Lo cierto es que nunca se fue del todo y ahora, ante el aumento de casos de resistencia a los fármacos, amenaza con regresar a nuestras vidas con más fuerza incluso que antaño. Tanto el arte como la literatura del siglo XIX y principios del XX nos han legado de ella una imagen, a veces terrible y a veces romántica, ya que si por un lado ponían de manifiesto el hacinamiento y las condiciones insalubres en las que vivían las clases trabajadoras de las grandes ciudades, por otro exaltaban la imagen de la fugacidad de la existencia y la grandeza del amor frente a la muerte, aunque esta fuera tan terrible como la causada por la tuberculosis...

La bacteria Mycobacterium tuberculosis es la causante de esta enfermedad que afecta fundamentalmente a los pulmones aunque puede propagarse también a otros órganos. Popularmente, la tuberculosis ha sido conocida con multitud de nombres, casi todos ellos alusivos a sus síntomas o a sus variedades. Así los términos tisis, shosha o consunción harían referencia al cansancio y debilidad de los enfermos, el término plaga blanca, se referiría a la palidez que denota dicha debilidad y el término escrófula determinaría un tipo concreto de infección tuberculosa de los ganglios linfáticos del cuello.

Desde que en 1882 el médico prusiano Robert Koch identificara el Mycobacterium tuberculosis, rebautizado como bacilo de Koch en su honor, el tratamiento de la tuberculosis iniciaría un camino ascendente hacia la curación total de estos enfermos. En un primer momento, al demostrarse su menor incidencia en determinados climas, proliferaron en ciertas zonas geográficas los llamados sanatorios para tuberculosos, que cumplian la doble misión de fracturar la cadena de transmisión de la enfermedad mediante el aislamiento de los enfermos, y contribuir a la curación en algunos casos, gracias a la pureza del aire, la buena alimentación y el descanso obligado. La célebre novela de Thomas Mann, La montaña mágica, describe magistralmente el ambiente de uno de estos sanatorios y la experiencia de Hans Castorp, su protagonista, que se debate entre la enfermedad, la atracción física y el ambiente crepuscular de un mundo que se precipita hacia la Primera Guerra Mundial.

La existencia de multitud de autores y artistas célebres aquejados por la tuberculosis a lo largo de la historia y de manera especial en las postrimerías del siglo XIX e inicios del siglo pasado propició la proliferación de personajes protagonistas de novelas, poemas, óperas y obras pictóricas que nos dan una idea de la repercusión social que llegó a representar esta enfermedad.

El tratamiento de la tuberculosis pulmonar activa ha venido centrándose en una combinación de varios fármacos (habitualmente cuatro): Isoniazida, Rifampicina, Pirazinamida y  Etambutol, aunque también se han utilizado otros muchos entre los que figuraría la Etionamida y la Estreptomicina. Esta última, marcaría en su momento un hito en el tratamiento de la enfermedad, y le valdría a Selman Waksman el premio Nobel de Medicina, representando el inicio de la era moderna en la lucha contra la tuberculosis, una lucha cuyo testigo asumiría a nivel mundial la OMS al iniciar en 1985 la vacunación masiva para inmunizar a la población infantil, y que tras la secuenciación genética del Mycobacterium tuberculosis se enfrenta ahora con un nuevo reto: la tuberculosis con resistencia a fármacos, especialmente a la rifampicina, el fármaco más activo contra este agente infeccioso al ser el único que cumple con las 4 características básicas frente a este microorganismo, ya que a su acción bactericida y esterilizante, se une su capacidad para prevenir resistencias y su baja toxicidad.

El artículo Evolución y tratamiento de pacientes con tuberculosis multirresistente, recientemente publicado en la revista Medicina clínica (Vol. 138, n. 15, Mayo 2012), aborda el estudio de las características microbiológicas, clínicas y epidemiológicas de este nuevo reto de la medicna y la farmacología actuales, y abre una ventana a la esperanza al concluir que la mayoria de los casos puede alcanzar la curación con la adopción de pautas de actuación que incluyan el control de los efectos adversos de los fármacos utilizados así como la especial atención al cumplimiento de las estrategias de mejora de la adherencia al tratamiento.

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