Por fin llega el viernes de las Jornadas que se inauguran con unas palabras de la Directora del Centro Cultural de España en Malabo, Pilar Sánchez Llorente, y la bienvenida de Juana Salas, Doña Juana, una de las bibliotecarias del CCE, que saludó y dio la bienvenida a los niños y niñas presentes. A continuación se realizó el encuentro entre Carles Cano y los alumnos de dos colegios de Malabo que habían leído su libro Cuentos para todo el año. Es una situación muy especial el que se pongan frente a frente un escritor y sus lectores, pero cuando estos últimos son niños se dan situaciones muy emocionantes. Los pequeños, después de los primeros momentos de timidez, encontraron ocasiones para hablar y debatir sobre las historias que habían leído pero también sobre el hecho de escribir y lo que supone leer.
Yo me perdí la inauguración porque estuve en la Televisión local, en un programa en directo, hablando sobre las Jornadas y sobre el incipiente mundo bibliotecario de Malabo. La televisión local fue una interesantísima experiencia pero eso se merece otra crónica en otro momento.
Comimos en el restaurante del Instituto Francés y antes visitamos sus dos bibliotecas, una para adultos, en la planta baja, y otra infantil y juvenil en el primer piso. No hay mucho espacio para que los usuarios trabajen allí pero sí una buena selección de documentos en lengua francesa (libros, revistas, prensa, películas y cómics) que se pueden llevar en préstamo. Saludamos a la bibliotecaria de la sección infantil que esa misma tarde iba a participar en una de las mesas redondas de la Jornada.
A las 16:30, en un horario que garantizaba la asistencia de los docentes interesados, di mi conferencia, "Palabras por las bibliotecas y la lectura". Tuve el honor de ser presentado por el poeta Nánãy-Menemôl Lêdjam, colaborador del equipo de la Biblioteca del CCE. Tras las amables y elogiosas palabras de Nánay me centré en hablar sobre los beneficios que las bibliotecas suponen para el desarrollo de las personas y de los países.
Después del coloquio y de una pausa para el café se reanudó la actividad con una mesa redonda en la que participaron la casi totalidad de las instituciones, bibliotecarias y de enseñanza, que tienen espacios dedicados a la lectura en la isla de Malabo. Todos hablaron sobre sus instalaciones, sus colecciones y las condiciones de uso para las personas interesadas. También presentaron sus planes de futuro. Quizá era la primera vez que se juntaban todas esas personas, en representación de sus organizaciones, para charlas e intercambiar opiniones sobre la lectura en Guinea Ecuatorial. La mesa nos dejó un buen sabor de boca porque indicaba que hay lugares a los que se puede acudir para leer y recibir ayuda en el acceso a la información y personas dispuestas a que se produzca el encuentro entre los lectores y los libros. Los participantes representaban a la Biblioteca Nacional de Guinea Ecuatorial, a la Biblioteca de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial (UNGE), a la Biblioteca de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), a la Biblioteca del Instituto Francés, a la Biblioteca de Barrio de "Campo Yaundé", a la Biblioteca Claretiana, a la Casa de Cultura de Ébola y al propio Centro Cultural de España en Malabo (con la bibliotecaria Pilar Gorbeña como representante).
La tarde se cerró con una mesa en la que estuvieron presentes, José Fernando Siale Djangany, escritor, jurista y uno de los socios de la Librería "Palabras de Luz", en Bata, Mirian Velarde de la Librería "La Casa Tomada", de Malabo, y María José Blanco del Grupo Editorial Anaya. Pudimos conocer las dificultades con las que se encuentran las librerías en un país en el que, todavía, se lee poco, y en el que no existe un sector editorial propio. María José Blanco habló sobre el mundo editorial en lengua castellana y las posibilidades para los autores guineanos y para las librerías.
El sábado comenzó la actividad con una conferencia de Fátima del Río sobre las bibliotecas de aula en el Colegio Virgen María de África y la biblioteca infantil del Campo Yaundé. La presentación corrió a cargo de Elena Muñoz, una de las becarias de gestión cultural del CCE. La labor de esa docente, y del grupo de profesores y profesoras implicados, es de un gran valor porque no sólo utiliza el colegio y el horario escolar para desarrollar el gusto lector sino que salen a las calles del barrio para llegar a más niños y niñas. Hay una mezcla de trabajo educativo curricular, para enseñar a leer y a escribir, y un espacio para la lectura como actividad individual y libre, que los niños y niñas escogen según sus preferencias.
Después, Ana Julia Salvador, Directora de la Biblioteca Pública Luis Fernández Santos, en Villa de Vallecas, habló de la lectura y las bibliotecas en unas condiciones difíciles, las de los campamentos de refugiados saharauis en el desierto argelino. El proyecto Bubisher, nace de la solidaridad de escritores y bibliotecarios con el pueblo saharaui. Al principio, en el año 2006, se logró un primer bibliobus que se bautizó con el nombre de un pájaro, el Bubisher, que es el símbolo de la buena suerte en los campamentos. Desde el comienzo se ha trabajado en España, con voluntarios que han seleccionado los libros y logrado la donación de otros dos vehículos, y en los propios campamentos en donde se ha formado a personal local para atender los servicios bibliotecarios. En la actualidad hay dos bibliotecas fijas (los nidos del Bubisher) y tres bibliobuses en tres campamentos distintos, pero el proyecto está vivo y sigue manteniendo los lazos entre los voluntarios españoles y el pueblo saharaui.
Las jornadas terminaron con la palabra contada. Esa palabra que tiene tanta fuerza y tradición en África en donde el patrimonio cultural está muy ligado a la oralidad. Nos despidieron los cuentos de Carles Cano y de Marcelo Ndong.
Por la noche, antes de que tomaran el avión Carles Cano y María José Blanco, nos juntamos con amigos y trabajadores del CCE para celebrar lo bien que había salido el encuentro. Todos estábamos excitados por las posibilidades que se abrían para la lectura en un país en el que casi todo está por hacer en ese campo. Junto al mar, bajo las palmeras, con una humedad del 66 % y una temperatura de 27 grados centígrados (estamos hablando de mínimas) despedimos las jornadas en la noche ecuatorial.
Quedan las promesas de volver a encontrarnos y de seguir apoyando esa pasión bibliotecaria que está naciendo en un pequeño país en el que se habla castellano. No me quiero despedir sin dar las gracias a todo el equipo del CCE de Malabo y, muy especialmente, a las personas implicadas en el Servicio de Biblioteca: Juana Sala (Doña Juana), Pilar Gorbeña, Nánãy-Menemôl, Marcelo Eworo, Elena Muñoz y Susana Martínez. También un recuerdo muy especial para Águeda, Manu, Marciana y Juan Carlos, el chófer del Centro, que hizo posibles muchos desplazamientos y nos animó con su sonrisa.
Y un agradecimiento muy especial a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid gracias a cuya generosidad, y visión estratégica, he podido participar en este proyecto de cooperación al desarrollo.
¡Hasta pronto Guinea!