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El libro antiguo japonés: exposición virtual en la Biblioteca Histórica

Jose Luis Gonzalo Sánchez-Molero 28 de Septiembre de 2011 a las 15:36 h

Samurai leyendo, por Yoshitora Utagawa (activo entre 1840-1880). 1,5x10,5 cm.

La página web de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense acoge desde el pasado día 19 de septiembre la exposición virtual El libro antiguo japonés: análisis material y guía visual. Esta muestra on-line ha sido desarrollada por el profesor José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, de la Facultad de Ciencias de la Documentación, con el apoyo del Grupo de Investigación Complutense 941369 "Bibliopegia" y la asistencia técnica de la directora de la Biblioteca Histórica, Marta Torres Santo Domingo y del personal de la biblioteca, especialmente de Isabel Herizo. Desde Folio Complutense, queremos felicitar a todos ellos por los contenidos de esta inédita exposición virtual y por el esfuerzo e ilusión constantes que han puesto tanto en la difusión del patrimonio bibliográfico de la Universidad Complutense como de la Historia de la cultura escrita. [Seguir leyendo]

 

La Universidad Complutense dispone en sus bibliotecas de un rico fondo antiguo japonés. El más importante se encuentra en la Facultad de Bellas Artes. Se compone de una extraordinaria colección de estampas y de libros artísticos que, agrupados bajo la denominación de ukiyo-e, causaron una gran sensación en Europa durante el último tercio del siglo XIX. No en vano, este fondo procede probablemente de una donación efectuada por el ingeniero militar don Juan Carlos Cebrián (1848-1935). Mucho más reciente, en cuanto a su depósito en la Universidad Complutense, es la colección del profesor José María Prieto Zamora, catedrático de Psicología, quien donó en 2010 una excelente selección de rollos y de libros japoneses, vinculados con el budismo y el mundo zen, a la biblioteca de la Facultad de Psicología. Por último, la Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla", tras la adquisición en 2008 de la espléndida colección de Francisco Guerra, si bien sólo logró incorporar a sus fondos un ejemplar del Geka seiso, un manual médico impreso en Kyoto en 1791, en cambio recibió junto con esta obra una excepcional selección de libros europeos de "orientalia", que nos ejemplifican la fascinación que en Occidente siempre ha ejercido Oriente.

 

Objetivos

Precisamente ha sido la adquisición de este último libro lo que ha dado origen a esta exposición. En 2010, a petición de Marta Torres, el profesor Gonzalo ya publicó un artículo en Pecia sobre el citado Geka seiso, explicando sus contenidos, contexto histórico en que se publicó y su peculiar elaboración material. Esta exposición virtual constituye una ampliación de los contenidos de aquel artículo, destinada especialmente a mostrar en su conjunto las características del libro antiguo japonés. Y ello no a través de la óptica habitual de un lector occidental (para el que estos ejemplares constituyen habitualmente un producto exótico), sino con el propósito de suscitar un fructífero debate entre nuestra concepción del libro, ligada a la figura de Johannes Gutenberg, y otra concepción, la oriental, en la que el libro impreso se vincula a otros nombres muy anteriores al del tipógrafo alemán, como el del herrero Jen-Tsung o el del ingeniero Wang Tcheng.

 

Existe una estampa japonesa del siglo XVIII en la que se muestra una escena cotidiana. En ella podemos ver como un pastelero y vendedor callejero de "tortitas" cocina para un bullicioso grupo de niños unos pasteles. Estos  consistían en una especie de crêpes en cuya superficie el artesano callejero, con una cuchara, trazaba el signo de una palabra, normalmente a petición del comprador[1]. La escena no dejaría de ser un atractivo y divertido entretenimiento visual si el espectador no reparara por un instante en el hecho de que esta costumbre culinaria callejera exigía que los niños supieran leer. Es más, parece que era precisamente el deseo de estimular su alfabetización la razón de que estas tortitas existieran. No en vano, si tenemos en cuenta que los muchachos debían memorizar entre cinco mil y diez mil kanji, o signos de escritura, todo ingenioso esfuerzo por facilitar su aprendizaje era, sin duda, bienvenido. En Europa, durante el mismo período, y a pesar de la facilidad de aprendizaje que suponía disponer de un sistema alfabético literal, las mediocres tasas de alfabetización infantil no habrían permitido una escena semejante. Y esto a pesar de que el número de personas que sabían firmar se había incrementado notablemente desde principios del siglo XVII (especialmente en Gran Bretaña, Francia y Países Bajos, no así en España, Italia o Hungría). En cambio, en Japón, durante los últimos cien años del período Edo (es decir, entre 1768-1868), el extraordinario desarrollo de las ciudades permitió la existencia de porcentajes de alfabetización (término un tanto equívoco al hablar de países de Extremo Oriente) cercanos al 80 %. En China este fenómeno era todavía más antiguo, y la misma circunstancia ya era perceptible en Japón en el siglo XVI, pues en 1549 San Francisco Javier se asombraría de la amplia alfabetización en Japón: "Mucha parte de la gente sabe leer y escribir, que es un gran medio para con brevedad aprender las oraciones y las cosas de Dios. Son gente de muy buena voluntad, de muy buena conversación y con un gran deseo de saber y aprender".

 

Si recabamos estos testimonios es porque, sin tener presente la extraordinaria difusión de la escritura en todas las capas sociales japonesas, difícilmente se puede llegar a entender la causa de la gran complejidad y enorme variedad presente en todos los aspectos relacionados la cultura escrita de este país oriental. Ésta se expresa a través de unas prácticas escriptorias, unos formatos de los libros o unas temáticas literarias que (a los ojos de un occidental) pueden parecer exóticas o extravagantes, pero que son la consecuencia de una evolución histórica sumamente rica.  La escritura y la producción del libro antiguo oriental han seguido ciertamente una evolución diferente, en muchos aspectos, de lo ocurrido en Occidente, pero también con numerosas coincidencias, a veces sorprendentes. El ejemplo de Japón puede ser una buena manera de empezar este estudio comparativo.

 

Nuestra concepción, como es sabido, está determinada en gran parte por la escuela anglosajona de bibliografía, que a mediados del siglo pasado advirtió que no puede describirse un libro antiguo sin atender a sus características como el producto de una elaboración artesanal. Para ello estableció unos principios hoy plenamente admitidos, distinguiendo entre (otras cuestiones) entre libros producidos a través de la imprenta artesanas o por medio de la imprenta industrial. Sin embargo, esta distinción se  hizo desde una óptica completamente occidental, y un impreso antiguo oriental no se puede ajustar a este modelo. Y esto no sólo porque su elaboración xilográfica se aleja en numerosos aspectos de la impresión tipográfica occidental, sino porque, no ya los términos empleados, sino la propia concepción y manejo del libro, son muy diferentes.

 

Con esta premisa intelectual, el objetivo de esta exposición es acercar a un alumnado universitario, que se forma en disciplinas como la biblioteconomía y la documentación, a los "misterios" del libro antiguo japonés. Desde una perspectiva bibliográfica material e histórica, este manual se ha dividido en dos grandes secciones:

 

  • 1. La cultura escrita en Japón. Escritura, estilos caligráficos y materiales escriptorios.
  • 2. El libro antiguo japonés: formatos, técnicas de impresión y encuadernación.

 

Acceso a la exposición virtual.



[1] Se reproduce esta estampa en la edición española del catálogo de la exposición con fondos de la Bibliothèque Nationale de France, elaborado por Gisèle Lambert y otros, Ukiyo-e: imágenes de un mundo efímero: grabados japoneses de los siglos XVIII y XIX de la Bibliothèque nationale de France. Barcelona : Fundació Caixa Catalunya, 2008. Este catálogo es traducción del francés, publicado para la misma muestra en la sede de la Fundació Caixa Catalunya, Barcelona, celebrada del 16 de junio al 14 de septiembre de 2008.

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