Mientras la ola de calor se extendía por la ciudad y el aire se volvía irrespirable yo vivía este verano sofocante en un jardín lleno de frescor y humedad. La alegría de cada mañana en el Jardín Botánico, en las horas tempranas en las que todavía brillaban gotas de agua en las sedientas hojas, se transformaba en pasión intensa al llegar a casa. Allí, un libro me trasladaba durante horas a otro Jardín plantado con amor y esperanza por unas mujeres excepcionales. Subía la temperatura exterior, el ventilador aumentaba su velocidad y, a mediodía, sucumbía al aire acondicionado. Pero nada me hacía desfallecer y mi mente paseaba por jardines y estanques, cruzaba el océano en enormes trasatlánticos, leía viejas cartas en archivos lejanos y conocía a unas mujeres con una fe inquebrantable en ellas mismas y en el futuro de unas muchachas naciendo a la vida independiente gracias a la labor de la Educación. Una Educación con mayúsculas, una palabra sagrada para aquellas mujeres que abanderaron una revolución casi imposible. España, poco a poco, con grandes dificultades, comenzaba a abrirse a un mundo nuevo de conocimiento, formación e independencia para sus niñas, sus muchachas, sus primeras universitarias.
El jardín de las americanas se llama mi jardín de este verano. Es una obra escrita por Cristina Oñoro, profesora de la Universidad Complutense, sugerente y conmovedora. Con rigor histórico, una magnífica tensión narrativa y una calidad literaria llena de belleza, nos va llevando a lo largo de un viaje que comienza en 1871 y termina en 1936, salpicado de escenas de su propia vida personal y profesional que lo dotan de una viveza y una autenticidad con la que me he sentido muy identificada. Sus viajes a bibliotecas y archivos, su querencia por los barcos en los que cruzaban los océanos nuestras protagonistas, sus cajas llenas de retazos del pasado guardados en sótanos que un día se inundan, me han hecho rememorar la emoción que proporciona la investigación, las horas que he dedicado yo a intentar conocer los buques en los que navegaba mi tatarabuelo marino, las carpetas
que guardo en la buhardilla con la esperanza de un día escribir los ecos que me llegan del pasado.
Pero, sobre todo, me atrapó la historia que cuenta, la de una misionera protestante, Alice Gulick (1847-1903), que decide venir a España en 1871 para dedicar su vida a una misión: la educación de las mujeres. Me recuerda a la vida de varias mujeres misioneras, que estoy leyendo por otras razones, que a finales del siglo XIX o principios del XX, contemporáneas de Alice Gulick, deciden dejar todo y lanzarse a aventuras excepcionales para llevar el evangelio a los lugares más remotos del mundo conocido. Y es que durante el siglo XIX se produjo una gran expansión misionera nacida del resurgimiento de las comunidades cristianas protestantes (el Segundo y el Tercer Gran Despertar) que aspiraban a llevar el evangelio y la civilización a las tierras habitadas por los bárbaros. El deseo de reforma social, especialmente en educación y sanidad, la exaltación religiosa y el auge de estas sociedades misioneras conectó, además, con el espíritu imperialista de la época pues para algunas potencias occidentales estas misiones eran, en muchos casos, avanzadillas en su ocupación del territorio.
Valerosos hombres y mujeres imbuidos de una fe incombustible y un impetuoso deseo de aventura y exploración fueron diseminándose por todo el mundo llegando a los lugares más remotos a través de organizaciones cristianas con distintos carismas, misiones católicas y sobre todo protestantes. Siempre desde el paternalismo, no hay que olvidarlo, y un cierto sentimiento de superioridad. Que una de estas misiones llegara a España desde Estados Unidos para dedicarse a la educación de las mujeres españolas hace de esta historia doblemente interesante.
No voy a relatar con amplitud las peripecias de Alice Gulick pues recomiendo la lectura del libro, una recreación literaria del Instituto Internacional, su fundación, su desarrollo y su relación de amistad con la Residencia de Señoritas. Está basado en fuentes archivísticas y en trabajos históricos y biográficos anteriores de los que da cuenta en la bibliografía.
De forma resumida, los misioneros Alice y su marido William Hooker Gulick (1835-1922) emprenden el viaje a España en 1871, pasan unos años primero en Santander y luego en San Sebastián y Biarritz, donde fundan colegios para niñas, con profesoras americanas y métodos pedagógicos modernos. Poco a poco forjan el sueño de crear una residencia, al estilo de los colleges norteamericanos, en la que ofrecer a muchachas la posibilidad de residir mientras estudian en la universidad. Así nace el Instituto Internacional, una organización docente privada, financiada por sociedades misioneras y el patrocinio otras personas e instituciones que en 1901 se traslada a Madrid, a unos hotelitos comprados primero en la calle Fortuny y luego en la calle Miguel Ángel. Todavía se conservan estos palacetes, el primero hoy Fundación Ortega Gasset-Marañón y el segundo Instituto Internacional.
Comienzan allí una estrecha relación con personas relacionadas con la Institución Libre de Enseñanza y la Junta para la Ampliación de Estudios. En 1903 muere Alice y más tarde Susan Hungtinton y Mary Louise Foster asumen la dirección del Instituto. Es la época dorada de la organización, con cientos de chicas estudiando o residiendo en sus vanguardistas instalaciones, con biblioteca, laboratorios, jardines y espacio para juegos. Se va diluyendo el primitivo espíritu misionero religioso para subrayar como objetivo fundamental el educativo, con un método pedagógico al que ya aspiraban y por el que luchaban mujeres españolas como María Goyri o María de Maeztu, profesoras en sus aulas.
Un amplio programa de actividades convierte al Instituto Internacional en uno de los focos culturales de la capital. Su estrecho contacto con la Residencia de Señoritas, dirigida por la propia María de Maeztu, con las que durante un tiempo llegaron a compartir instalaciones; su programa de intercambio internacional con Estados Unidos, gracias al cual algunas estudiantes españolas se formaron en universidades como el Smith College y viceversa; la creación en su Paraninfo del Lyceum Club, un foro de encuentro cultural para mujeres entre las que estaba Zenobia Camprubí. Todas son acciones que van creando los cimientos para el crecimiento educativo y cultural de las mujeres españolas desde la independencia, la libertad, la dignidad. Además, Cristina Oñoro intercala a lo largo de su narración numerosos vínculos con mujeres contemporáneas de nuestras protagonistas o relacionadas con ellas, desde Emily Dickynson, Mary Cassat o Virginia Woolf. Un relato apasionante de amistades femeninas y relaciones de sororidad.
Esta historia termina en 1936, como ya sabemos, y lo que sigue nace de otra visión de la mujer y con otros objetivos diametralmente opuestos. No nos vamos a detener. Sin embargo, quedan testigos de esta aventura que a lo largo de varias generaciones se va vinculando de una manera u otra con la propia historia de la actual Universidad Complutense de Madrid. Me refiero a algunos libros. La Biblioteca de la Residencia de Señoritas, como la de la Residencia de Estudiantes, o lo que queda de ellas después de años de peripecias y mudanzas ha terminado descansando en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, en la que Cristina Oñoro comenzó su viaje para consultar los ejemplares de las Conferencias Dominicales organizadas por Fernando de Castro (https://biblioteca.ucm.es/historica/residenciadesenoritas). Y es emocionante seguir las aventuras del Instituto Internacional a través de algunos de sus ejemplares que, bien por intercambio con la de la Residencia de Estudiantes, o por donación de sus propietarios, llegaron a la colección de Señoritas.
El primer testimonio viene de Mount Holyoke, el college en el que estudió Alice Gulick, una de las primeras universidades femeninas de Estados Unidos, fundado en 1837. De allí se trajo Alice un par de ejemplares de la Divina Comedia de Dante que la acompañaron toda su vida, los dejó en el Instituto Internacional y tras pasar por la Residencia de Señoritas llegaron a través del Colegio Mayor Teresa de Jesús a la Biblioteca Histórica (BH REC 2435 y BH REC 2588).
De su propia colección personal, donado con el nombre de su marido, William Gulick, quedan varios ejemplares, History of Spain and Portugal en varios tomos (Philadelphia, Carey & Lea, 1833 BH REC 3429 y otros), Elementary course in Spanish pronunciation : Twelve lessons and twelve records (Philadelphia, United States School of languages, 1903, BH REC 6571 y 72) o una Historia histórico-descriptiva de las Catedrales de Salamanca (Salamanca, Calatrava, 1900), donado por la hija de Alice, Grace Gordon Gulick. Son libros para aprender español o conocer mejor el país al que dedicaron su vida.
Con sello del International Institute for Girls in Spain, se conservan más de una docena de ejemplares de historia, arte o literatura. Y del periodo en San Sebastián, con sello del Colegio Norte-Americano (San Sebastián), también se encuentra al menos un ejemplar (BH REC 3626). Otros ciento sesenta y cuatro ejemplares todavía conservan sello del Instituto Internacional de Madrid y su estudio revelará el amplio arco de intereses en el college: historia, política, derecho, pedagogía, salud, literatura (Azorín, Unamuno, Cervantes, Urabayen...), etc. Además, son varios los nombres de las residentes que afloran como donantes o poseedoras de algunos de los libros de la colección: Susan Huntington (13 ejemplares), Cornelia Warren (2), Bertha Bidwell (1), Virginia Keeney, etc.
Cristina Oñoro menciona que la primera Residencia Universitaria Femenina en Madrid, en realidad, no fue la de Señoritas sino la fundada en 1914 por la Institución Teresiana del Padre Poveda bajo la dirección de Carmen Cuesta del Muro, primera mujer doctora en Derecho. Ambas compartían un mismo objetivo, el desarrollo de la educación de la mujer y la defensa de sus derechos, pero desde postulados muy lejanos, unos desde el espíritu regeneracionista y otros desde el pensamiento católico. El azar también ha querido que un ejemplar de la Institución Teresiana se conserve en la BH (BH FLL 53455).
El evocador viaje emprendido por Cristina Oñoro en El Jardín de las americanas, sigue abriendo caminos de investigación y hermanamiento. Aprender de las mujeres que nos precedieron en la aventura del conocimiento, saber lo que leyeron, alegrarnos con sus logros, sentir lo que las emocionaba nos conecta con un pasado fructífero y nos impulsa a seguir su camino. Salgo del Jardín de las americanas y vuelvo al Jardín Botánico, mi paraíso en este tórrido verano madrileño. Ya lo dijo Cicerón, "si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas".