Imaginemos que hoy decidiéramos utilizar sólo el lado derecho de nuestro cuerpo. Nos taparíamos el ojo izquierdo y nos ataríamos al cuerpo el brazo y la pierna izquierda. Podríamos vivir, sin duda, pero con grandes dificultades...
O imaginemos, por ejemplo, que decidimos que podemos utilizar los dos ojos, pero sólo para mirar las cosas de un determinado color, y que podemos servirnos de ambas manos pero sólo para hacer un tipo de tareas y no otras.
El absurdo de esa situación nos puede servir para comprender lo que la humanidad lleva haciendo desde tiempos remotos hasta muy recientemente: renunciar al cincuenta por ciento de su potencial o reducirlo a determinados ámbitos.
Sí, hablamos de la mitad del género humano formado por Mujeres. Mujeres que a lo largo de la historia se han visto sometidas, apartadas, limitadas, cuestionadas, maltratadas, asesinadas, utilizadas...y nos faltarían adjetivos para describir esa realidad.
Pero sigamos imaginando: ¿Cómo sería hoy nuestro mundo si la humanidad hubiese incorporado y fomentado desde siempre la inteligencia, la habilidad, la sabiduría, en definitiva, la potencialidad de las mujeres? Sin duda mucho mejor.
Qué duda cabe que Mujer y varón son realidades diferentes, y que esta situación ha sido fruto de la participación tanto de varones como de Mujeres bajo la influencia primeramente de las diferencias físicas entre ambos sexos y más adelante de las costumbres, las religiones, los prejuicios, la pobreza, los intereses económicos, etc.
La Historia de la Farmacia, no es una excepción a esta realidad, es más, quizás es esta una de las disciplinas científicas que más debe a la Mujer, ya que entre las grandes figuras de la farmacia perdidas en el anonimato de su historia habríamos de tener en cuenta a multitud de Mujeres acusadas de hechicería y condenadas a morir apedreadas o quemadas en las hogueras.
En efecto, ya en la Prehistoria la Mujer empieza a desempeñar un papel primordial como cuidadora de la familia, vigilante del fuego y elaboradora de los alimentos, labores en las que la evolución social ha intentado mantenerla constreñida. Sin embargo, también desde los orígenes de la humanidad, la Mujer intenta aportar otras capacidades y fruto de su experiencia empieza a utilizar y custodiar determinadas plantas y compuestos que podríamos considerar el germen de los primeros medicamentos. De la utilización directa de plantas medicinales como la Fumaria officinalis o el Papaver Somniferum pronto se pasaría al desarrollo de técnicas que permitieran una ingestión más eficaz, como la molturación o la maceración en agua, o la mezcla con alimentos como la leche o la miel, y más adelante con el descubrimiento del fuego, las infusiones y cocimientos permitirían la elaboración de remedios que se aplicarían tanto a través de la ingestión como de la aplicación externa sobre la piel, naciendo así las primeras formas farmacéuticas.
Sería por tanto descabellado afirmar que en esta fase incipiente de la Historia de la Farmacia la Mujer no participase activamente y tan sólo se limitara a labores auxiliares. De hecho, el instinto de supervivencia siempre ha llevado al género humano a dejar de lado prejuicios y creencias infundadas en momentos de crisis demográfica, como también nos lo demuestra el hecho de que la Mujer haya salido de los ámbitos domésticos y reproductores a los que había sido confinada cuando la necesidad lo ha requerido en períodos de guerras o catástrofes.
El surgimiento del pensamiento mágico y la creencia en el más allá influiría irremediablemente en las tareas de elaboración de estos incipientes fármacos relacionando estos conceptos de manera habitualmente errónea lo que unido a la creciente complejidad de la evolución social llevaría pronto a una diferenciación, ya discriminatoria, que de alguna manera se ha perpetuado hasta épocas recientes, puesto que el varón dedicado a la elaboración de drogas y remedios pronto sería ensalzado socialmente a un estatus superior, mientras que la Mujer sería estigmatizada y apartada.
Así, los varones eran druidas o magos, identificados por el imaginario popular con multitud de simbolos positivos, mientras que las Mujeres serían brujas, relacionadas casi siempre con la maldad y la perversidad, como nos demuestran tantos cuentos infantiles tradicionales en los que rara vez aparecen brujos o magas, y cuando aparecen, como en el caso de Morgana, es siempre enmascaradas en un halo de maldad que acecha al varón, en este caso al "buen" mago Merlín.
A veces se llegaba a reconocer la capacidad en el manejo de la incipiente farmacología a algunas Mujeres, para desgracia suya pues, como demuestra el caso de Margarita Montferrato, siempre recaía en ellas la sospecha de algún asesinato a través de la pérfida y malvada utilización de potentes venenos.
Pese a ello, fueron muchas las Mujeres que a lo largo de la historia jugarían un papel determinante en la erradicación de muchas enfermedades y la elaboración de medicamentos, si no desde el plano científico que les era vedado, sí al menos desde sus distintos ámbitos, ya fuera el comercial como el caso de Teresa Gonçalez del Portal, vendedora de especias de Santiago de Compostela en la segunda mitad del siglo XV, o el de la influencia gracias a su estatus social, como los casos de Lady Mary Wortley Montagu, esposa del embajador de Inglaterra en Turquía a principios del siglo XVIII, o la misma princesa de Gales, luego reina Carolina, consorte de Jorge II, cuya decidida intervención ayudó de forma determinante a la difusión de la vacuna contra la viruela.
Toda esta realidad que podría parecernos propia sólo de sociedades primitivas se hace presente de forma abrumadora cuando enfocamos nuestro objetivo a la cercanía temporal y geográfica que representa la enseñanza de la Farmacia en España, reservada como casi todas las disciplinas científicas al varón, casi exclusivamente hasta bien entrado el siglo XX.
Zoe Rosinach y Pedrol sería en efecto la primera Mujer que se doctoraría en Farmacia en nuestro país, versando su tesis sobre los Bacilos diftérico y pseudodiftérico, crítica de los procedimientos empleados para su diferenciación y modificación propuesta al método de Costa, Troisier y Dauvergne, que sería calificada con la nota máxima de Sobresaliente. La puerta abierta por ella en 1920 pronto sería atravesada por otras nueve pioneras y, afortunadamente, no volvería a cerrarse para la ciencia española.
Desde la Biblioteca recordamos hoy sus nombres como símbolo de todas las Mujeres cuyo talento e inteligencia han sido sojuzgados a lo largo de la historia:
1926 Carmen Pradel Malla
1926 María de los Desamparados Brugger y Romaní
1926 María del Carmen Brugger y Romaní
1928 Guadalupe Vázquez Argudín
1928 María Luisa Conde Picavea
1928 Josefa Soriano Buch
Agradecemos la colaboración en este post del Dr. D. Antonio González Bueno y la Dra. Dña. Mª del Carmen Francés Causapé, de la Cátedra de Historia de la Farmacia de la Facultad de Farmacia. UCM.