Hasta el 19 de noviembre estamos de suerte...
En 1992 Olaf Ladousse editó el número 1 del fanzine de artista ¡Qué suerte!
Se cumplen 20 años de este proyecto editorial en el que el fanzine, el cómic y el libro de artista se combinan en un híbrido gráfico fresco y sorprendente en el que la figura de Olaf es el hilo conductor.
He aquí el decálogo que define esta obra coral con un productor genial:
1. Olaf propone un tema que da título al número: pollo, mágico, mecánico, petróleo, muerte, perro, molécula, marinero, ladrón... Parece un etcétera surrealista, pero en cada una de estas palabras evocadoras hay un guiño humorístico a la actualidad, un trasfondo socio-político que al hojear el número se hace patente.
2. Olaf invita a los creadores de relatos gráficos mediante una bella tarjeta con una de sus célebres ilustraciones, un grabado de tirada muy corta, coincidente con los 50 creadores que componen el número. Para Olaf no existen fronteras, en el número participan gráficos de Argentina, Australia, Francia, Estados Unidos, España, Suiza, Bélgica, Japón...
3. Los dibujantes envían sus historias a Olaf Ladousse, Apartado 18280, 28080 Madrid. El correo tradicional, con su carácter humano -para lo bueno y lo peor-, está presente en este fanzine en el que lo virtual y el ordenador tienen una presencia marginal, a contracorriente de los usos gráficos habituales.
4. Las historietas han de ser en blanco y negro (el interior se reproduce mediante fotocopias) y tienen que ser mudas: no se pueden incluir palabras. Se trata de un reto narrativo, en el que la secuencia de viñetas ha de ser autosuficiente para contar una historia. Algunos creadores inventan un lenguaje icónico que sustituye las palabras. No hay lenguajes arbitrarios y convencionales, en su lugar aparecen códigos donde una semejanza afín a la de los emoticonos (y de otros códigos callejeros o juveniles) facilita una comunicación visual que salta las fronteras, que puede disfrutarse por lectores de Tokio o de Rosario.
5. El orden de las páginas lo establece Olaf: las historias miden dos hojas en su mayoría, seis como máximo. Con ese ritmo el fanzine alza un vuelo narrativo en el que lo individual y lo colectivo dialogan en un discurso visual y chispeante. Los iconos de nuestros días (zombies, banqueros, dinosaurios, perros, coches, ladrones) son utilizados por dibujantes diversos y entonces aparece una imagen matizada, coral, ¿generacional?
6. El elenco se sitúa en la última página, en una red que parece llevar misteriosamente de los unos a los otros. La lista de creadores colaboradores en este fanzine de artista es un índice de los dibujantes de cómic independiente de los 20 últimos años: Baldo, Bert, Ben, Calpurnio, Caroline Sury, Camille Ladousse, César Fernández Arias, David Cutter, Eneko, Freddy, Gorka, Isidro Ferrer, Jaque Le Biscuit, Jorge García Pfretchzschener, José Luis Carrascosa, Chris, Knox, Koko, Lambert, Liniers, Lili, Link, Luis Pérez Calvo, Max Cachimba, Manu Griñon, Mariscal, Marcel Ruijters, Mauro Entrialgo, Mutis, Michel Siquot, Ortuño, Pakito Bolino, Pepe Medina, Phil, Quique Ramos, Raquel Machín, Alex Renaux, Roger, Sobornez, Sophie Dutertre, Victor Aparicio, Aleksandar Zograf... Y Olaf Ladousse, el alma de este proyecto veinteañero.
7. La portada se realiza mediante grabado en linóleo, la calidez pseudo xilográfica es la marca de la casa, la imagen de presentación que distingue este fanzine de todos los demás. Domingo Casas, linotipista de vocación, admirable profesional, tiraba en su imprenta tradicional estos grabados a dos tintas. La presente crisis se ha llevado por delante el insustituible negocio de Domingo.
8. Cada número, de páginas variables se imprimía en papel reciclado hasta que Olaf consideró que esta modalidad de celulosa era más contaminante que la usual. La tirada, de 500 ejemplares, es encuadernada de modo casi artesanal por el propio editor.
9. Fiesta: con música en directo y en un local alternativo de Lavapiés, para todos los creadores y sus amistades se presenta el nuevo número del ¡Qué suerte! En una noche inolvidable gráficos y músicos comparten la novedad literaria como un goce vital. El arte se aproxima al placer, algo muy propio de la cultura folklórica urbana.
10. Distribución por las tiendas de cómics de Madrid... y ¡del mundo! Olaf ha establecido contactos de amistad y colaboración en países de Europa, América, Asia...y Oceanía. Mediante el correo y en sus viajes como concertista de Las Solex y de Los Caballos de Dusseldorf, como editor del proyecto artístico de intervención callejera de El Cartel, Olaf (y Carmen, su maravillosa y siempre cómplice media naranja) lleva el fanzine a los países más lejanos. Como dice el tango: 20 años no es nada. Que haya suerte. Qué suerte.
Prof. Luis Mayo