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¿Qué bibliotecas sueñan nuestros investigadores?

Javier Pérez Iglesias 29 de Abril de 2013 a las 16:47 h

En Madrid, parafraseando a Eugenio D'Ors, si a las siete de la tarde no estás escuchando una mesa redonda, es que estás sentado en ella. Pero a pesar de esta constante oferta de conferencias y debates, entre los muchos actos apetecibles que se organizaron en Madrid para celebrar el Día del Libro me decidí por una mesa redonda. La organizó la Biblioteca de la Universidad Autónoma (siempre gusta asistir a lo que preparan otras bibliotecas porque nos apasiona el benchmarking) y tuvieron el buen tino de juntar a cuatro investigadores, cada uno de un área de conocimiento, para que hablaran de su biblioteca ideal. ¿Cómo? ¿Cuatro investigadores hablando de la biblioteca que más les pone? La propuesta me gustó tanto que, con los nervios, llegué una hora antes a la cita.

Me vino bien acudir con tanto tiempo por delante porque el acto, "La biblioteca ideal desde el punto de vista de nuestros investigadores", se celebró en un espacio cultural que tiene la Universidad Autónoma en el centro de la ciudad, en pleno Rastro, y yo no lo conocía: El Centro Cultural La Corrala.

Así que a las 19:30 del 23 de abril de 2013 (lo dejo así de detallado por si alguien lee esta nota a mediados del siglo XXI) comenzó el evento, con las palabras de la Vicerrectora de Investigación, Nuria Fernández Monsalve, que presentó a los participantes: Javier Ordóñez Rodríguez (Catedrático de Lógica), Liborio Hierro Sánchez-Pescador (Catedrático de Filosofía del Derecho), José Antonio Corraliza (Catedrático de Psicología Medioambiental) y Fernando Martín (Catedrático de Química).

Fue una buena ocasión para escuchar lo que les interesa de las bibliotecas a unos investigadores de excelencia y que representan las ciencias sociales, las humanidades y las ciencias puras. Cada uno articuló su charla de manera diferente pero me interesa destacar una serie de cuestiones comunes que, a quienes trabajamos en las bibliotecas, nos resultan especialmente interesantes. Voy a resumir esas coincidencias y a glosarlas con comentarios propios que van entre corchetes:

       1. Todos ellos, nacidos antes de la década de los 70 del siglo pasado, se han formado en un país en el que no había unos servicios bibliotecarios que pudieran reconocerse como tales. Ni bibliotecas públicas ni escolares ni bibliotecas académicas y de investigación que merecieran tal nombre. Pero como en todo desierto hay vida, aunque sea mínima y subterránea, la mayoría recuerda la Biblioteca Nacional como el lugar en el que tuvieron contacto con un catálogo y, en todos los casos, cuando ya estaban cercanos a la licenciatura o en el segundo ciclo de sus estudios. [Como bibliotecario me preocupa que la élite del país haya crecido sin haber pisado una biblioteca o sin conciencia de haberlo necesitado. No me extraña que ninguno de ellos aludiera a experiencias en la biblioteca pública. Eso, estoy seguro, hubiera sido muy diferente si se tratara de investigadores británicos o estadounidenses o de los países nórdicos].

      2. La gran revelación bibliotecaria se produce cuando, iniciada su etapa investigadora, viajan a otras universidades europeas o norteamericanas. ¡El Extranjero! Dícese, durante los años 60 y 70 del pasado siglo, de ese lugar en el que la democracia, los servicios sociales, la cultura y, por tanto, las bibliotecas están presentes en la vida cotidiana de las personas. Allí descubren fondos bibliográficos de gran riqueza, adaptados a las necesidades de los universitarios, con hemerotecas llenas de publicaciones jugosas (¡y vivas!), servicios de atención especializada y buenas instalaciones. [Como bibliotecario respiro al poder contar con unos usuarios, los científicos, que, a diferencia de la mayoría de los responsables políticos de este país, han conocido lo que las bibliotecas pueden ofrecerles, aunque fuera en lugares lejanos. Primer paso imprescindible para que te entren ganas de contar con una biblioteca decente que te quede cerca].

      3. Una preocupación común para todos los ponentes fue la conservación de los documentos electrónicos y la garantía de que se van a poder seguir consultando a pesar de los cambios en formatos y soportes. El gran peso que tiene, desde hace ya años, la biblioteca digital hace que los investigadores teman por esas suscripciones que una vez cerradas nos puedan dejar en el aire, o por esos disquetes, CD-ROM, DVD, etc., cuyos dispositivos de lectura desaparecen o cambian. También les preocupa qué va hacer la biblioteca en este nuevo panorama de acceso abierto a la producción científica, dónde hay revistas de libre acceso y repositorios temáticos que no necesitan suscripción. [Aquí el gremio bibliotecario sufre una descarga instantánea de placer porque la conservación de los documentos electrónicos es una de nuestras preocupaciones y estamos muy pendientes de migrar hacia donde se pueda o se deba para seguir leyendo y consultando. Por otra parte, llevamos ya más de una década negociando para que lo suscrito, en formato electrónico, no se evapore al final de la suscripción. ¡Y qué decir del Open Access! ¡Si somos el principal alimento del Green Road! ¡Si los repositorios nos requetechiflan! ].

      4. Por unanimidad, por aclamación, cuatro sobre cuatro, los participantes aseguraron que su biblioteca ideal era aquella en la que los bibliotecarios acompañaban a los investigadores en su camino. Los bibliotecarios referencistas que, al modo de quienes atendían la Biblioteca de Alejandría, son conocedores de los lugares en los que está la información y saben cómo encontrarla, evaluarla, procesarla y convertirla en nuevo conocimiento. Bibliotecarios que, además, participan en las tareas de enseñar a sus usuarios junior las tareas antes descritas. [La comunidad bibliotecaria que asiste a la charla no puede dejar de salivar. Ranganathan se ha aparecido en el techo de la sala y mira beatífico a los profesores. ¡Al fin ALFIN en el discurso de nuestros usuarios! ¡Que sí, que estamos dispuestos, como cuerpo, a compartir destino con investigadores y docentes y estudiantes!].

Más allá de las bromas que me he permitido, fue un gusto escuchar de primera mano lo que preocupa a los investigadores, ya que son una parte fundamental de nuestros usuarios y uno de los pilares de las instituciones académicas. Siempre nos falta saber qué es lo que de verdad preocupa a nuestros usuarios y nunca se hacen los suficientes estudios en ese sentido. Fue anecdótico, en el sentido de que eran solo cuatro personas y, probablemente, con una excelente relación con la Biblioteca pero no deja de ser ilustrativo. Los temas que pusieron sobre la mesa forman parte de nuestra vida diaria pero no está de más asegurarnos de que estamos dando respuesta adecuada a su idea de "Biblioteca ideal".

Gracias a las bibliotecarias de la Universidad Autónoma de Madrid por tan buena idea y por brindarnos esa oportunidad.

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