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Cruz en el Calvario de Juan de Borgoña

Juan Manuel Lizarraga 20 de Septiembre de 2013 a las 18:45 h

Es ya lugar común entre los especialistas que han estudiado el patrimonio artístico que posee la Universidad el señalar a esta notable tabla, que representa la Cruz en el Calvario, como la pieza más singular de todo el conjunto pictórico complutense. A su alta calidad artística hay que sumarle su nada desdeñable valor histórico, pues forma parte del patrimonio universitario desde los primeros años de la fundación de la Universidad, como se puso de relieve en la reciente exposición sobre los orígenes de la Biblioteca Complutense,  Preparando la Poliglota, exposición de la que formo parte esta valiosa pieza. Desde entonces la Cruz en el Calvario, atribuida a Juan de Borgoña, puede admirarse en las instalaciones de la Biblioteca Histórica donde ha quedado depositada para permitir su visita pública. [Seguir leyendo]

 

Fue Alfonso Pérez Sánchez en Patrimonio artístico de la Universidad Complutense quien adscribió esta tabla a Juan de Borgoña, pintor de origen borgoñón documentado en Toledo entre 1494 y 1535, que realizó importantes empresas pictóricas en la Catedral de Toledo, algunas por encargo del fundador de la Universidad, el Cardenal Cisneros. Juan de Borgoña, una de las personalidades más relevantes de la cultura artística en tiempos de los Reyes Católicos, es un pintor de adscripción difícil, del que apenas se tiene datos biográficos fiables anteriores a su llegada al taller de la sede primada y a los que sólo se puede acceder a través de las derivaciones estilísticas que revela su pintura. Si bien por su estilo se le presume un sustrato flamenco, quizás fruto de sus primeros años de formación, la crítica coincide en señalar y destacar sobre todo su conocimiento directo del arte italiano y sus técnicas, solo justificable por un viaje con estancias en algunos talleres artísticos difíciles de precisar y sobre los que ya no existe tanta unanimidad. Se barajan varias opciones -concentradas sobre todo en la Toscana y la Umbria- sin que ninguna tenga base documental segura. Otros autores subrayan también las posibles influencias de otros artistas coetáneos con los que trabajo en Toledo, como Berruguete, cuya obra, como la suya, tiene una clara impronta italiana. Sea como fuere, el caso cierto es que su aportación resultó decisiva en la introducción del Renacimiento en Castilla.

 

Juan de Borgoña debió de contar con un gran taller y trabajo en varias ciudades castellanas, como Alcalá, Madrid, Cuenca, Guadalajara o Salamanca, aunque su obra se concentra especialmente en la catedral de Toledo, en cuyo claustro trabajo por primera vez en 1495, y que alberga sus obras más importantes y reconocidas: los frescos de la sala capitular, que realizó entre 1509 y 1511, sin duda uno de los conjuntos de pintura mural más importantes del Renacimiento español, y el ciclo mural de la capilla mozárabe de la misma catedral dedicado a la campaña de Orán, que pintó en 1514.

 

Esta tabla sin firma, que representa la Cruz en el Calvario, está vinculada al Cardenal Cisneros, mecenas de Juan de Borgoña en la catedral de Toledo y quien seguramente le encargó esta pieza para su fundación más apreciada, la Universidad de Alcalá. Se trata de una obra importante, de más de dos metros de altura, en las que dejó amplia muestra de su buen hacer. Representa a la Cruz desnuda adorada por los ángeles a cuyos pies se sitúan los personajes que asistieron en el Calvario a la muerte de Cristo: los centuriones, San Juan y las Santas Mujeres, con la Virgen María  desmayada y la Magdalena arrodillada a sus pies. Lo más sorprendente es la falta de la figura del Crucificado. La rareza y originalidad de esta iconografía ha dado lugar a varias interpretaciones. Pérez Sánchez sugirió la posibilidad de que la tabla en origen se completaría con una figura esculpida de Cristo fijada sobre la cruz, si bien explicita "no se advierten señales de los imprescindibles clavos o elementos de sostén". También señaló la posibilidad de que lo que se ha intentado representar en la tabla sea el triunfo de la Cruz, "en una forma más despojada y simbólica, rehuyendo del intento la narración evangélica, que exige la doliente figura del Crucificado". Este simbolismo ha sido subrayado también por otros autores, en términos más o menos parecidos, pero al margen de las posibles interpretaciones y sus diferentes matices, lo que no cabe duda es que la Cruz, hacia la que se dirigen todas las miradas, se erige en centro indiscutible de la obra. Su presencia desnuda cobra una enorme fuerza y agudiza el contraste acusado que ofrece su rígida y abstracta geometría con el movimiento de los personajes a su alrededor.

 

Las figuras, además de la perfección física y de la belleza serena y grave del inconfundible estilo de Juan de Borgoña, muestran también un dramatismo sincero, especialmente concentrado en los personajes de la Virgen María desvanecida, la Magdalena arrodillada a los pies y el centurión arrepentido que apunta a la Cruz, las tres figuras centrales de la composición, aunque muestras de la desolación producida por la ausencia de Cristo están presentes en los rostros de todos los personajes. Este dramatismo se acentúa aún más por la casi ausencia de espacio y de paisaje de fondo que contribuye a crear una atmosfera asfixiante y concentrada, solo aliviada en parte por los exquisitos detalles ornamentales vegetales de la armadura del centurión, tan del gusto de Juan de Borgoña y que tantas veces repitió en otras obras suyas. La obra presenta su exquisita técnica, depurada y detallista ("amorosamente concluida" en palabras de Ángulo) y un colorido rico, armonioso y bien conjugado.

 

Al igual que en otras representaciones del Calvario, en esta obra de Juan de Borgoña cobra acusada influencia el arte nórdico, particularmente presente en el dramatismo de los personajes, probablemente demandado por el gusto del comitente, el Cardenal Cisneros, más acostumbrado, en la representación de esta iconografía, a los cánones estéticos flamencos, sin duda mas próximos al tipo de espiritualidad que practicó a lo largo de su intensa vida. Es por ello también buen ejemplo del saber hacer de Juan de Borgoña que no dudo en adaptar su estilo a los gustos y demandas de su clientela.

 

Bibliografía

 

  • Angulo Íñiguez, Diego, Arte y artistas. Juan de Borgoña, Madrid, Instituto Diego Velázquez, csic, 1954.
  • Borgoña, Juan de. En Museo del Prado. Enciclopedia Online. [consultado el 19 de septiembre de 2013] http://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/borgona-juan-de/
  • Mateo Gómez, Isabel, Juan de Borgoña, Madrid, Fundación Arte Hispánico, 2004.
  • Pérez Sánchez, Alfonso, E. La pintura antigua y los depositos del Prado. En Patrimonio artístico de la Universidad Complutense de Madrid : inventario. Madrid : UCM, 1989. pp. 15-27.
  • Ruiz García, Elisa. Escenografías del Poder. Otros "Realia". En Preparando la Biblia Políglota Complutense : Los libros del saber. Madrid : Universidad Complutense de Madrid, D.L. 2013, pp.199-210.
  • Silva Maroto, Silvia. Cruz en el Calvario. En Una hora de España : VII centenario de la Universidad Complutense : [exposición] Madrid, Centro Cultural de la Villa, 3 marzo-10 junio 1994. Madrid : Universidad Complutense: Ayuntamiento: Fundación Caja de  Madrid, 1994, pp.136-137
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