Llevo una temporada larga pensando en jardines. Siempre me han gustado las plantas, las flores y los pájaros pero mi dedicación a plantar, y a observar cómo evoluciona el mundo vegetal, no ha pasado nunca de unas cuantas macetas y de pasear por jardines (que otros cuidan) o por el campo (no cultivado). Vamos, que Karel Čapek (2009) hubiera echado a faltar muchas horas de espalda doblada y manos sucias de tierra. Sin embargo, el gusto por leer sobre jardines me descubrió que un pequeño espacio lleno de macetas puede hacer que uno se sienta jardinero si creemos a Penelope Lively (2019).
Primero descubrí lo mucho que me gusta leer sobre ese tema y luego empecé a utilizar la idea de jardín para pensar sobre mi forma de entender las bibliotecas. Sí, las bibliotecas son mi campo de experimentación, investigación y trabajo. También son la materia a partir de la que expreso mi creatividad y, como no, mi ventana para mirar al mundo y para entenderlo.
El primer acercamiento a la relación entre los jardines y las bibliotecas viene de una entrevista a la antropóloga de la lectura, Michèle Petit1, en la que recordaba una conversación con su amigo Daniel Goldin2 (Biblioteca Vasconcelos, 2018). Comparaban las bibliotecas con los jardines por lo que éstos tienen de lugares libres a los que cada quien acude cuando le place, sin una tarea precisa a la que atender más allá de pasear, contemplar la belleza de plantas y animales o abrazar a la persona amada al aire libre3.
Aunque las bibliotecas tenemos una parte práctica o funcional (ofrecer ayuda y formación sobre cómo encontrar la información necesaria para nuestras vidas) hay una parte de nuestro sentido como institución que tiene que ver con ese "perder el tiempo" o "no buscar un fin inmediato" que aparece tan claramente en los jardines.
'Herbarios imaginados. Entre el arte y la ciencia'
Lotta Olsson | Green Flora (Grön Flora) S/F | Tintas pigmentadas sobre papel de algodón. 100 x 70 cm
Además, en estos tiempos de capitalismo neoliberal, en los que todo tiene un precio, podemos ver las actividades de la jardinería, o el dejar pasar el tiempo en una biblioteca sin un fin concreto, como un acto de rebeldía contra la cultura de la prisa y el ruido. Un hacer que se acerca a la escucha y que se aleja de la gratificación inmediata, de la vida como mercancía.
Aquí se cruza esta visión de la biblioteca como prima hermana del jardín con algo que lleva años interesándome: enseñar y potenciar el uso de determinadas partes de la colección de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM. Me refiero a las publicaciones de artista, a los fotolibros, a los carteles y postales, a los libros objeto y las revistas ensambladas, a las grabaciones sonoras de distinto tipo y variados soportes... Documentos que tienen mucho que decir y que no siempre son tenidos en cuenta cuando queremos saber sobre algo. También hay un encuentro con otras maneras de habitar las bibliotecas para la que los jardines sirven de inspiración.
Pues con todos esos ingredientes en la cabeza se nos vino, de repente, la cuarentena, el aislamiento y los tres balcones con vistas a la calle Ave María (en el barrio de Lavapiés, Madrid) adquirieron otra dimensión. Los primeros días, aprovechando que hacía sol, me dediqué a cambiar algunas plantas de tiesto y a dejarlo todo preparado para la primavera que comenzaba. Pero sobre todo, los balcones nos han servido para poder salir y comunicarnos con el mundo y aplaudir (para defender la sanidad pública y homenajear a quienes la sostienen) y hablar a gritos con nuestras vecinas y saludar desde lejos a quienes asoman la cabeza por las buhardillas y escuchar conciertos y cantar en grupo y escuchar las oraciones al atardecer de los vecinos de Bangladesh y hacer una cacerolada pidiendo dignidad a un sistema que no nos quiere preguntar si nos gusta o no cómo se ha diseñado.
Eso sí, los balcones no han sido la única ventana. Mi vecino de enfrente, Javi Álvarez, todos los domingos, en horario vermú, de 12:30 a 14:30, hace una pinchada musical que nos prepara para el "apocalipsis cuqui". Mirando por esa ventana se me ocurrió, el domingo 15 de marzo, que creáramos juntos una pieza con libros y discos (también otras publicaciones y soportes) sobre jardines.
De Javi Álvarez (Fluzo, Dúo Cobra, Néboa, Dj de la muerte, La Follable...), ha dicho Sebastià Jovani4:
dandi megatrónico, especialista en arte conceptual y juegos de palabras, descuartiza cualquier prejuicio con propuestas eclécticas en las que se dan la mano el psychobilly, la electrónica vintage, el desvarío punk y los entremeses musicales para gente convenientemente vestida y armada. Si se imaginan la orquesta de Lalo Schifrin tocando casiotones en el Restaurante del Fin del Mundo, estarán cerca de hacerse una idea...
Así que entre este activista musical y el activista bibliotecario que soy yo mismo hemos empezado a hablar desde los balcones y ventanas, a escribirnos emails y a tener conversaciones telefónicas para crear una pieza bibliográfico-musical que hable desde, para, con, según, sobre, tras los jardines y las bibliotecas.
Mientras vamos creando esa pieza (que comenzamos a partir de los documentos que tenemos a mano pero que crecerá con otras publicaciones que están esperándonos en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes) iremos publicando reseñas de algunas obras escogidas. La primera, que saldrá seguida a esta presentación va a ser un comentario sobre el libro El jardín perdido de Jorn de Précy (2018).
Nuestra idea es publicar una reseña semanal e ir alternando cometarios sobre libros y música aunque, a veces, haremos reseñas conjuntas.
Nota:
Las fotos que ilustran este post están sacadas del Blog de La Tabla, especializado en jardinería, en donde publicaron una reseña sobre la exposición "Herbarios imaginados. Entre el arte y la ciencia"
https://www.elblogdelatabla.com/2020/01/herbarios-imaginados-entre-arte-ciencia.html
Bibliografía:
- Biblioteca Vasconcelos. (2018). Michèle Petit lee las bibliotecas (y la Biblioteca Vasconcelos). Entrevista
- https://www.youtube.com/watch?v=8j6Sx6ZEXDc
- Capek, K., & Capek, J. (2009). El año del jardinero. José J. de Olañeta.
- Lively, P. (2019). Vida en el jardín (1a ed. en Impedimenta). Impedimenta.
- Précy, J. D. (2018). El jardín secreto. Elba.
Javier Pérez Iglesias. Madrid, marzo de 2020
1 Michèle Petit, antropóloga y socióloga, ha sido investigadora de la Université de Paris 1 y es miembro honorario del Laboratorio de Dinámicas Sociales y Recomposición de los Espacios (LADYSS) del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) en Francia. Se dedicó a la investigación de la lectura y su función en la construcción o reconstrucción de la identidad, así como de los espacios de lectura, fundamentalmente bibliotecas. Sus libros han tenido amplia difusión entre bibliotecarios, maestros, promotores de lectura de Argentina, Brasil, Colombia, México... Daniel Goldin es su editor en lengua española.
2 Es un editor, bibliotecario y escritor mexicano. De 2013 a 2019 fue director de la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México.
3 Eso si estás en un jardín respetuoso con las personas LGTBIQ, en caso de que pertenezcas a esos colectivos, o si vives en un lugar en el que no se pide la documentación a la gente en función de su aspecto "racial" y no tienes miedo de que tu "ilegalidad" te pueda crear problemas.
4 Sebastià Jovani (Barcelona, 1977) es un novelista, poeta y ensayista. Su obra está publicada en castellano y en catalán. Pertenece a una nueva generación de escritores cuya obra se centra mucho en la realidad urbana y juega con el género de novela negra.