"La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos.". Walter Benjamin (Tesis de Filosofía de la historia)
Es extraño leer estos días Walter Benjamin: la vida posible de Esther Leslie que ha publicado la Universidad Diego Portales de Chile. No es una biografía que intente probar que Benjamin "nació muy pequeñito", como diría César Vallejo, sino un libro en el que se entrelazan las ideas, el trabajo intelectual de este autor tan inspirador, con su trayectoria vital y aspectos de su universo íntimo.
Decir Walter Benjamin en el mundo intelectual de las humanidades de este principio del siglo XXI, y más aún en el ámbito del arte, es nombrar a uno de los fundamentales, de los pensadores seminales. Casi que debe uno "disculparse" por no citar a Benjamin en cualquier texto teórico o de investigación artística.
A pesar de que algunos aspectos de la traducción me han resultado chocantes (algunas veces puede ser por modismos comunes en Chile pero creo que también hay algunos fallos) he disfrutado mucho leyendo esta biografía. Toda la obra de Benjamin desfila ante nosotros engarzada con los episodios de su vida. Me ha parecido muy tierno cómo se relaciona el interés de Walter Benjamin por los libros infantiles, sus reflexiones sobre cómo los niños se apropian de imágenes e historias, con la colección de anécdotas lingüísticas que fue recopilando de su propio hijo. También es muy interesante ver en qué circunstancias se gestaron y desarrollaron algunas de sus obras fundamentales. Aquí comienza esa sensación de extrañeza que, atendiendo un poco, podría definir más bien como desasosiego o angustia.
Al leer esa parte de la vida de Walter Benjamin marcada por su condición de refugiado me asaltan las imágenes que llenan estos días nuestras pantallas. Esas colas de personas que esperan junto a las vías de tren, que cruzan los campos vacíos cargadas con casi nada, que intentan saltar alambradas, que llegan a las playas (algunos arrastrados por el mar, ya muertos), que cruzan fronteras intentando huir de la guerra.
Benjamin, el judío alemán que ha perdido su nacionalidad, es recluido junto con otros miles de personas en distintos campos de... ¿Internamiento? Es tratado como si fuera un peligro para la nación y se le niega, como al resto, un lugar digno en el que dormir, un poco de agua, alimento. Le puedo imaginar con su traje gastado, con su cartera en la que lleva algunas cartas que acreditan su condición de intelectual y su adhesión a la República Francesa, con su libro de ensayos de Montaigne, desvalido y atónito ante los acontecimientos.
Benjamin fue un refugiado como tantos cientos de miles de entonces y de ahora pero, a diferencia de otros muchos, de él conservamos rastros, sabemos su nombre, podemos reconstruir sus anhelos y leer sus reflexiones. ¿Pero qué pasó y qué está pasando con otras tantas personas que se han convertido en números? ¿Qué pasa con quienes se acercan estos días a nuestras fronteras huyendo de la muerte y no encuentran ni un mínimo de ayuda? ¿Qué somos, como países y como Unión Europea, si no somos capaces de cumplir con las convenciones sobre ayuda a los refugiados?
Sin entrar a valorar la responsabilidad de Europa sobre lo que ocurre en aquellas partes del mundo de donde están intentando huir todas estas personas, podemos y debemos exigir a nuestros gobiernos que den de beber y de comer a quienes lo necesitan.
En breves días estará disponible en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes la biografía de Walter Benjamin a la que se hace referencia. Mientras tanto se pueden consultar y leer sus escritos y otras obras sobre él.