En 1529, Pedro de Cazalla, descendiente de una prominente familia de judíos conversos al cristianismo de Toledo, declaró que la conexión entre el hombre y Dios era solo un hilo y que no debía ser mediada por la Iglesia.
Este libro explora las múltiples ramificaciones de esta idea. Se basa en la convicción de que, durante el inicio de la Edad Moderna, el mundo ibérico era a la vez excepcional y paradigmático. Era un laboratorio de experimentación religiosa, jurídica e intelectual donde, a partir de 1391, las oleadas de conversiones masivas obligaron no solo a los intelectuales, sino también a las mujeres y los hombres comunes a reflexionar sobre los mecanismos de inclusión en la sociedad cristiana.
Debido a su larga historia de violencia, conquista y asimilación, que comenzó con los bautismos forzados de judíos en 1391 y continuó a lo largo de los siglos XV y XVI, la Iberia moderna tuvo que enfrentarse tanto a las posibilidades como a las limitaciones de acoger a los cristianos recién bautizados en su seno más que cualquier otra región europea. Por cierto, aquí utilizo el término «asimilación» a propósito, aunque sea técnicamente nacrónico, ya que normalmente se refiere a las secuelas de la emancipación, es decir, la concesión de plenos derechos civiles y políticos a las minorías religiosas en el Estado-nación moderno.Por razones que pronto quedarán claras, considero el bautismo como una forma de emancipación. En la Europa premoderna, cuando los derechos y obligaciones de los súbditos de una entidad política variaban en función de su afiliación religiosa, la conversión de las minorías no cristianas, independientemente de si era voluntaria o impuesta por la fuerza, otorgaba a quienes aceptaban el bautismo la igualdad jurídica formal y nuevas posibilidades de movilidad social ascendente.
Durante la Edad Media, los reinos de Castilla y Aragón eran las únicas zonas de Europa en las que coexistían tres religiones y culturas (católica, judía y musulmana) , no en igualdad de condiciones, sino debido a un complejo sistema de privilegios, reconocimiento legal parcial y estatus especial. (Por ejemplo, los judíos eran tratados como servi regis o «tesoro del rey» a cambio de pagar impuestos y tributos al soberano). Sin embargo, los estallidos de violencia perturbaban recurrentemente esta coexistencia y vulneraban la limitada autonomía conseguida por las minorías. A partir de 1391, este precario equilibrio se vio alterado para siempre por una serie de conversiones violentas que remodelaron el panorama social y confesional ibérico.
Fuente:
Pastore, S. (11 de noviembre de 2024). Un hilo invisible: Herejía, conversiones masivas y la Inquisición en el Reino de Castilla (1449-1559). Leiden, Países Bajos: Brill. https://doi.org/10.1163/9789004714236