En el horizonte cultural masculino del Renacimiento emerge un grupo de mujeres que recibieron una cuidada formación en cultura y lenguas clásicas, y se convirtieron en eruditas y políglotas. Produjeron obras notables que tuvieron problemas para publicar y, aunque recibieron la admiración sincera de unos pocos humanistas, sufrieron las críticas de una sociedad que las miraba como seres extraños y peligrosos. Una de ellas fue Luisa Sigea (1522-1560), una brillante mujer del Renacimiento español, a la que se comparó con los hombres más doctos de su época. Dedicada al estudio de las letras desde la infancia, careció de oportunidades para desarrollar todo su talento. Su obra, aunque breve, tiene gran interés tanto literario como histórico, pues arroja luz sobre numerosos aspectos del siglo XVI español. [Seguir leyendo]
Luisa Sigea era hija de Diego Sigeo y de Francisca de Velasco. La figura de Diego Sigeo es fundamental para entender a Luisa. De origen francés, había estudiado latín, griego y hebreo en la Universidad de Alcalá. Se preocupó porque tanto sus hijas como sus hijos recibieran una instrucción esmerada, y supo transmitirles su amor por las lenguas y la literatura clásica. Hombre de letras de corta fortuna, Diego Sigeo entró al servicio de Juan de Padilla en Toledo como instructor de su mujer, María Pacheco. Tras la derrota de los Comuneros en Villalar y la ejecución de Juan de Padilla, Diego Sigeo, acompañó a su viuda en 1522 al exilio en Portugal. Mientras tanto su mujer, Francisca de Velasco, permaneció en Tarancón, que era su lugar de origen, y allí nacería Luisa en aquel mismo año. Diego Sigeo pasó después al servicio de los Duques de Braganza y jugará un importante papel en el desarrollo del Humanismo luso. La infancia de Luisa transcurre en Tarancón, pues la familia no se reunió con el padre en Portugal hasta los años 1536-1538. Fue una infancia dedicada al estudio, quizá para escapar de un entorno poco grato, al ser hija de un prófugo, y allí sería iniciada en las lenguas clásicas probablemente por un canónigo. Pero su formación recibió un fuerte impulso a partir de su establecimiento en Portugal, bajo la dirección de Diego Sigeo. Allí Luisa reveló su aptitud extraordinaria para los idiomas, profundizando su conocimiento del latín y el griego, y aprendiendo hebreo, sirio y árabe.
En 1542 entra al servicio de la reina Catalina, esposa de Juan III de Portugal, como maestra latina de la infanta Doña María. En el ambiente culto de la corte de Doña María de Portugal, Luisa pudo ampliar sus horizontes intelectuales. Es entonces cuando escribe su poema Sintra, el más conocido de su obra y el más estudiado. Está dedicado a Doña María y utiliza como material poético los rumores que circulaban entonces sobre el matrimonio de ésta con Felipe de Austria (el futuro Felipe II). Sintra aparece representado como un lugar maravilloso poblado por faunos, ninfas y sátiros. Allí, una ninfa desvelará a la Sigea el futuro de Doña María, vaticinando su próxima boda con un príncipe que llegará a dominar el mundo. El poema tuvo mucho éxito en la corte y recogió numerosos elogios en el círculo humanista.
Luisa dominaba nueve lenguas y era capaz de competir en conocimientos con los más importantes humanistas de su época. A su amplísima cultura unía una visión lúcida y crítica de la sociedad, que muestra en sus obras. En 1552 escribió Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata, diálogo en el que dos mujeres conversan sobre las ventajas de la vida retirada, consagrada al estudio, frente a la vida ostentosa de la corte. A pesar de lo poco original del planteamiento, este diálogo destaca, además de por su erudición, por su personal visión crítica del comportamiento de la nobleza. En este mismo año se casa con Francisco de las Cuevas, comerciante de antigua familia burgalesa. En 1555 ambos se trasladan a Burgos y en 1557 pasan a Valladolid, donde Luisa entra al servicio de la reina María de Hungría como maestra latina. Trabajadora infatigable, tras la muerte de la reina en 1558, al no conseguir otro empleo en la corte, entra en una etapa de tristeza y desesperación, ante la falta de oportunidades para desarrollar su talento, que expresa en las cartas a los amigos. Son precisamente sus cartas, en las que emplea el latín como lengua coloquial, la parte más personal de su obra y muestran a su autora como una auténtica humanista. Luisa muere poco después, en 1560, con 38 años de edad, dejando tras de sí numerosos epitafios y elegías escritos por las principales plumas de la época, lamentando su genio malogrado.
La obra de Luisa Sigea permaneció inédita hasta después de su muerte, pero su autora logró el reconocimiento en vida gracias a su epistolario, del que se sirvió para darse a conocer. A su muerte, Diego Sigeo consiguió que se publicara el poema Sintra en 1566. El resto de sus obras, el opúsculo Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae y Colloquium havitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem, su epistolario y algunos poemas en castellano, no fueron publicadas hasta el siglo XX. A pesar de la escasa divulgación de su obra, la figura de la Sigea se convirtió en un mito y su fama siguió extendiéndose en los siglos siguientes. Fue incluída en varios libros sobre personajes ilustres que fueron publicados entre los siglos XVI y XVII, pero siempre con el mismo tono laudatorio y legendario. Esta tendencia permanece en el siglo XVIII, y hay que esperar a 1781 con la publicación de Francisco Cerdá y Rico de Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora... (BH FLL 23931), para encontrar un esbozo biográfico sobre la Sigea a partir de la información que ella misma da en sus cartas. En esta recopilación Francisco Cerdá reeditó su poema Sintra. Pero no será hasta que Menéndez Pelayo realice la traducción del mismo en su obra Estudios poéticos, cuando se de a conocer a un público más amplio. Finalmente, la traducción de su epistolario al castellano por María R. Prieto Corbalán, nos ha acercado de una forma definitiva a la figura de esta mujer del Renacimiento. Hay que agradecer que esta edición incluya además algunas cartas en castellano y dos poemas igualmente en castellano, con los que da a conocer por completo la parte más personal de su obra, la más interesante para acercarse a la compleja personalidad de Luisa Sigea, su orgullo y su ansia de reconocimiento, y su alto concepto de la amistad. Para conocer también su sensibilidad, y la tensión interna que la consumió.
"Un fin, una esperanza, un cómo o cuándo
tras si traen mi derecho verdadero;
los meses y los años van pasando
en vano, y paso yo tras lo que espero;
estoy fuera de mí, y estoy mirando
si excede la natura lo que quiero;
y así las tristes noches velo y cuento,
más no puedo contar lo que más siento."[1]
[1] Fragmento del poema publicado por María R. Prieto Corbalán en : Sigea, Luisa, Epistolario latino, , p. 145
Bibliografía
- Sigea, Luisa : Epistolario latino, edición de María R. Prieto Corbalán, Tres Cantos, Madrid, 2007
- Menéndez Pelayo, Marcelino, Poesías. I, Estudios poéticos, Madrid, 1955
Post relacionados