Hola de nuevo, desde San Ignacio...
Alguien quiso saber… cómo es la vida por acá. Quizás os puedan contar un interesante enfoque los cuatro miembros de la Complu… que estuvieron por estas tierras. Les animo a que lo hagan ya que yo llevo demasiado tiempo acá (cuatro años) y eso creo que hace que se conozca más, pero se pierda la perspectiva desde la mentalidad europea…
Si os sirve mi punto de vista… la vida aquí, para sus habitantes, es muy tranquila. Esto creo que es debido a la climatología y al carácter desarrollado.
El primer condicionante implica que durante todo el año, no sólo el calor es abrumador, sino que casi medio año se lo pasa lloviendo torrencialmente… por lo que es imprescindible tomarse la vida con tranquilidad.
El segundo, en parte consecuencia del primero y en parte consecuencia de factores creo que íntimamente relacionados con su historia, induce a lo mismo: esta gente, los bolivianos del oriente, son apacibles, sosegados, de los de ritmo lento…
¡Durante el viaje se acomoda la carga! Dicen cuando iniciamos un recorrido de cuatro horas entre San Ignacio y Trinidad… en un camión atiborrado de personas y paquetes…
Y es cierto: la carga se acomoda durante el viaje: ¡no vale de mucho colocar y colocar, si poco a poco cada paquete encuentra su lugar…!
Pero para una exasperada europea adicta a la eficiencia… ¡es una prueba de fuego no morir de impaciencia!
En fin, que la vida es muy tranquila… ¡al menos en apariencia! Parece que nunca ocurre nada nuevo. Sin embargo, ocurre. Ocurren cosas, pero por… “lo bajini” Los únicos que llaman la atención con sus grandes obras son los políticos…, de los que la población en general parecen bastante cansados… ¡digamos que hay cierto escepticismo… acerca de su labor, a pesar de los anuncios con bombo y platillo…!
La población no suele tener un trabajo remunerado. Aunque no conozco las estadísticas, las únicas personas con un sueldo en San Ignacio son los trabajadores de la alcaldía (unos 150 personas), los de sanidad (no creo que sean más de 40 ó 50), los de educación (hay unos 150 profesores) y los de las pocas ONGs o instituciones. De manera, que supongo que como muchísimo seremos unos… mil personas, de un total de 10.000 habitantes.
¿El resto? Viven de una economía sumergida… ¡por debajo del índice de pobreza! (92% de la población del Beni están por debajo de este índice). Es decir, que plantan en su chaco (pequeño trocito de tierra), guineos (plátanos) yuca y papaya…, hacen empanadas para vender, o bolos (helados de hielo en bolsas de plástico), o chorizos, o hacen comida, o etc. etc., para tener para hoy.
¿Los niños? Absorbiendo las enseñanzas nunca manifestadas, de sus mayores.
Mi vecino, por ejemplo, niño de unos ocho años hijo del sacristán de la parroquia (por lo tanto, un hombre privilegiado), limpia los pocos zapatos que hay en el pueblo. Se le suele ver en la alcaldía con su caja de betunes al hombro y su hermano chico de la mano… -Y tú, ¿cómo es que andas por acá? - Le pregunté la primera vez que me lo topé. Su mirada de asombro delata que nunca nadie le abordó en este sentido… Mira mis pies… y cuando ve que no hay más que mis dedos asomando de unas sandalias, baja la mirada: otro más que no le ayudará a “llenar la olla”… (como él mismo dice…). Y en silencio, continúa lustrando con ahínco, orgulloso de su oficio, zapatos ricos de pies de adinerados…
Cuando supe que era mi vecino… pasó a mi casa…-
¿Y qué haces con la plata? – Le pregunté.-
“Ayudo a mi madre a llenar la olla” – Fue su lógica respuesta…
Y así, hay decenas de críos…
Desde los seis o siete añitos, recorren el pueblo al amanecer, con su bañador (barreño) sobre su cabeza, ofreciendo los productos del trabajo de sus padres… empanadas, bolos, gelatinas, chorizos, papayas, limones… ¡todo aquello que se deje vender!
Después, a las 8.00, entran al colegio o siguen ayudando en casa para… ¡llenar la olla! A veces, esto es lo primero, el colegio si es posible… después.
Y la vida transcurre… sin más incidentes…
María Luisa Tejera Torroja