La llegada del verano viene acompañada de cambios importantes en nuestro ritmo de vida. La mayoría de ellos agradables y deseados a lo largo del resto del año: las vacaciones, la vida al aire libre, el aumento de las horas de sueño... son "lujos" que podemos permitirnos en estas fechas y que con unos mínimos cuidados en las  costumbres diarias nos garantizarán el disfrute tan merecido a lo largo del curso...

En efecto, durante las fechas estivales existen también una serie de riesgos que está en nuestra mano minimizar. Los medios de comunicación suelen incidir sobre todo en las precauciones al ponerse al volante, tanto en cuanto a distracciones como en lo relativo a la ingestión de alcohol, así como en todo lo relacionado con el baño y las radiaciones solares. Sin embargo no se suele hacer tanto hincapié, salvo que la actualidad lo imponga por algún desafortunado suceso, en todo lo relacionado con la higiene y la alimentación.

Durante el verano es preciso extremar la higiene tanto en el consumo de frutas y alimentos crudos como en la conservación de alimentos cocinados, dado que el aumento de las temperaturas potencia la proliferación de gérmenes y los procesos de degradación de los alimentos, lo cual es fácilmente evitable con la utilización obligada del frigorífico y la realización del proceso de descongelado dentro del mismo así como con el consumo lo más inmediato posible al cocinado. Especial cuidado deberemos tener en todo lo relacionado con platos que incorporen productos derivados del huevo, y siempre deberán desinfectarse los alimentos que vayan a ser consumidos crudos, lavándolos adecuadamente e incluso utilizando alguno de los productos que para tal uso se venden en farmacias y supermercados.

También es importante tener en cuenta que, el hecho de no consumir agua embotellada en algunos destinos puede amargarnos el viaje más emocionante. Y por supuesto lavarse las manos antes de tocar los alimentos debe ser durante todo el año pauta inevitable en nuestras costumbres diarias, pero de manera especial en estos meses de verano.

Tampoco hemos de olvidar el uso de medios de disuasión de insectos como moscas u hormigas así como, en el caso de comer fuera de casa, la elección de establecimientos que cumplan con todas las normas sanitarias impuestas por nuestra legislación de salud pública, respecto a lo cual es importante recordar nuestra responsabilidad como ciudadanos en el sentido de denunciar cualquier irregularidad que podamos encontrar. 

Una de las consecuencias más habituales de no observar estas medidas higiénicas suele ser la diarrea estival, síndrome caracterizado por una pérdida fecal excesiva de líquidos y electrolitos, que puede verse potenciada además por el cambio de los hábitos alimentarios motivado por los viajes y desplazamientos propios de estas fechas.

El efecto más peligroso de este proceso es, lógicamente la deshidratación, por lo que la persona afectada deberá ingerir agua o suero oral de manera continua y en pequeñas cantidades.

Especial cuidado requiere el  tratamiento de estas situaciones en los menores, ya que los niños muy pequeños no expresan su necesidad de hidratación, y si ya en verano debemos ser especialmente vigilantes en este aspecto, en los casos de diarrea estival en menores hemos de extremar las precauciones ya que de lo contrario pueden desembocar en situaciones de mayor gravedad.

Siguiendo estas pequeñas recomendaciones sólo nos quedará una última obligación: disfrutar al máximo de nuestro tiempo libre y reponer fuerzas para afrontar el próximo curso con las mejores expectativas.

La  Biblioteca de Farmacia os desea felices vacaciones y os recuerda que salvo las dos semanas de cierre de la Universidad, el resto del tiempo el personal de la Biblioteca continuará trabajando para que en Septiembre os encontréis una Biblioteca renovada y mejorada con cambios que a lo largo del próximo curso irán entrando en funcionamiento y que en el momento oportuno os anunciaremos desde este blog.