Julio López Hernández. Miradas
Territorio de la medalla. Su palabra en relieve y el camino de su materia
Considero interesante la exposición en la Biblioteca que proponen sus dos comisarios, profesores en activo de esta Facultad. Tratan de acercar lo que el autor de una obra soñó y pensó después, su trayectoria material para llegar a un final y la interpretación que de todo esto pueda hacer su contemplador, que en este caso es principalmente un alumno.
Con ello, creo que amplían de una manera efectiva la capacidad didáctica que la exposición del trabajo de un artista pueda tener ante su contemplador. Los comisarios han querido llegar al meollo de la cuestión introduciéndose en las interioridades del autor, haciéndonos ver los temores, las dudas, las improvisaciones, es decir, el espíritu de alerta y miedo, previsión y logros con los que ha vivido. Todo quiere expresar el bagaje que deja un oficio, su influencia a la hora de trabajar sobre una idea, y la traslación a la materia expresiva de una interpretación poética de la existencia de lo humano.
Eligieron para ello el tema de la medalla. Su creación ocupa un territorio amplio y sugerente, puesto que participa de una capacidad narrativa que le otorga una condición cultural muy generosa. Hacer medallas requiere una información previa sobre los temas, imaginación para encontrar el símbolo, que ha de ser genérico, y el atractivo, en algún caso, de la sorpresa.
Esta condición literaria de la medalla la comprendemos mejor cuando reparamos en que hemos de leer sus significados en dos tiempos sucesivos. Cuando vemos el anverso estamos creando la expectativa de cómo será el reverso. Su lectura, dividida en el tiempo, obliga a unir significados, a buscar el sentido global del mensaje y a sacar la consecuencia que la hace original y única. Vemos cómo se parece el contemplar una medalla al hecho de leer un poema, que requiere un tiempo de espera para pasar la página y ver la siguiente.
Esto ubica la exposición en ese espacio de meditación y lectura que es la biblioteca, campo de la concentración con su mirada hacia dentro, el sitio donde nuestra interioridad se siente a gusto, donde podemos desnudarnos sin rubor y comprendernos mejor.
La muestra recoge aspectos inéditos del trabajo de un escultor. Rebasando los límites de lo que es una exposición al uso, propios del recorrido que ofrece cualquier galería o museo, ésta pretende mostrar el principio, cuando la obra sale de las brumas del sueño, cuando busca su camino tratando de evitar las rutas erróneas, cuando toma su palabra por vía del dibujo, cuando éste quiere ser la materia y el relieve, cuando todo se hace nostalgia, se cubre de polvo, y nos dice cómo podría haber mejorado con algún cambio.
Todo esto pretenden los comisarios y yo colaboro placenteramente pensando que en mis años de estudiante también espiaba, y con la imaginación penetraba en los talleres de mis profesores, que no es que me ocultaran algo, sino que cubrían con un velo los entresijos de su labor creativa.
Julio López Hernández