Era la noche de Navidad de 1870, durante el sitio de París por los prusianos. Al ir a dar las doce, en uno de los baluartes franceses, un soldado de la guardia móvil, después de haber obtenido el permiso de su capitán, sube a la trinchera, se adelanta unos cuantos pasos hacia las avanzadas prusianas que estaban casi a la vista, se detiene, saluda militarmente, y entona a plena voz el Cántico de Adán, popularísimo en Francia:
Las doce son, cristianos; es la hora solemne
en que Dios hecho hombre a la tierra bajó...
Nadie responde en el campo enemigo, y todos en el francés, aún los menos religiosos, quedan conmovidos y meditabundos...
Pasaron algunos momentos, y en lo alto de las avanzadas prusianas aparece a su vez un fornido artillero, cubierto con su casco; avanza también algunos pasos, saluda militarmente, y con voz grave y llena de emoción principia a entonar, en alemán, un himno al nacimiento de Jesús. Y como este himno formaba parte de las canciones que los soldados prusianos, católicos o protestantes, sabían desde su niñez, y tenían por obligación y costumbre cantarlos en los templos durante la misa o los oficios, la avanzada alemana repitió solemnemente en coro sus últimas estrofas, terminadas con estas palabras a manera de estribillo: Wecnachtszeit! Wecnachtszeit! que quiere decir: ¡Navidad! ¡Navidad!
El puesto de avanzada francés respondió como un sólo hombre: Noël, Noël! Viva Noël!
Y la Nochebuena, con el recuerdo de sus fiestas de familia y de sus divinas enseñanzas (dice el testigo presencial que relata este episodio) confundió por un momento a aquellos hombres de ejércitos enemigos en un sentimiento común de cordialidad y de paz.
(Extraído de La navidad de los niños. Biblioteca de la Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid)