Hace 2400 años, Agnocide, considerada la primera científica de la Historia debió recurrir a la estratagema de hacerse pasar por hombre para conseguir acceder a los conocimientos sobre anatomía, medicina y obstetricia que en Alejandría impartía el gran erudito Herófilo (335-280 a.C.), y hubo de persistir en este engaño para poder abrir su propia consulta al regresar a Atenas.
Desde entonces, si el camino de la ciencia ha sido azaroso y cuesta arriba en muchos momentos, el trayecto que han debido seguir las mujeres, no sólo para formarse como científicas sino incluso para acceder a tratamientos acordes con sus necesidades ha tenido en muchas ocasiones tintes de verdadera odisea.
La ONU considera en la actualidad que la ciencia y la igualdad de género son vitales para realizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluidos en la Agenda 2030. A pesar de ello, la mujer en general sigue enfrentándose a muchas barreras que le dificultan y a veces impiden un acceso al ámbito científico en igualdad de condiciones con los varones.
Desde el cambio de milenio la ONU viene realizando un importante esfuerzo en la promoción de la participación de mujeres y niñas en la ciencia. Es en este contexto donde la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Como ya en alguna ocasión hemos recordado desde este foro, la Humanidad no puede seguir permitiéndose el lujo de seguir avanzando prescindiendo de más del 50% de su potencial intelectual, el que representan las mujeres.
Iniciativas como esta nos recuerdan no sólo la justicia, sino también la necesidad de seguir luchando contra la discriminación de la mujer en multitud de ámbitos, eliminando barreras jurídicas, económicas, sociales y culturales que todavía hoy persisten.
Solo de esta forma nombres como los de Marie Curie, primera catedrática de la Universidad de Paris, Jocelyn Bell descubridora de la primera radioseñal de un púlsar, Augusta Ada Byron, primera científica de la computación y primera programadora del mundo, Cecilia Payne, descubridora del componente principal del Sol y la estrellas o Barbara McClintock, científica especializada en citogenética, cuyos descubrimientos resultan hoy esenciales en el campo de la genética, no serán en el futuro grandes nombres percibidos con un matiz de excepcionalidad, sino que representarán para las generaciones futuras, las pioneras que un día abrieron el camino a la igualdad entre mujeres y hombres en una sociedad más justa...y sobretodo más inteligente.