Ha llegado el Otoño. Las hojas caen de los árboles, sus ramas partidas agonizan ante los últimos rayos del sol del verano. La tristeza y la melancolía nos embarga. Todo se repliega y muere en la naturaleza...
No pretendemos referirnos a ninguna novela romántica de las que puedes encontrar en nuestra Sección de Novelas, ni a ningún nuevo fármaco contra la depresión.
Aunque tampoco estas palabras reflejan fielmente la realidad, sino tan sólo una impresión de nuestros sentidos, ya que el Otoño no es sino una más de las etapas del ciclo vital, porque... nada muere, todo se transforma.
Es, precisamente en esta época del año, cuando se potencia la renovación de la materia orgánica del suelo, a partir de una serie de restos vegetales que se ven aumentados con la caída de las hojas que ya desde mediados de agosto han empezado a incrementar la hojarasca, la cual sufre una transformación biológica denominada humificación, que tiene como resultado la aparición del humus.
Llamamos humus a una capa del suelo constituída por un conjunto de compuestos orgánicos coloidales procedentes principalmente de neoformaciones microbianas que contraen enlaces más o menos estables con elementos minerales del suelo como las arcillas y los hidróxidos de hierro y de aluminio.
El característico color negruzco del humus se debe a la abundante presencia de carbono en el proceso de descomposición de la hojarasca, en el cual se produce la desaparición de la materia prima vegetal, tanto por su división mecánica como por la actividad animal de las lombrices.
Durante este proceso, la materia vegetal es atacada muy rápidamente por las bacterias y los hongos del suelo en una transformación que puede ser muy rápida en medios poco ácidos y aireados, dando como resultado el humus denominado MULL, o mucho más lenta si se produce en medios muy ácidos o sobre materia vegetal poco biodegradable, dando lugar a humus forestales denominados MOR.
En el Mull, la hojarasca forma en el suelo una fina capa durante el otoño, que desaparece casi por completo al llegar el verano, mientras que en el caso del Mor, el largo proceso de descomposición de la hojarasca forma, superpuesto al suelo mineral, un horizonte orgánico formado por restos vegetales todavía estructurados.
La mineralización de la materia orgánica viene a representar un proceso opuesto a la humificación, ya que a través de la formación de compuestos minerales solubles o gaseosos por la acción de microorganismos particularmente activos, desemboca de hecho en la desaparición total de dicha materia orgánica.
La mineralización puede por tanto presentarse tanto en la materia orgánica fresca u hojarasca, en cuyo caso hablaríamos de un proceso de mineralización primaria, como en el humus (tras el proceso de humificación) en cuyo caso hablaríamos de mineralización secundaria.
Como vemos pues, en Otoño la vida continúa su evolución también en los suelos que, de acuerdo a la concepción edafológica que revolucionó la ciencia del suelo a finales del siglo XIX, son un medio vivo que nace y evoluciona ante la acción de factores como el clima y la vegetación.