Es una corriente artística y cultural que nace en el Cabaret Voltaire de Zúrich (Suiza) entre los años 1916 y 1922. Este movimiento, propuesto en primera instancia por Hugo Ball -escritor de los primeros textos dadaístas- y seguido por Tristan Tzara, surge con la pretensión de terminar con los sistemas y las inclinaciones tradicionales del arte.
Esta nueva percepción del arte representa la oposición al concepto de razón impuesto por el positivismo y a los sistemas establecidos por éste. También queda definida por protestar contra las reglas convencionales del arte, burlándose sobre todo de las obras creadas por los artistas burgueses.
La actividad de los integrantes de esta nueva percepción cultural se expande a gran velocidad por todas las expresiones artísticas, desde la literatura hasta la música, sin olvidarse de la pintura y la poesía. Por esta razón, la de cuestionar la naturaleza del arte -incluyendo narrativa y poesía-, hay críticos que defienden que este movimiento queda definido por un pensamiento antiliterario, antipoético y antiartístico. Pero en realidad se presenta como una filosofía total, como un nuevo y original modo de vivir, como una emergente doctrina que rechaza abierta y profundamente la tradición y los sistemas predecesores.
Entre otras de sus características esenciales, destaca la desaprobación de la belleza externa y la negativa a los principios eternos, así como a las leyes de la lógica impuestas hasta entonces. Es decir, condena la inmovilidad del pensamiento y las bases de lo que se ha establecido por universal.
Los defensores de este movimiento abogan por el cambio y respaldan la libertad absoluta del individuo, la naturalidad, lo azaroso y lo arriesgado, así como lo inmediato, lo espontáneo o la negación. Se llega incluso a proteger el caos frente al orden y la imperfección ante la perfección, o, digo yo, a descubrir el orden dentro del caos y la perfección en lo imperfecto.
La provocación, lo grotesco y el shock, con ayuda de, en mi opinión, elocuentes ironías y sátiras, serán algunas de las medidas que tomarán los dadaístas para manifestar su arte. En sus orígenes, se valen apropiándose de obras artísticas de incalculable valor y descontextualizándolas rompiendo con su forma tradicional. Esta descontextualización se serviría de objetos de lo más cotidianos y de peculiares montajes de fragmentos de importancia histórica y artística. Por ejemplo, Kurt Schwitters -pintor y escritor alemán- fue un artista reconocido por sus originales collages efectuados con papel usado y otros materiales análogos, o el virtuoso francés Marcel Duchamp cuyas obras eran el resultado de la combinación y descontextualización de herramientas comerciales -urinario, secador de botellas, rueda de bicicleta- que daban lugar a nuevas obras a partir de ellas -a lo que él denominaría ready-mades-.
La llegada del surrealismo a la poesía no habría sido posible sin la aportación dadaísta, ya que ésta abrió las puertas a la creación de un lenguaje poético libre y sin límites. Al no existir, por definición, una obra dadá, es en las revistas y en el Manifiesto Dadaísta donde residen las expresiones y declaraciones más ciertas y atinadas para su factible comprensión.
En resumen, este antiarte moderno, que se sirve de la sucesión de palabras, letras y sonidos aparente y comúnmente ilógicos, brota para retar explícitamente a los cánones tradicionales del arte y al orden establecido. El dadaísmo, que dice ‘sí' cuando lo demás dice ‘no' y viceversa, creaba obras teatrales y manifiestos para incitar y ‘despertar' al público con la intención de hacerle reconsiderar los valores estéticos que se han ido imponiendo con el paso del tiempo.
Bibliografía:
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