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Mosul

Javier Gimeno Perelló 25 de Marzo de 2015 a las 18:56 h

El pasado mes de febrero, terroristas del llamado Estado Islámico destruyeron unos 8.000 libros antiguos y manuscritos de la Biblioteca Pública de Mosul, creada en 1921 con colecciones del siglo XVIII, libros siríacos impresos en la primera imprenta del país, obras de la época otomana, así como valiosas obras de arte, incluyendo una colección de antiguos astrolabios árabes, todo ello procedente de acaudaladas familias iraquíes.

Esta biblioteca había sufrido en 2003 el saqueo posterior a la ocupación estadounidense, aunque gran parte de las obras más valiosas pudo ser rescatada gracias a la rápida intervención de usuarios y vecinos que lograron guardarlas en sus casas para luego devolverlas al centro.

Además de esta biblioteca pública, los yihadistas han vuelto a arrasar la biblioteca de la Universidad de Mosul, también incendiada en 2003. Asimismo, han sido requisados o quemados todos los libros de las librerías de la ciudad que no fueran de contenido religioso. Se calcula que el número de obras destruidas asciende a más de 100.000.

No sólo las bibliotecas. También el teatro y la iglesia de la Virgen María de la ciudad han sido pasto de la intolerancia. Tirando escultura
A comienzos de marzo, los mismos fanáticos salafistas han acabado con buena parte de los vestigios arqueológicos de la ciudad de Nimrud, fundada en el siglo XIII antes de Cristo a orillas del río Tigris, considerada como uno de los principales testimonios de la era asiria. En 1988, un equipo de arqueólogos descubrió una tumba con una espléndida colección de joyas y piezas de oro.

Fanatismo e intolerancia son categorías opuestas a cultura y pensamiento. El objetivo de los integristas es acabar con cualquier vestigio cultural y toda forma de diversidad. Su fin último es acabar con la libertad que subyace en el saber, en el arte y en el conocimiento. Es un desafío al mundo y al sentir de la humanidad.

Todos nosotros debemos hacer nuestras las palabras de Irina Bokova, directora general de la Unesco: "No podemos permanecer en silencio. La destrucción deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra" y tenemos que hacer un llamamiento a los gobiernos, a las instituciones y a la comunidad internacional para que pongan freno a esta barbarie que nos destruye como civilización.

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