antípodas dando comienzo así a un proceso de «mundialización» que conllevó la cada vez mayor conectividad del globo.
Esta expansión aumentó la necesidad de producir conocimiento sobre los territorios desconocidos a los que se arribaba, entre los que se encontraban los de Asia oriental, sancionando definitivamente la circulación global de saberes. Estos saberes daban la vuelta al globo en varias direcciones. Desde Portugal hacia India y desde esta hacia el Pacífico y viceversa. Desde Filipinas, el conocimiento también circulaba hacia la Península ibérica pasando y enriqueciéndose en América, del mismo modo que llegaban a las islas saberes del Viejo y del Nuevo Continente. Pero en esa zona donde volvían a encontrarse ambos imperios, también la información circulaba entre portugueses y castellanos y entre estos y las poblaciones locales, generando nuevas redes que fueron conectando progresivamente las distintas partes del mundo. Este proceso, además, tenía varias fases. En primer lugar, la adquisición del conocimiento tenía que darse sobre el terreno. Únicamente aquellos que han estado en Asia pueden producir saberes sobre la misma, al menos, a priori. Sin embargo, ello implicaba que la producción del saber haya de realizarse sobre el terreno. Las relaciones y memoriales en los que viajaba este conocimiento podían escribirse en otros lugares, algunos de ellos, incluso, fueron escritos por personas que jamás estuvieron en Asia a través de lo que les contaban otros que sí habían estado. Por último, si bien la mayor parte de la información circuló de forma oral y manuscrita, al menos en los primeros momentos, la imprenta era la encargada de darle una mayor difusión y dimensión a los mismos. Primero las imprentas ibéricas y luego las de otros lugares de Europa, comenzaron a publicar los saberes sobre las míticas y lejanas regiones que tanto interés despertaban en el Viejo Continente. Las obras no tenían por qué imprimirse en el mismo lugar en el que se escribieron, de hecho, para el caso de los saberes asiáticos, no solía ser así. La impresión completaba así la circulación global de saberes, permitiendo que los conocimientos viajasen más y más rápido, alcanzando a públicos más amplios. En algunos casos volvían, incluso, al lugar donde fueron escritos o producidos, unos saberes que, como Juan Sebastián Elcano, circunnavegaban el globo a través de las rutas ibéricas.
Los magníficos fondos de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla muestran un testimonio de la producción y circulación global de saberes. El propósito de la presente exposición es poner el foco en los principales centros tipográficos donde se produjeron los libros que albergaban los saberes asiáticos, de forma que se muestren aquellos lugares en los que había un mayor interés por la información de las ansiadas Indias orientales de donde procedían la seda y las especias. Otro de los objetivos es vislumbrar por qué son esos centros y no otros los que tienen una producción más activa con respecto a Asia. Ante esto es necesario reflexionar primero acerca del sesgo inevitable que tiene una investigación de este tipo adscrita a los fondos de una biblioteca con sede en Madrid y con unas características particulares. La sede madrileña puede conllevar que los libros publicados en Castilla o la Península ibérica se vean sobrerrepresentados, pero, debido a las características concretas de esta investigación y a los fondos utilizados, sobre los que ahora se profundizará, este sesgo puede verse paliado. En cualquier caso, se ha pretendido mostrar sólo las publicaciones más importantes o particulares en suelo peninsular, intentando disminuir el posible sesgo utilizando una mayor cantidad de publicaciones extrapeninsulares. Buena parte de los volúmenes de la Biblioteca Histórica pertenecieron al Colegio Imperial fundado por los jesuitas a principios del siglo XVII, que utilizaba sus redes globales y su especial posición en Asia para adquirir conocimientos e información sobre aquellos lugares. La proyección planetaria de la Compañía durante el periodo y su posición privilegiada en Asia oriental, palian de alguna manera el sesgo mencionado. Por otro lado, la exposición bebe principalmente de la colección personal donada por Francisco Guerra en 2006. Una colección dedicada a América pero que supera con creces sus límites, abarcando una cantidad considerable de obras dedicadas a Asia. La erudición, cuidado y esfuerzo del anterior propietario hizo que llegasen a la biblioteca ejemplares de multitud de imprentas de Europa, América y Asia, permitiendo, de nuevo, paliar el sesgo que los fondos de la biblioteca histórica pudieran tener.
La investigación parece centrarse en una producción que se vehicula a través de las redes ibéricas que monopolizan los contactos con Asia hasta finales del siglo XVI. Estrechamente relacionada con estas redes en un primer momento, la impresión de ejemplares sobre Asia va poco a poco superándolas, apareciendo nuevos centros tipográficos que, alentados por la curiosidad de toda Europa y por el valor que los conocimientos podían tener para introducirse en los mercados asiáticos y globales, se pusieron a la altura de los centros ibéricos en la publicación de libros sobre Asia. Este proceso, además, fluctuó en relación con los intereses políticos, económicos y religiosos de los distintos agentes en juego en torno al control y difusión de la información. Por último, hay que
considerar que la mayor parte de escritos sobre Asia que circularon por las redes ibéricas durante casi el primer siglo de contactos lo hicieron en formato manuscrito y de forma restringida. Si bien esto es así, la difusión e impacto mayores los tuvieron los textos que finalmente fueron impresos llegando a un público más amplio y diverso. Por ello, los centros donde se imprimieron estas obras indican parte de los motivos de su publicación y de los procesos de construcción y circulación global de saberes.