¿Cuántas veces, a lo largo de nuestra carrera en Historia del Arte, hemos escuchado hablar de las artistas de género femenino? Estoy segura de que la respuesta de casi todos es que más bien poco. Desde que comencé a estudiar me pregunto por qué solo hay grandes artistas varones en los libros y manuales. ¿Acaso no existieron mujeres que pintaran? Es como si sólo los hombres fueran capaces de ejercer las Bellas Artes, como si de una especie de "don" masculino se tratase.

La pintura fue invención de una mujer, según cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural, en el siglo I d.C., en un relato que habla de una joven de Corinto, hija de un artesano llamado Butades, cuyo novio iba a marcharse a un largo viaje al extranjero. Tratando de fijar la imagen de su amado, trazó una sombra de su perfil proyectada por la luz de una vela en la pared, para conservar su imagen o incluso su alma.

Como esta joven, muchas artistas han estado siempre detrás de las sombras, luchando para conseguir su lugar en el mundo del Arte. La Historia del Arte, desde sus inicios, excluyó completamente a las mujeres de esta disciplina, no sólo olvidando el estudiarlas, sino que, además, se acuñó el concepto estilístico de lo femenino en contraposición de un estilo masculino. Se consideró a las mujeres incapaces de ejercer géneros mayores como la Historia sagrada y profana, así como ejercer profesionalmente este oficio, tratándolas como meras aficionadas a las que ni siquiera se permitía aprender a menos que fueran de familia noble o hijas de un artista.

Ya en el siglo XVI, Vasari incluyó en la segunda edición de sus Vidas a algunas mujeres como Sofonisba Anguissola o Propercia de Rossi. A pesar de aparecer en algunos de los grandes libros de tratadistas como éste, con el tiempo sus nombres e incluso muchas de sus obras se atribuyeron a grandes maestros, emborronando el género femenino con prejuicios historiográficos. La propia Artemisia Gentilleschi se quejaba en una de las cartas a sus clientes: "Me crees lamentable, porque el nombre de una mujer se pone en duda incluso antes de ver la obra".

Fue en el siglo XVII cuando comenzó a aceptarse en la sociedad de forma más generalizada el hecho de que una mujer aspirara a ser artista. Una prueba de ello es la cantidad de mujeres que se autorretrataron en sus cuadros, y algunas de ellas junto a diversas herramientas de pintura en sus manos, como es el caso de Judith Leyster.

Afortunadamente, en estos últimos dos siglos la situación de las artistas ha cambiado, y disponemos de numerosos estudios acerca de la situación de las mujeres en el Arte occidental, pero aún es evidente la falta de representatividad y presencia de las mujeres en la Historia del Arte.

En la Biblioteca de Geografía e Historia disponemos de numerosos libros acerca de este tema, a continuación mencionamos algunos de ellos:

- ANDERSON, Bonnie S. y ZINSSER, Judith P. Historia de las mujeres. Una historia propia, Barcelona: Ed. Crítica, 1991.

- BORZELLO, Frances. A world of our own: women as artists, London, Thames and Hudson, 2000.

- CAAMAÑO FERNÁNDEZ, Rosa Elvira. Educación y dedicación: aportaciones de las grandes pintoras al arte desde la antigüedad hasta 1800, Vigo, Universidad de Vigo, 2011.

- CHADWICK, Withney. Mujer, arte y sociedad. Barcelona: Destino, 2000.

- COMBALÍA, Victoria. Amazonas con pincel: vida y obra de las grandes artistas del siglo XVI al siglo XXI. Barcelona: Ediciones Destino, 2006.

- GREER, Germaine, La carrera de obstáculos : vida y obra de las pintoras antes de 1950, Madrid, Bercimuel, 2005.

- PORQUERES, Bea. Reconstruir una tradición: las artistas en el mundo occidental, Madrid, Ed. horas y HORAS, 1994.

- NOCHLIN, Linda. Women, Art, and Power: And Other Essays, Vol. 183, Icon Editions, Oxford, 1989.